Hasta ahora han sido liberados 15 yemeníes, 14 bajo la administración Bush y uno ya con el gobierno Obama. Según las autoridades de Yemen, ninguno de ellos ha vuelto a participar en actos de terrorismo. Pero hay muchas dudas.

 

Hace tiempo que Estados Unidos negocia con Yemen la repatriación de docenas de sus detenidos contra los que, después de años en Guantánamo, no se ha podido presentar cargo alguno. Se les considera, por razones numéricas evidentes, la clave de poder cerrar la prisión, si no al año de tomar posesión Obama, como había prometido, por lo menos a lo largo de 2010. Estas negociaciones se intensificaron en junio pasado, cuando un preso yemení apareció muerto en su celda. Los intentos de suicidio han sido numerosos, sobre todo entre los reclusos confinados en la unidad psiquiátrica de Guantánamo, que son unos cuantos.

 

Muy mala prensa en Estados Unidos

 

Esto por un lado. Por el otro está que los presos yemeníes tienen muy mala prensa en Estados Unidos. La posibilidad de dejarles ir en suelo americano provoca encendidas resistencias en el Congreso. Otros países tampoco muestran mucho entusiasmo por acogerles. Incluso se oponen a su liberación, como es el caso de Arabia Saudí, que teme ataques de Al Qaida por parte de células terroristas incubadas en Yemen.

 

¿Y qué dice Yemen de todo esto? Durante años el gobierno ha reivindicado su capacidad de tutelar a estos presos y garantizar que no se embarcan en nuevos actos de violencia. El problema es que estas reivindicaciones, hasta ahora, no se las cree nadie. “Stop. Estos hombres son peligrosos. Si se les suelta amenazarán vidas americanas”, declara Frank R. Wolf, congresista por Virginia, a "The Washington Post", el diario que este viernes destapó los planes del gobierno Obama para los yemeníes.

 

Wolf es sólo una de las voces que se oponen tajantemente a los planes de Obama de dejar salir a los detenidos de Guantánamo. En este tema, el presidente trabaja con cero errores: basta con que un solo ex preso cometa un acto terrorista que cueste una sola vida para que tenga que pagar un precio político incalculable.

 

Pero, ¿quién y cómo garantiza que eso no pase? Arabia Saudí, por la parte que le toca, se ha mostrado abierta a colaborar, ofreciéndose a incluir a los yemeníes en sus propios programas de rehabilitación de exterroristas, que a lo mejor es un eufemismo para decir que los tendrá mucho más controlados.

 

Por su parte, el gobierno de Yemen ha hecho últimamente algunos esfuerzos significativos en su lucha contra el terrorismo que han merecido el reconocimiento y la atención tanto de sus vecinos regionales como de Washington. Acabar de apretar el nudo de la confianza podría ser una mera cuestión de dinero: Yemen pide recursos para hacer frente a Al Qaida, y la Casa Blanca se los podría dar, del mismo modo que prepara un paquete de ayuda de 7.500 millones de dólares a Pakistán.

 

La lucha antiterrorista puede ser un gran negocio para algunos países. Es el nuevo Plan Marshall.