No sé si estamos presenciando ''El fin de Europa'', como el economista Robert Samuelson predijo en el periódico The Washington Post en junio, después de que Francia y Holanda votaran en contra de la Constitución Europea. Pero los últimos acontecimientos en Alemania --la economía más grande de Europa-- definitivamente traen malos augurios para Europa, y no son una buena noticia para los países latinoamericanos que más dependen del comercio, las inversiones y la ayuda externa de Europa.

Es probable que la incertidumbre política tras las inconclusas elecciones del domingo en Alemania frenen aún más la ya débil economía de ese país. La candidata de oposición Angela Merkel, partidaria del libre mercado y de un reacercamiento a Estados Unidos, ganó la elección, pero sin las suficientes bancas en el Parlamento como para formar su propio gobierno.

Al margen de si Merkel o el Canciller Gerhard Schroeder lograrán formar una coalición gobernante, es probable que los planes de reformas económicas de Merkel no puedan ser puestos en práctica de inmediato.

La economía de Alemania puede crecer aún menos del exiguo 0.8 por ciento proyectado para este año. Dos días antes de la elección del domingo, el Fondo Monetario Internacional ya había bajado sus proyecciones para el crecimiento de Alemania para el 2006 del 1.9 por ciento al 1.2 por ciento.

El resto de Europa no está mucho mejor. El FMI ha reducido sus proyecciones de crecimiento para este año para Inglaterra, Francia e Italia, que ahora se calcula respectivamente en apenas un 1.9 por ciento, 1.5 por ciento y cero.

Y es probable que esto sea sólo el principio de los problemas económicos de Europa. La mayoría de los países de Europa Occidental enfrentan serios problemas de largo plazo, como su bajísima tasa de natalidad. Los europeos no quieren tener hijos, y cada vez menos trabajadores tienen que mantener a cada vez más jubilados.

Las bajas tasas de natalidad han forzado a Alemania, Francia y España a importar inmigrantes de los países árabes y africanos. En países con tasas de desempleo de casi el 10 por ciento, eso está creando un creciente sentimiento antiinmigrante y exacerbando la tensiones sociales.

Por supuesto, la solución a muchos de los problemas de Europa sería que Alemania, Francia e Italia dejaran de permitir que la gente se jubile temprano, cortaran las vacaciones de cinco o seis semanas y redujeran otros generosos beneficios sociales. Mientras cerca del 60 por ciento de los estadounidenses de entre 55 y 64 años de edad todavía trabajan, en Francia sólo un 37 por ciento lo hace.

Pero en la mayoría de países de Europa Occidental no hay apoyo de la población para un capitalismo al estilo americano. Los Europeos Occidentales quieren un Estado de bienestar socialista con los lujos del capitalismo y no se han dado cuenta de que eso a la larga no es posible.

Todo esto tendrá un impacto en América Latina, entre otras cosas en el comercio de la región:

• Para Brasil, Europa es el mercado de exportación más grande del mundo. El 25 por ciento de las exportaciones brasileñas van a Europa, mientras que sólo un 21 por ciento van a los Estados Unidos, según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas (CEPAL).

• Para Argentina, Chile y Perú, Europa es el segundo mayor mercado de exportaciones, que compra respectivamente un 18 por ciento, 25 por ciento y 24 por ciento de sus mercancias, dice la CEPAL.

• Para Colombia, Europa es el tercer mayor mercado de exportación, después de Estados Unidos y América Latina. Un 14 por ciento de las exportaciones colombianas van a Europa.

José Luis Machinea, el director de la CEPAL, me señaló en una entrevista telefónica desde Santiago, Chile, que si Europa crece un 1.5 por ciento menos que el resto del mundo industrializado en los próximos cinco años, como muchos economistas están proyectando, habrá una caída de cerca del 10 por ciento en las importaciones europeas de América del Sur en ese período. En dólares, eso significaría que los países sudamericanos dejarán de ganar unos $4,000 millones.

''No es un impacto dramático, pero es algo preocupante a mediano plazo'' dijo Machinea. ``Entre otras cosas, reduciría la diversificación de las exportaciones latinoamericanas''.

Mi conclusión: lo que está sucediendo en Europa es una mala noticia para América Latina (y también para los Estados Unidos).

Los funcionarios europeos dicen que no reducirán sus compromisos con América Latina. Pero lo más probable es que Europa tenga que destinar todas sus energías a resolver sus problemas internos en el futuro próximo. Y es difícil no pensar que eso no tendrá un impacto sobre el comercio, las inversiones y la ayuda externa a los países latinoamericanos.