El ejercicio, inusual en EE. UU. y con reminiscencias del parlamentarismo europeo, sirvió para contrastar los argumentos de los legisladores demócratas y republicanos sobre una de las iniciativas sociales más ambiciosas de las últimas décadas, en peligro desde que el partido de Obama perdió un escaño decisivo en el Senado.
Las perspectivas de un acuerdo bipartito, sin embargo, parecen magras. "No queremos saber nada de la ley de Obama", zanjó al final de la reunión el congresista republicano Eric Cantor. Los republicanos exigen empezar a negociar la ley de nuevo; los demócratas creen que esto equivale a aniquilarla definitivamente.
Obama invitó a los republicanos a consensuar una ley sobre la base de las versiones preliminares de la reforma ya adoptadas en el Congreso, lo que podría alumbrar una reforma de mínimos.
Si la oposición se niega, sugirió que los demócratas recurrirán a la "reconciliación", un controvertido mecanismo para aprobar una ley en el Senado por mayoría simple, sin necesidad de la supermayoría de 60 escaños, que perdieron en la elección senatorial de enero en Massachusetts.
En la reunión, los demócratas querían demostrar a todo el país que los republicanos son el "partido del no", con la esperanza de sumar apoyos a una reforma impopular en amplios sectores del país. Los republicanos mostraron su rostro más civilizado, pero dieron escasas muestras de querer salvar a un presidente en apuros y a unos demócratas que ven amenazada su actual mayoría en las legislativas de noviembre.
Cuando el republicano John McCain, rival de Obama en las presidenciales de 2008, le acusó de diseñar la reforma con opacidad, el presidente replicó: "John, ya no estamos en campaña, la elección ha terminado".
Obama quiere ampliar la cobertura sanitaria en un país que, pese a gastar más que otras potencias industriales en este ámbito, deja a unos 46 millones de personas sin seguro médico. No pretende imponer un sistema público a la europea, sino, dentro del sistema actual controlado por aseguradoras privadas, cubrir a más personas con subsidios y combatir los abusos hacia los pacientes.
Los republicanos hacen notar que aumentar la cobertura y reducir los gastos son objetivos contradictorios. El senador republicano Lamar Alexander criticó la ambición de "reorganizar el 17% de la economía desde Washington" con una reforma "demasiado grande, demasiado complicada, demasiado centralizada".
Nadie quiere, como ha acusado la derecha, "socializar" la medicina. Incluso la propuesta para crear un seguro público que compita con los privados ha quedado descartada.
Y, sin embargo, las "diferencias filosóficas" - una expresión que ayer se escuchó repetidamente-son notables entre intervencionistas y partidarios del libre mercado, entre centralistas y federalistas, entre quienes creen que la protección sanitaria es un derecho y quienes creen que es una responsabilidad individual. El debate sobre el papel del Estado en la economía está definiendo la presidencia de Obama, tras décadas de desregulación.