Con excepción de Chile, estas medidas no estimularon el crecimiento económico en la región. Por ejemplo, Argentina, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Venezuela (los cinco países que en estos momentos tienen gobiernos de tendencia populistas) vieron cómo su renta per cápita real colectiva caía el 10% entre 1980 y 2003.

En los últimos años algunos países han girado a la izquierda, eligiendo a gobiernos que se han apartado del consenso de Washington y han adoptado fórmulas populistas. La tendencia comenzó en 1998, cuando Hugo Chávez arrasó en las elecciones venezolanas con el 56% de los votos. La marea populista continuó en Argentina con la elección de la dinastía Kirchner en el 2003, en Bolivia con la de Evo Morales en el 2005, y en Nicaragua y Ecuador con las de Daniel Ortega y Rafael Correa, respectivamente, en el 2006.

Dos elementos explican esta corriente izquierdista. En primer lugar, las reformas de los noventa no produjeron los beneficios esperados. Fueron reformas tímidas, dirigidas a la estabilización macroeconómica, y no a la mejora de instituciones necesarias para el funcionamiento de la economía de mercado.

La segunda razón que ha facilitado la aparición de la corriente populista es que el ciclo de elecciones presidenciales tuvo lugar antes de la crisis y con un entorno internacional extremadamente favorable para Latinoamérica. El precio de las materias primas (principal fuente de exportación de la región) estaba por las nubes, y la abundancia de liquidez internacional había reducido los tipos de interés a los cuales endeudarse.

En otras palabras, las elecciones coincidieron con un momento en que el maná llovía del cielo. En semejantes condiciones, en ciertos países el candidato que mejor conectaba con el electorado era el que prometía mayor generosidad a la hora de gastar los inesperados ingresos.

Pero este giro a la izquierda no ocurrió en toda América Latina. Los principales países latinoamericanos, como México y Brasil, junto a Chile, Colombia y Perú, entre otros, han seguido políticas pragmáticas favorables al mercado - con más o menos énfasis en políticas sociales-.Chávez - que debe su popularidad al alto precio del petróleo de los últimos años-ahora tiene problemas. La fiesta se ha terminado, y debe ajustarse el cinturón, expresión totalmente ajena para él.

CONDICIONES EXTERNAS El crecimiento económico que mostraba Latinoamérica en la segunda mitad de los noventa era producto de buenas condiciones externas. Con la crisis mundial, todos los indicadores se han deteriorado. La bonanza disfrazaba las fragilidades de la región. Estas fragilidades están bien documentadas. Cualquier indicador de calidad de las instituciones, de la facilidad de hacer negocios (to do business),de competitividad..., muestra que se ha retrocedido en los últimos años en aquellos países con líderes populistas.

Por ejemplo, en el informe del 2009, el índice de libertad económica del Fraser Institute indica que sólo cuatro países (Chile, Costa Rica, El Salvador y Panamá) en América Latina y el Caribe tienen "sistemas económicos que puedan ser calificados como libres". La libertad económica más alta se encuentra en Chile, en el quinto lugar del mundo, con un valor de 8,14 (el índice va de0 a 10), por encima del promedio del mundo. En el otro extremo se encuentran Venezuela, en el lugar 138 entre 141 países, sólo superado por Angola, Birmania y Zimbabue.

El índice de libertad económica de la Heritage Foundation ofrece una visión similar. Este indica que Argentina, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua experimentaron una marcada erosión en los últimos años.

Sin embargo, los dos principales países de la región - México y Brasil-,que representan más de la mitad de la población y dos tercios del PIB, muestran una leve mejora en los últimos años.

Por tanto, el giro a la izquierda - aunque importante en algunos países-se ha limitado a un pequeño segmento de la región. La mayoría de la población vive en países que conservan reformas de mercado.

Sin embargo, la crisis financiera mundial ha impactado fuertemente en la región. Se estima que el PIB en la zona cayó el año pasado el 1,8% (Cepal). Pero en otros países - Perú, Brasil y Chile-fue mejor de lo esperado, al verse beneficiados por una mayor demanda de materias primas de China y por una sólida condición macroeconómica interna.

A pesar de que México también goza de una posición macroeconómica estable, su economía depende fuertemente de la demanda de EE. UU. Por tanto, la caída del consumo estadounidense - que ha enfrentando la peor crisis económica desde 1930-ha impactado negativamente a esa economía. Además, México no tiene una exportación de recursos naturales como para beneficiarse de la demanda china.

Venezuela es otro país que se ha visto afectado negativamente por la crisis mundial. Se estima que el año pasado su PIB cayó un 2,5% y que este año puede caer alrededor de un 5%. La razón es la caída de los precios del petróleo, principal fuente de ingresos de Venezuela. Pero también por la destrucción casi total del sector privado y la mala gestión del Gobierno.

EL CASO ARGENTINO Argentina también viene en caída libre. Es la tercera economía de América Latina y está sufriendo las consecuencias de una mala administración y corrupción. Debido a esto, Argentina es hoy irrelevante para los inversores extranjeros, un agudo contraste con la década de los noventa.

Al igual que Venezuela, Ecuador está sufriendo por los bajos precios internacionales del petróleo y por una mala política gubernamental.

En suma, estamos viendo una clara bifurcación en la senda de los países de América Latina. Por un lado, países como Brasil, México, Colombia, Chile, Perú, Panamá y otros que siguen políticas pragmáticas, con mejoras en su institucionalidad. Por otro, en una senda distinta, Venezuela, Argentina, Ecuador, Bolivia o Nicaragua, que siguen una política populista y van mermando las instituciones del Estado de derecho, respeto a los contratos, etcétera.

De igual manera que todos los países latinoamericanos parecían estar en buena forma cuando los precios de las materias primas estaban por las nubes, ahora que estamos saliendo de una gran recesión pareciera que toda la región va camino del descalabro y la bancarrota. Pero no es así. Durante la crisis económica se han visto quizá más hundidos que el resto de países, pero sin embargo, a paso lento, la gran mayoría de América Latina va hacia una sociedad con mejores reglas del juego.