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09/02/2010 | La derecha ha malinterpretado Avatar

David Boaz

Olvídense de sus actitudes izquierdistas. En su esencia, la película se trata acerca de defender los derechos de propiedad privada —algo que los conservadores deberían celebrar.

 

Los conservadores han sido muy críticos de la película ganadora de Globos de Oro, Avatar, por su mezcla mística de clisés izquierdistas. Pero lo que ellos han ignorado es que el conflicto esencial en la historia es una batalla acerca de los derechos de propiedad privada.

Avatar, escrita y dirigida por James Cameron y cuya trama se desenvuelve en 2154, es la historia del joven estadounidense Jake Sully, quien se une a una misión de las fuerzas armadas hacia la distante luna de Pandora, la cual tiene una oferta del caro y casi imposible de obtener mineral (de ahí viene su nombre, “unobtainium”). Viviendo entre los nativos altos y azules con la forma de un avatar —un cuerpo creado en laboratorio y conectado vía Internet inalámbrico a su propio cerebro— Sully llega a dudar de su misión y a unirse al pueblo Na’vi en la resistencia a los designios de los humanos en su tierra.

A pesar de sus magníficos efectos en tercera dimensión, tiene una historia cansina y un diálogo meramente útil.

Pero los conservadores se han enfocado en las ideas que el film enarbola. En National Review, Frederica Matthewes-Green se burló de su visión de ensueño “del aparentemente eterno conflicto entre la gente amable con las flores en sus cabellos y los malos obsesionados con la tecnología”.

Ross Douthat en el New York Times la denominó una “apología del panteísmo”. John Podhoretz en el Weekly Standard se quejó de que le pide a “la audiencia hacerle barra al fracaso de los soldados estadounidenses en manos de una insurgencia”. Muchos conservadores se quejan de que una película acerca de soldados estadounidenses invadiendo otro planeta y matando a personas es una alegoría acerca de la guerra en Irak. Y muchos están de acuerdo con el presidente socialista de Bolivia de que Avatar es anti-capitalista.

Todos tienen razón. La película es un soufflé perfecto de actitudes izquierdistas.

Pero los críticos conservadores están ignorando el conflicto en el corazón de la película. Es muy posible que Cameron también lo haya ignorado.

 
Los habitantes de la tierra llegan a Pandora para obtener unobtanium. En teoría, no es una misión militar, es simplemente la RDA Corp. con una fuerza armada más grande que la de muchos países. Los Na’vi los conocen como la Gente del Cielo.

Para conseguir el unobtanium, RDA está dispuesta a relocalizar a los nativos, quienes viven encima del depósito más grande. Pero la tierra es sagrada para los Na’vi, quienes veneran a la diosa Eywa, así que no se van a mover. Cuando los visitantes se dan cuenta de eso, ingresan con tanques, excavadoras y robots militares gigantes, destrozando un árbol sagrado y cualquier Na’vi que no se mueve lo suficientemente rápido.

Los conservadores ven esto como algo anti-americano, anti-militar y anti-corporativo o anti-capitalista. Pero ellos simplemente están reaccionando a las actitudes izquierdistas de la película.

Ellos fracasan en ver lo que en verdad está sucediendo. Unas personas viajaron a Pandora para tomar algo que pertenecía a los Na’vi: su tierra y los minerales debajo de ella. Aquello es una clara violación de los derechos de propiedad, la base del mercado libre y, de hecho, de la civilización.

Claro, los Na’vi —quienes, como todas las personas de los sueños izquierdistas, están psíquicamente enlazados entre ellos y con todas las creaturas vivientes— probablemente ven la tierra como su propiedad colectiva. Por lo menos para los seres humanos, los derechos de propiedad privada son una manera mucho más efectiva de asegurar la propiedad y la prosperidad. Aún así, queda claro que esa tierra pertenece a los Na’vi, no a la Gente del Cielo.

Los conservadores se unieron a la defensa de Susette Kelo cuando Pfizer Corp. y la ciudad de New London en Connecticut intentaron tomar su tierra. Ella tampoco era razonable, como los Na’vi: No estaba esperando un mejor precio; simplemente no quería vender su casa. Como Jake le dice a sus jefes. “No van a ceder su hogar”.

Avatar es como una opera espacial del caso Kelo, el cual fue a la Corte Suprema en 2005. Personas pacíficas defienden su propiedad en contra de otros que la quieren y que tienen mucho más poder. Jake se une a los Na’vi con un agitado grito: “¡Y le mostraremos a la Gente del Cielo que ellos no pueden tomar lo que sea que quieran! ¡Y que esta es nuestra tierra!”

Esa es una historia que los conservadores deberían entender.

Avatar tiene sus problemas, desde el diálogo artificial hasta su adhesión al —desde hace mucho— desacreditado mito del “noble salvaje” sintonizado con la naturaleza. Pero los conservadores deberían apreciar una defensa de los derechos de propiedad privada que extrañamente ha salido de Hollywood.

Este artículo fue publicado originalmente en Los Angeles Times (EE.UU.) el 26 de enero de 2010.

El Cato (Estados Unidos)

 



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