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11/03/2010 | ¿Por qué soportar el lastre de las pensiones públicas?

Juan Ramón Rallo

Tras varias décadas viendo como la Seguridad Social les arrebataba alrededor de un tercio de su sueldo, los españoles se han topado con la realidad: peligran esas pensiones que a modo de caramelillo nos prometían nuestros socialistas de todos los partidos para que no protestáramos por el atraco. Al final, como en Múnich, nos quedaremos sin el honor y sin la paz, en este caso sin la libertad y sin la cartera.

 

Al parecer, las pensiones dignas y seguras que eran la quintaesencia del Estado de Bienestar europeo no van a ser ni dignas ni seguras. No otra cosa cabe colegir de la recomendación del Ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, para que los españoles complementen la cotización (coactiva) pública con una voluntaria privada. Cosas veredes, los mismos socialistas que hace apenas tres años se cargaron el atractivo fiscal de los planes de pensiones al eliminar la reducción del 40% por el rescate en forma de capital y que disminuyeron el límite de las aportaciones desde 24.250 euros anuales a los 12.500, son los mismos que ahora tratan de salvar la nula credibilidad que debería merecer el sistema público de pensiones apelando a la capitalización privada.

Pero, como ya hemos dicho en numerosas ocasiones, el auténtico fraude de la Seguridad Social no viene representado por la forzosa necesidad de minorar unas pensiones ya excesivamente bajas en sí mismas, sino por aquello que dejamos de ganar. El problema del sistema es el horroroso coste de oportunidad que acarrea: durante toda su vida laboral, se priva a los trabajadores de la posibilidad de capitalizar su renta y de construirse un patrimonio con el que alcanzar una pensión realmente digna. No deberíamos estar complementando la pensión pública con la privada, deberías tener la oportunidad de gestionar como quisiéramos todo nuestro ahorro.

Porque, digámoslo de otro modo, si los trabajadores no entienden o desconfían tanto de la bolsa como para huir de ella, nada les impide invertir el dinero que hoy les está arrebatando la Seguridad Social en otro tipo de activos. Cuarenta años sufragando una cotización media de unos 6.000 euros anuales asciende a alrededor de 240.000 euros pagados compulsivamente a la Seguridad Social. ¿Se imaginan qué habría sucedido de haber invertido esas cuantías, por ejemplo, en dos inmuebles y una plaza de garaje? ¿Qué pasaría si nuestra pensión dependiera de alquilar (o vender) dos pisos y un garaje que hemos ido adquiriendo durante toda nuestra vida laboral?

Pues que hoy nuestros jubilados sí tendrían asegurada una pensión digna. Esa misma que los socialistas hoy nos racanean, no por ser malos gestores (que lo son), sino por habernos impuesto durante décadas un sistema que todo el mundo sabía que terminaría reventando. Pura aritmética.

En 1995, Pedro Solbes ya nos lanzó la primera advertencia y nos recomendó invertir en esos planes de pensiones que él mismo, una década más tarde, desalentaría mediante el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF). La inmigración, empero, vino al rescate —a corto plazo— del sistema de pensiones de reparto: más de cinco millones de trabajadores se incorporaron al mercado laboral. Todo lo cual permitió sufragar las prestaciones de los pensionistas con un mayor desahogo... a cambio, claro está, de crear cinco millones más de jubilados futuros con derecho a reclamar su pensión a una población joven cada vez más exigua. Es decir, salvábamos el sistema a corto, hipotecándolo a largo. Es lo que tienen los esquemas piramidales: que la base siempre tiene que seguir creciendo para que el esquema no se desmorone.

Ya estamos en ello. Los fondos privados de pensiones al rescate. Si ya lo decía Zapatero en el Congreso, "quienes defienden las pensiones privadas, se habrán encontrado con un problema durante esta crisis". Pues anda que quienes defienden las pensiones públicas... ¡Qué panorama! La Seguridad Social sin recursos y su garante, el Estado español, en riesgo de caer en suspensión de pagos. Sin duda, como pregona el PSOE, éste es el momento de "lo público".

Este artículo fue publicado originalmente en Libertad Digital (España) el 9 de marzo de 2010.

El Cato (Estados Unidos)

 



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