Inteligencia y Seguridad Frente Externo En Profundidad Economia y Finanzas Transparencia
  En Parrilla Medio Ambiente Sociedad High Tech Contacto
Economia y Finanzas  
 
14/02/2010 | Dubái, el emirato vertical, apuesta por el turismo para sortear la crisis inmobiliaria

Henrique Cymerman

En cada vestíbulo de hotel hay un agente de seguridad que bebe cerveza y controla lo que ocurre | El jeque Al Maktum dice que el modelo de Dubái no es Las Vegas, sino la Córdoba del siglo X

 

Hasta aterrizar en Dubái y conducir por autopistas de siete carriles hacia un horizonte que parece algo así como Manhattan en el desierto, para entender por qué tanta gente se refiere a este pequeño emirato como un lugar en el que reinan los delirios de grandeza.

El desarrollo de los últimos años ha sido casi surrealista. El cielo era el límite, en el sentido más literal: los edificios más altos del planeta, las suites de hotel más caras, con helipuerto incluido, islas artificiales, los centros comerciales más grandes y pistas de esquí en las que uno puede sentirse como en los Alpes. Sólo que las temperaturas rozan los 50 grados y la humedad es del 100%. Se pueden alquilar los esquís y también la ropa, subir en el telesilla y bajar por la pista negra o roja. Sólo mirando arriba puede uno darse cuenta de que todo es artificial. El cielo ha sido sustituido por el techo del mall de los Emiratos.

Como aquí todo se consigue con dinero, Dubái, uno de los siete Emiratos Árabes Unidos, también se conoce como Do buy, que en inglés significa compre.

El pasado mes de noviembre, sin embargo, Dubai World, el mayor conglomerado empresarial del golfo Pérsico –que es de titularidad pública– congeló el pago de una deuda de 18.354 millones de euros. Además, miles de inmigrantes perdieron sus empleos en la construcción y cientos de urbanizaciones se llenaron de edificios fantasma. La deuda pública ascendió hasta superar los 60.000 millones de euros.

"No crea en lo que oiga", dice el subdirector de un hotel que prefiere mantener el anonimato. "La crisis es una cuestión política muy delicada, sobre todo para los que somos extranjeros", se excusa. Y es que casi el 80% de los habitantes de Dubái son inmigrantes extranjeros que trabajan en la construcción, servicios o finanzas y que no quieren problemas con el Gobierno y con la policía. En el vestíbulo de cada hotel hay al menos un agente de seguridad que, mientras se bebe una cerveza (el alcohol sólo se puede encontrar en los hoteles), controla todo lo que ocurre alrededor. "Créame que después de varias semanas de temor a raíz del éxodo de extranjeros que abandonaron sus casas y sus coches comprados con hipotecas, la impresión es que todo vuelve a la normalidad". Y cuando nos despedimos añade: "No se olvide que aún queda bastante petróleo para realizar muchas de las fantasías de los jeques".

Lo cierto es que los hoteles, los comercios, los restaurantes y muchos despachos están prácticamente llenos. El jeque Mohamed al Maktum, el mandatario de Dubái, que es también primer ministro de los Emiratos Árabes Unidos, afirma que su modelo de ciudad no es Las Vegas, sino la Córdoba española del siglo X en plena edad de oro musulmana de Al Ándalus, en el sur de España.

Entiende que el petróleo del golfo Pérsico prácticamente se agotará en poco más de 20 años. Por eso, está empeñado en convertir su territorio en un centro financiero internacional, con los servicios y edificios más sofisticados y basándose en las tecnologías más avanzadas, para atraer a millones de turistas de todo el mundo. "Hasta ahora sólo he cumplido un 10% de mi visión", afirma con rotundidad.

"Esto demuestra al mundo que nosotros, los árabes, somos capaces de llevar a cabo misiones muy complejas", afirma a La Vanguardia Bashar Kayali, director de la empresa Arabian Aluminium, nacido en Siria, que participó en la construcción de la torre Burj Jalifa, donde ha llegado a instalar 24.440 ventanas.

"El cemento usado en la construcción de este edificio equivale al peso de 10.000 elefantes y el acero sería suficiente para construir un camino que cruzara un cuarto del planeta. De Dubái a Nueva York", asegura.

Cuando le pregunto sobre la crisis, Kayali se mueve en la silla, incómodo. "No negamos que los precios de las casas han caído un 50%, pero nosotros ya volvemos a tener nuevos proyectos. El último, con un presupuestos de 95,4 millones de euros, es para dos torres de oficinas".

La torre Burj Jalifa es la más alta del mundo. Tiene 169 pisos y 41 serán para el primer hotel Armani del mundo. El chef es un portugués de 29 años, Pedro Barroso, que está preparando los menús. La inauguración del hotel será en marzo. "Tengo cocineros de 15 países", asegura. "En Dubái todo es contradictorio –explica–. Aquí hay chicas (extranjeras) en bikini en la playa, al lado de mujeres totalmente cubiertas con burka. En el supermercado se encuentra bacalao de Noruega, pero alcohol sólo hay el que algunos esconden en el altillo de su casa, para que la policía no lo encuentre". Y añade: "En el metro, hombres y mujeres van separados, pero en los clubs nocturnos la marcha es como en Europa. Mi impresión es que el sol aún brilla en Dubái".

A pesar de las amenazadoras nubes financieras de este invierno y de las difíciles condiciones de los miles de obreros extranjeros que han levantado sus proyectos faraónicos, el hecho es que si se compara a Dubái con el resto del mundo árabe, el emirato ha logrado convertirse en una isla de paz y estabilidad.

Ascensores a 165 kilómetros por hora en Burj Jalifa

A pesar de la crisis, los turistas llegan en masa a Dubái, la primera ciudad vertical. Del aeropuerto van directamente a la impresionante torre Burj Jalifa, la más alta del mundo. Con sus 828 metros de altura y 169 pisos, rompe decenas de récords. El centro comercial más grande del mundo, la mezquita, la piscina y el hotel (el primero de la cadena Armani) más altos del planeta y los 57 ascensores más rápidos –que cruzan 120 pisos en 60 segundos, a una velocidad de 165 kilómetros por hora–.

Los detractores hablan del "agujero negro del consumo de energía" y acusan a las compañías constructoras de explotar a decenas de miles de trabajadores de India, Pakistán, Bangladesh y Nepal, que cobran 600 dirhams al mes, poco más de 100 euros, y que no pueden traer a sus familias. Un total de 12.000 trabajadores participaron en la edificación de la torre durante seis años.

A pesar de la crisis, casi todas las tiendas y apartamentos de la Burj Jalifa ya están vendidos por sumas muy elevadas. "Es una cuestión de estatus", explica a La Vanguardia el jeque Mohamed Alfasi, turista de Abu Dabi, propietario de un apartamento en el edificio. Su mandatario, el jeque Jalifa, ayudó a evitar la bancarrota de Dubái y a concluir la torre en la etapa final de la construcción con una suma de 18.354 millones de euros. Gracias a esta ayuda –y totalmente por sorpresa– el jeque Al Maktum anunció el día de la inauguración que la torre iba a cambiar el nombre de Burj Dubai por el de Burj Jalifa. Los carteles con el nombre original, aun así, no han sido cambiados en el edificio.

La Vanguardia (España)

 



Otras Notas del Autor
fecha
Título
24/06/2013|
15/06/2010|
10/06/2010|
15/05/2010|
09/04/2010|
02/03/2010|
17/02/2010|
07/02/2010|
02/02/2010|
09/08/2009|
09/08/2009|
19/11/2008|
19/11/2008|
25/03/2008|
25/03/2008|
16/03/2007|
26/02/2007|
26/02/2007|
16/10/2006|

ver + notas
 
Center for the Study of the Presidency
Freedom House