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29/09/2005 | La política económica y exterior de China en América Latina

Sam Logan y Ben Bain

"El largo camino de China hacia la integración comercial y económica con Latinoamérica apenas acaba de empezar. Las diferencias culturales y las necesidades de acuerdos mutuamente beneficiosos garantizan un ritmo lento. Mientras que aún no está claro si la presencia de China en Latinoamérica representa una amenaza para la seguridad, los observadores de Washington sí que tienen algo por lo que preocuparse".

 

El pasado noviembre, el Presidente chino Hu Jintao recorrió las capitales de Sudamérica con una "pluma de oro" que utilizó para firmar acuerdos por el camino con Chile, Argentina, Perú y Venezuela. En un discurso ante el congreso brasileño, Hu hizo público que China invertiría hasta 100 billones de dólares americanos en la región a lo largo de la próxima década, y expresó su buena disposición a ofrecer hasta 20 billones de dólares en inversiones sólo en Argentina.

El viaje manifestó el creciente interés de China por iniciar un largo camino hacia la integración económica y comercial en la región.

La atención china al hemisferio occidental ha hecho sonar las alarmas en Washington, donde muchos temen una invasión china de Latinoamérica. El comercio chino con Latinoamérica saltó desde los 200 millones de dólares en 1985 hasta los 40 billones de dólares en el 2004, según cifras de un informe reciente publicado por Tomoe Funakushi y Claudio Loser, del Diálogo Interamericano (IAD). Solamente el comercio con Brasil supuso 8 billones de dólares en el 2003. Sin embargo, esas cifras palidecen al considerar que el comercio chino sólo supone aún en 3,9% del comercio latinoamericano total, mientras que en el 2003, Estados Unidos supuso el 48%.

Aunque el comercio entre China y Latinoamérica ha crecido, Beijing se muestra reticente a emplear con soltura los billones de dólares en inversiones prometidas en una región que es tan distinta culturalmente de la china. El buen acuerdo de inversión directa extranjera china (FDI) se encamina ahora a países del este de Asia, tales como Indonesia, donde las costumbres y las prácticas comerciales son más familiares. El Consejero Cai Runguo, observador chino de la Organización de Estados Americanos (OAS), explicaba que mientras que los chinos están planeando aumentar las inversiones en la región, son cautos.

"Tener interés es distinto a un acuerdo", explicaba. "Cuando el Presidente de China visitó Sudamérica, habló de muchas cosas, pero gran parte de ellas no fueron oficiales".

Cai señaló que Latinoamérica es muy distinta culturalmente de China, añadiendo, "los empresarios chinos tienen muy poco conocimiento de Sudamérica, y cuando han comenzado a invertir o a explorar las posibilidades de inversión, se han encontrado con dificultades".


Sin embargo, la prudencia china no ha hecho descarrilar todas las inversiones importantes, ni tampoco ha recortado las aspiraciones latinoamericanas de financiar las mejoras en la infraestructura tan necesarias. La compañía china de minería Minmetals y la compañía chilena de extracción de cobre Codelco han acordado abrir una nueva mina en un nuevo proyecto conjunto que suministrará cobre a China durante los próximos 20 años. El 18 de julio, la compañía estatal brasileña Petrobrás anunciaba que había acordado vender 12 millones de barriles de crudo a la compañía petrolera china Sinochem International Oil en el marco de un contrato por valor de 600 millones de dólares.

Petrobrás afirma que el mercado chino podría representar hasta un billón de dólares de beneficios al año para la compañía. Tales acuerdos representan lo que Cai llama "inversiones mutuas", en las que compañías chinas compran porciones de los recursos naturales tan necesarios de Latinoamérica, y las compañías regionales, a su vez, logran acceso a un mercado en rápida expansión.  

El consejero Cai explicaba que mientras que el reciente y notorio avance económico de China ha alimentado las esperanzas de muchos latinoamericanos en que China pueda suplir sus necesidades de inversión, las muchas visitas de delegaciones chinas a la región pueden haber hinchado las esperanzas latinoamericanas hasta niveles poco realistas. "Se entiende poco de la realidad de China. Mucha gente habla del ascenso de China, pero no la conocen bien. No creo que el poder de China sea lo que los extranjeros piensan que es", explicaba. A pesar de las garantías de Beijing de que las inversiones son para beneficio económico mutuo y no están vinculadas en ningún sentido a la ideología, los analistas de Washington a Buenos Aires sopesan los posibles efectos ideológicos que la presencia china podría tener en el hemisferio occidental.

"Alguien como Chávez ve a China como el contrapeso a Estados Unidos", explica el Dr. Loser, un nativo de Argentina y ex gerente del Departamento del Hemisferio Occidental del Fondo Monetario Internacional (IMF). "Lo ven como modo de diversificar sus fuentes de influencia".

Pero no todas las compañías latinoamericanas ven la creciente presencia china en la región como algo positivo. Algunas temen que los chinos tengan un plan maestro de una especie de invasión económica, una opinión que según el Dr. Loser es enormemente exagerada.

Según Pieter Bottelier, ex gerente de la Misión Residente de Beijing en la División de México del Banco Mundial, son muchos en México los que temen que China suponga competición directa para las porciones de bienes de fabricación a bajo coste en el mercado norteamericano. Pero el enfoque de Estados Unidos en Oriente Medio y la rígida política exterior hacia Latinoamérica ha dejado a los líderes regionales sin más opción que buscar otros patronos.

La inversión extranjera neta en Latinoamérica ha caído de los 78 billones de dólares en el 2000 hasta 36 billones de dólares en el 2003, según el Servicio de Investigación del Congreso. Y con pocas promesas de crecientes inversiones exteriores de Estados Unidos en el dinero del paquete usual de "guerra contra las drogas", los líderes regionales son audiencias más que entusiastas cuando los chinos hablan de inversiones en infraestructura regionales, que son un bloque comercial importante. "Estados Unidos, como gobierno, ha agotado la financiación de infraestructuras en Latinoamérica desde hace mucho", explica el Dr. Loser. Como suplemento al apoyo norteamericano falto de interés, los latinoamericanos interesados en mejorar las vías ferroviarias, las autopistas, los puertos y los pasos montañosos del Cono Sur han encontrado en China un apoyo a largo plazo para tales proyectos.

"China supone esperanzas para los latinoamericanos de que una nación pobre a la cola puede lograrlo", dice Sanho Tree, miembro del Instituto de Estudios Políticos de Washington, DC. "China es un socio comercial y un benefactor potencial dispuesto a invertir 100 billones de dólares que llegan sin las condiciones usuales adjuntas y sin discursos humillantes desde Washington". "Muchos países de aquí de Sudamérica que se alinean con la izquierda del espectro político están abiertos a buscar patronos alternativos", añade. La posibilidad de esta simbiosis a largo plazo entre China y Latinoamérica preocupa a muchos en Capitol Hill. Ha sido objeto de numerosas audiencias del Congreso.

Hace unos cuantos meses, el presidente del Subcomité del Hemisferio Occidental dentro del Comité de Relaciones Internacionales, el Republicano Dan Burton (R-Indiana), comentó al subcomité en una declaración de apertura titulada "La influencia de China en el hemisferio occidental" el modo en el que veía la situación. "Hasta que conozcamos la respuesta definitiva a la pregunta de si China jugará según las reglas del comercio justo y se responsabilizará en materias transnacionales, creo que deberíamos ser cautos y ver la aparición del poder chino como algo a ser contenido o equilibrado, y quizá ir tan lejos como para considerar las acciones de China en Latinoamérica como la maniobra de una potencia hegemónica en nuestra hemisferio".

El largo camino de China hacia la integración comercial y económica con Latinoamérica apenas acaba de empezar. Las diferencias culturales y las necesidades de acuerdos mutuamente beneficiosos garantizan un ritmo lento. Mientras que aún no está claro si la presencia de China en Latinoamérica representa una amenaza para la seguridad, los observadores de Washington sí que tienen algo por lo que preocuparse. Tras décadas de lo que se percibe como maltrato, los líderes latinoamericanos están dispuestos a escuchar a lo que ven como un patrono condescendiente.

Diario Exterior (España)

 


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