Irán y su imparable carrera hacia la obtención del arma nuclear pondrá a prueba, quizás más que Afganistán, el liderazgo de Barack Obama. Hace un año, el recién elegido 44º presidente de EEUU prometía una política de ´mano tendida y no de puño cerrado´ al régimen iraní, si accedía a discutir seriamente el futuro de su programa nuclear y se avenía a suspender el enriquecimiento de uranio, como exigen nada menos que cinco resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
La respuesta de Irán ha sido ignorar olímpicamente al Consejo de Seguridad, desairar al presidente estadounidense y poner el pie en el acelerador en sus esfuerzos para conseguir un uranio suficientemente puro para poder acceder al armamento atómico. El reto a la comunidad internacional culminó el pasado fin de semana con el anuncio del presidente, Mahmud Ahmadineyad, de que había ordenado a los técnicos iraníes el inicio de la producción de uranio enriquecido al 20% frente al índice actual de entre el 3,5 y el 5%, suficiente para atender las necesidades de los reactores civiles.
Esta última provocación de Ahmadineyad parece haber terminado con la paciencia de Obama, que la ha calificado de ´inaceptable´ y ha prometido ´duras sanciones´ contra Teherán. Francia, Alemania, Reino Unido e Italia se han mostrado favorables a ello. Incluso Rusia, harta ya de los sucesivos desplantes iraníes, parece inclinarse a apoyar una nueva resolución del Consejo de Seguridad en ese sentido, a pesar de sus importantes intereses económicos en Irán, entre los que hay que incluir la construcción de un reactor para usos civiles y la venta de armas, incluidos misiles tierra-aire, por ahora congelada. Sólo China sigue contraria a la aplicación de sanciones alegando que pondrían en peligro una futura negociación, como si la vía diplomática hubiera conseguido algún resultado positivo. Y sin China, mientras no se cambie la obsoleta Carta de Naciones Unidas vigente, que otorga a los cinco grandes (EEUU, Rusia, China, Reino Unido y Francia) el derecho de veto en el Consejo de Seguridad, una nueva resolución con sanciones verdaderamente mordientes para el régimen iraní no saldrá adelante.
El problema de liderazgo al que antes aludía se le presentará a Obama si no consigue que el Consejo de Seguridad de la ONU apruebe las sanciones contra Irán. ¿Insistirá en seguir adelante con las sanciones unilateralmente con Europa o, por el contrario, aceptará una nueva triquiñuela, a las que nos tiene acostumbrados desde hace años el régimen iraní para ganar tiempo? El Senado y la Cámara de Representantes ya han aprobado resoluciones en las que se piden medidas contra las compañías que vendan gasolina a Irán o faciliten la expansión de sus refinerías.
Es dudoso que la administración de Obama llegue tan lejos, porque unas sanciones de esa magnitud dañarían al pueblo iraní más que a la jerarquía del régimen y, seguramente, provocarían el rechazo del movimiento opositor al actual Gobierno, cuya fuerza y arraigo en la sociedad crecen por días. Difícil papeleta para Obama, obligado por la opinión pública propia y ajena a no retroceder ante el nuevo chantaje iraní.
Entretanto, y mientras Teherán anuncia en el plano militar la construcción de dos nuevos modelos de misiles de alcance medio y de aviones no tripulados, Israel espera las nuevas sanciones con el mismo escepticismo sobre su efectividad que han tenido las anteriores.