La llegada a Venezuela del vicepresidente cubano, Ramiro Valdés, encendió las alarmas de la oposición. Acusan a Hugo Chávez de cubanizar Venezuela y de usar a los funcionarios de la isla para purgar las Fuerzas Armadas Bolivarianas. El líder izquierdista Pompeyo Márquez cree que fue idea de Fidel Castro, un veterano en olisquear crisis políticas, que está preocupado por el futuro inmediato de su pupilo. Y para ayudarle mandó a uno de sus mejores hombres: Ramiro Valdés, de 77 años, número tres del régimen castrista y uno de los jóvenes militares que acompañó a Castro en el asalto al Cuartel Moncada.

La excusa para distraer a los venezolanos sonó a chiste: una comisión cubana asesorará en materia de electricidad al quinto exportador de crudo. «Lo único que pueden enseñar en materia de electricidad es sobre racionamientos y apagones. Hay suficientes científicos e ingenieros venezolanos para hacer frente a la crisis del sistema», respondió el diputado de Podemos, Juan José Molina, quien pidió una investigación.

Valdés se encarga de controlar los contenidos de internet en Cuba desde el Ministerio de Informática. Los adversarios de Chávez sospechan que su tarea esconde labores de represión y censura contra las crecientes protestas de estudiantes y su organización a través de las redes sociales. La semana pasada, Chávez acusó a los disidentes de usar Twitter y Facebook para hacer «terrorismo», y pidió que se combatiera «a la burguesía hasta en internet».

«Valdés sólo ha gobernado Cuba con represión y un fusil en la mano, eso es para lo único que sirve. Jamás ha intervenido en cuestiones de ingeniería», dijo Enrique Márquez, portavoz del partido Un Nuevo Tiempo. Otros analistas estiman que la figura de Valdés es tan relevante en Cuba que su presencia no puede reducirse a un aspecto concreto. De la llamada generación histórica, Valdés cuenta con la total confianza de los hermanos Castro. Una experiencia que al nuevo embajador cubano en Caracas, Rogelio Polanco (en la cuarentena), le falta. En este sentido, Fidel necesitaría de un interlocutor del máximo nivel para aconsejar a Chávez durante esta crisis sin salida en el corto plazo que está mellando su popularidad meses antes de las elecciones parlamentarias.

Las revoluciones cubana y venezolana están conectadas por un cordón umbilical de petróleo: cada día pasan 90.000 barriles que los hermanos Castro pagan con médicos, entrenadores y funcionarios. Cuando Chávez asumió la Presidencia en 1998, el intercambio comercial era de 387 millones de dólares. En 2009 cerró en 3.000 millones, con los que Cuba sortea (aún con dificultad) sus problemas de acceso a divisas. Sin esta ayuda, Raúl Castro enfrentaría mayor descontento en las calles, que tendría que frenar con palos.

Oficialmente, trabajan en Venezuela cerca de 30.000 cubanos, pero otras fuentes -como el ex ministro del Interior, Luis Alfonso Dávila- eleva su número hasta los 65.000, que se encargan de gestionar sectores sensibles del Estado venezolano; como la salud pública, los servicios de identidad y de telecomunicaciones, además de participar en importantes actividades económicas como la industria del azúcar, el turismo y las infraestructuras.

La comunidad cubana es un quebradero de cabeza para la oposición, que constantemente denuncia su presencia en altos puestos de la administración civil y militar, incluyendo el equipo de escolta y seguridad de Chávez. También para Fidel Castro. Los 2.200 kilómetros de frontera entre Venezuela y Colombia son la nueva puerta de salida para llegar a Miami.