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18/01/2010 | EE.UU. - Un año de Obama, en blanco y negro

Pascal Beltrán del Río

El primer año del Presidente de EEUU prueba como cierto el dicho de que “se hace campaña en verso, pero se gobierna en prosa”.

 

La recta final hacia su primer aniversario en la Casa Blanca no ha sido un trayecto sencillo para el presidente estadunidense Barack Obama. En el curso de las últimas tres semanas, el joven político ha tenido que enfrentar dos crisis: una interna y otra internacional.

El día de Navidad, un hombre nigeriano intentó derribar un avión comercial que cubría la ruta entre Amsterdam y Detroit. La noticia hizo despertar de nuevo la sensación de que Estados Unidos es vulnerable ante el terrorismo y se usó para evidenciar la falta de coordinación de los aparatos de inteligencia del país.

Luego, el martes pasado, un terremoto redujo a escombros buena parte de Puerto Príncipe, la capital haitiana, dejando una enorme devastación y miles de muertos en un país al que ha sostenido la solidaridad mundial desde hace una década, y en el que Estados Unidos se ha involucrado de manera especial.

Estos episodios han puesto a prueba la capacidad de reacción del primer hombre negro en alcanzar la Presidencia de Estados Unidos.

Su llegada a la Casa Blanca, cuyo primer aniversario se cumple este miércoles, dio lugar a una enorme esperanza en el mundo: relanzar el papel de Estados Unidos en las relaciones internacionales, y, por tanto, ayudar a reconfigurar el panorama de la comunidad de naciones, sometido por ocho años a las tensiones que produjo el unilateralismo de su predecesor.

Evidentemente son muchos más los hechos de estos 12 meses que merecen ser recordados: Cuando Obama tomó posesión, el mundo tenía enfrente una recesión económica sin precedentes, de la que Estados Unidos era el epicentro; buena parte de Medio Oriente y Asia Central estaban convulsionados como consecuencia de la decisión del presidente saliente, George W. Bush de emprender una “guerra contra el terrorismo”, que también recibió el desafortundado título de “cruzada”, y la falta de cobertura médica por parte de 45 millones de estadunidenses amenazaba de convertirse en una crisis de salud pública y de las finanzas del país…

Esos son algunos de los hechos que Obama se encontró a su llegada a la posición de poder más importante del mundo.

Su gestión de un año ha sido, sin duda, de claroscuros. Es decir, la mayoría de quienes esperaban que Obama pudiera llevar a los hechos el discurso de cambio y esperanza que caracterizó su campaña seguramente se sienten frustrados ante el pragmatismo del que muchas veces ha tenido que echar mano el Presidente, así sea para poder tomar las riendas de su encargo.

Obama tampoco ha logrado revertir el sentimiento antiestadunidense que existe en buena parte del mundo, aunque éste ya no se exprese en la persona del Presidente de ese país, como sucedía con Bush. Tampoco ha sido lo suficientemente halcón a la hora de proteger los intereses estratégicos de Estados Unidos ni la seguridad de su territorio y su población, por lo que no ha podido evitar los calificativos, por parte de los derechistas radicales del Partido Republicano, de ser “suave con el terrorismo” y complaciente con China.

Sin embargo, si bien puede decirse que el primer año de Obama prueba como cierto el dicho de que “se hace campaña en verso, pero se gobierna en prosa”, también es verdad que el Presidente novel tiene logros que el mayor de sus críticos no puede pasar por alto.

El más relevante de todos es que supo poner en marcha la maquinaria estatal para paliar los efectos más negativos de la recesión. Es verdad que Estados Unidos apenas da signos de una tímida recuperación sin generación de empleos, pero al menos ha desaparecido el espectro de los despidos masivos.

Asimismo, Obama probó tener el suficiente músculo político y conocimiento del Legislativo para sacar adelante su promesa de reformar el sistema de salud estadunidense.

Poco antes de Navidad, y luego de un intenso debate que el Presidente ganó en el Capitolio aunque al final perdió en la opinión pública, las dos Cámaras del Congreso aprobaron sendas iniciativas de ley para asegurar que la mayoría de los estadunidenses estén cubiertos por un seguro médico.

En 2007, Estados Unidos gastó como país 2.2 billones de dólares en servicios de salud, cerca de 16.2% de su PIB, el doble del promedio de las naciones más desarrolladas del mundo. De esa manera, millones de estadunidenses se encontraron sin posibilidad de pagar un seguro médico y el gasto gubernamental en atender a los pobres subió dramáticamente.

Y aunque la reforma aprobada permitirá reducir el déficit público —según la Casa Blanca— en unos 132 mil millones de dólares, ese dato no fue suficiente para impedir la caída de la popularidad del Presidente, pues la mayoría de los estadunidenses está conforme con su seguro médico y teme que la reforma le signifique un aumento de cuotas.

Así llegó Obama a la Navidad, de vacaciones en su natal Hawaii, donde fue sorprendido por la noticia del atentado fallido a bordo del avión de Delta-Northwest. Los servicios de seguridad se mostraron erráticos. El Presidente tardó en fijar su posición y esa tardanza lo obligó a sobrerreaccionar con medidas como las de impedir que los pasajeros puedan levantarse de sus asientos en la hora final de su vuelo hacia cualquier aeropuerto del país.

Otros ejemplos de un Presidente dubitativo son los pocos avances de su gestión para normalizar las relaciones entre Israel y la Autoridad Palestina, y su política confusa respecto de Pakistán, que es, para muchos, el verdadero frente en la lucha contra el islamismo radical.

Sus claroscuros se notan en el escalamiento del conflicto en Afganistán, pues si uno lee las crónicas en la prensa europea de lo que ha sucedido desde que Obama, el más reciente Nobel de la Paz, decidió desplegar 30 mil soldados adicionales en aquel país, queda claro que la estrategia sigue siendo perseguir al Talibán y Al Qaeda más que ayudar a construir un futuro institucional para los afganos.

Pero luego vino la tragedia de Haití y se asomó lo que para muchos es el mejor rostro de Estados Unidos en su relación con el vecindario latinoamericano: un país con capacidad de ayudar en casos de necesidad y desplegarse rápido para hacerlo.

En su mensaje sobre Haití, se dejó ver nuevamente el Obama idealista de la campaña, el que inspira: “Si esta tragedia ha hecho pensar a muchos que el país fue abandonado, al pueblo haitiano le decimos hoy con claridad y convicción: no serán olvidados”.

Excelsior (Mexico)

 


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