No puede caber duda de que el fenómeno más vistoso actualmente en la política latinoamericana es la generosidad sin límites del presidente venezolano Hugo Chávez. Tal generosidad se ha manifestado, y se sigue manifestando, de muy diversas maneras: envíos de petróleo casi gratuitos, dinero para canales de televisión, dinero para construir refinerías, dinero para comprar deuda pública; en fin, dinero a manos llenas, y cómodamente exento de todas las condiciones bajo las cuales, normalmente, se prestan o se donan fondos financieros.

Nadie es tan ingenuo como para pensar que esta generosidad nace de un corazón puro y grande, y que no tiene un propósito estratégico. Y además, nadie es tan ingenuo como para creer que un país como Venezuela, incluso teniendo en cuenta sus jugosos ingresos petroleros, puede embarcarse en un frenesí de gasto como este sin enfrentar, tarde o temprano, su propia crisis financiera.

La extravagante prodigalidad de Chávez ha despertado el interés de analistas y estudiosos en todo el mundo. La revista The Economist publicó recientemente un artículo ("Using oil to spread revolution", julio 30 de 2005) en el cual expresa asombro por este torrente de obsequios, y se pregunta por la sostenibilidad de los programas que así se financian. Por otro lado, el analista venezolano José Toro Hardy publicó una interesante columna en El Universal de Caracas (agosto 2), en la que hace una lista de algunos de los ejemplos más notorios de la generosidad chavista: petróleo para Cuba, financiado a 25 años con una tasa del 1%, y a precios rebajados; 50 millones de dólares para un "fondo social" en el mismo país; una refinería de petróleo para la isla; y ofertas de compra de deuda a países suramericanos que superan los 700 millones de dólares. De acuerdo con Toro Hardy, la generosidad del convenio petrolero con Cuba es tan grande, que el propio Fidel Castro intervino, en una emisión televisiva, para impedir que Chávez revelara algunas de sus condiciones.

Ahora bien, cualquiera puede darse cuenta de que este comportamiento no es sano, que no puede sostenerse indefinidamente, y que seguramente terminará mal para el propio Chávez. La primera razón, que muchos han sugerido, es que ocurra una baja más o menos súbita en los precios del petróleo, y por tanto el sustrato del derroche chavista se debilite. En realidad, el panorama petrolero del mundo actual no sugiere que tal cosa pueda ocurrir en el corto plazo. Lo que sí puede ocurrir es que, incluso con altos precios del petróleo, las arcas venezolanas vayan vaciándose poco a poco, en especial porque, si desea mantenerse en el poder, Chávez tendrá que ser también muy generoso en el interior de su país. Y ya ha empezado a hacerlo: recordemos el aumento salarial del 60% a los militares.

Sin embargo, es mi opinión que los problemas que Chávez enfrentará por esta causa son de otra naturaleza, y tienen que ver con las actitudes que se generan cuando hay tanta y tan mal concebida magnanimidad.

Tomemos el caso de las ofertas de comprar deuda pública a varios países de la región. Cualquier persona seria sabe que, en materia de deuda, lo primero y más importante es examinar la capacidad del deudor para cumplir con sus obligaciones. Por lo que hemos visto y oído, de parte de los mismos involucrados en el proceso, tal examen no se hizo ni se hará. No olvidemos las palabras del ministro de economía de Ecuador, quien se regocijaba de que la oferta venezolana no tenía los odiosos requerimientos de la banca multilateral. Además, si tenemos en cuenta que Chávez y sus seguidores no profesan un aprecio muy alto por valores como la disciplina fiscal, es de esperarse que quienes se beneficien de estas compras generosas de deuda continúen ejecutando políticas irresponsables, y sea tal vez incapaces de honrar sus obligaciones financieras, incluyendo las contraídas con Venezuela. Y esto puede multiplicarse, pues ya son varios los gobiernos que han manifestado su intención de vender deuda a Caracas.

Y esto no es una predicción para el futuro, pues parece estar ocurriendo en el presente: actualmente, el gobierno venezolano mantiene en el más hermético secreto la situación de la deuda petrolera de Cuba. Tal secreto no se deberá, creo yo, a que la isla cumple de manera pulcra con sus pagos.

Además, Chávez parece haber caído en la ilusión de que sus dádivas le generarán lealtades políticas. Si en el futuro, tras haber malgastado sus recursos, Chávez se encuentra sin nada que ofrecer, podrá ver cómo las lealtades que construyó se evaporan con la rapidez y la sutileza de un parpadeo.