Las inminentes elecciones en Japón despiertan el interés de la comunidad internacional pero también la preocupación de los habitantes locales. El principal investigador francés sobre terrorismo, Jean-Louis Bruguiere, advirtió días atrás que Tokio figuraba en la lista de los principales centros financieros a convertirse en víctima de atentados terroristas. La emulación a lo sucedido en Madrid (previo al desarrollo de las elecciones) y el alineamiento mantenido con la política exterior norteamericana constituyen indicios suficientes para acreditar la observación.

Los hechos a analizar son dos: primero, la valoración que tanto fuerzas de seguridad como opinión pública producen de lo ocurrido en Madrid, donde consideran que los atentados decidieron los comicios y precipitaron el retiro de las tropas españolas de Irak. En Japón, el opositor Partido Demócrata proclama como parte de su plataforma de gobierno el desplazamiento inmediato de las tropas destinadas a ese país (550 soldados) y el replanteo global de la política exterior. Postura opuesta a la del gobierno central que se mostró sólido en el apoyo a Bush y sin indicios de cambio.

El segundo hecho es que los comicios se realizarán el mismo 11 de septiembre, fecha de dispara las alarmas en la mayoría de las capitales del mundo. A pesar de que las autoridades han dicho que no hay motivos para pensar en una relación cronológica entre los atentados del 11-S y los acontecimientos en Japón, sí hubo lugar para toda clase de especulaciones. Siendo Japón el principal aliado norteamericano en la zona, las suposiciones adquieren mayor trascendencia. El propio presidente de Control Risks Group, Jun Yamazaki, advirtió que "no hay ninguna duda de que el momento está preparado para un ataque a Japón. La situación es muy parecida a la de España donde el terrorismo tuvo éxito: España se retiró de Irak".

La preocupación, como se ha indicado, es aprovechada por sectores de la oposición que recurren al dramatismo para sacar ventaja de la situación. El líder del Partido Democrático, Katsuya Okada, señaló que el tema no es si va a haber atentados en Japón o no; el tema es cuándo tendrán lugar. La utilización del temor como recurso electoral degrada la pugna eleccionaria y sitúa el centro del debate en una encrucijada que admite la extorsión. Esta es, lamentablemente, una de las herencias dejada por la política exterior española desde el retiro de sus tropas del territorio iraquí.

Resta observar cuál será la postura de la sociedad japonesa, más allá de las rigurosas medidas de seguridad que se adoptarán en los principales distritos del país. Cuál será la reacción del pueblo frente al chantaje que supone una amenaza de este tipo. Lo que cabe esperar es que la voluntad de la mayoría no sea doblegada, y que el principio democrático prevalezca sobre la tiranía del terror.