Inteligencia y Seguridad Frente Externo En Profundidad Economia y Finanzas Transparencia
  En Parrilla Medio Ambiente Sociedad High Tech Contacto
Frente Externo  
 
02/10/2005 | La división América-Europa de hoy persistirá

El nuevo abismo entre Europa y Estados Unidos parece seguir ahondarse –aunque los diplomáticos transatlánticos nos aseguren que se ha reducido—a pesar de una herencia común y un supuesto objetivo compartido de democracia global, libre mercado y derrota de los terroristas.

 

Los europeos venden armas a la autocrática China que amenaza a la democrática Taiwan. Dan legitimidad a los terroristas de Hamas y Hezbolá y caricaturizan en alto grado los esfuerzos americanos para democratizar Oriente Medio. Todo esto pasa por el apaciguamiento de Yasser Arafat, el enfrentamiento por el Protocolo de Kioto, el Tribunal Penal Internacional y el uso de las Naciones Unidas para atar de pies y manos a Estados Unidos en la guerra que vino a continuación del 11-S.

¿Qué hay detrás de esta división? ¿Será que Estados Unidos es militarmente fuerte mientras que los ricos europeos se han convertido por voluntad propia en básicamente impotentes? Son los ingredientes clásicos para una envidia profunda.

¿O será que el final de la Guerra Fría trajo consigo el fin de los objetivos compartidos que solían cubrir las rajaduras de las innatas diferencias culturales? Los americanos tienden a desear menos intromisiones del gobierno y más libertad personal. Son más religiosos, agresivos y codiciosos. Los europeos más bien prefieren el estatismo y una igualdad de resultados impuesta. Muchos más europeos son irreligiosos, pacifistas y prefieren interesarse en su ocio que en el progreso nacional o en riqueza personal. Ahora que ya no temen al ejército soviético, tienen poca necesidad de los americanos – o eso creen.

Los partidarios de la vieja alianza transatlántica encogen los hombros y dicen que las cosas mejorarán. Algunos alegan que el estilo vaquero de George W. Bush es el culpable de la actual desavenencia. Con una diplomacia un poquito más astuta y tonos de voz más cálidos – algo como un francófono John Kerry de presidente — podríamos llevarnos tan bien como en el pasado...

¿De verdad? Las relaciones euro-americanas han vuelto por cauces de civilidad y hasta de compromisos compartidos después de los recientes ataques terroristas en Europa, pero nuestra verdadera cercanía probablemente es cosa del pasado. La OTAN está en estado comatoso – una alianza Potemkin sin una misión. Se ha delegado en los americanos que tratan de presionar a los opulentos europeos a comprar unos cuantos aviones para añadir a sus espantosamente débiles fuerzas de combate – que no reflejan en nada la amplia riqueza y población de Europa.

La tambaleante Unión Europea se propulsa mayormente con el antiamericanismo que con el pro-europeismo. Sólo con la unidad viene la esperanza de poder desairar a Estados Unidos con efectividad. En respuesta, es mucho más probable que los americanos vean a Alemania y Francia en menor medida como amigos y más como rivales. Ya que nuestros propios antepasados europeos dominaron la frontera para dar forma a una nación que de muchas maneras es la antítesis de su continente originario, esto no se debe considerar una gran exageración.

La lectura cuidadosa de la historia americana no nos sugiere una sociedad natural afín con Europa. Más bien, nuestro pasado muestra una antipatía frecuente, marcada varias veces con hostilidades violentas: La más recientes en 1898, 1914 y 1941. A diferencia de la especial sociedad británico-americana, la solidaridad entre Estados Unidos y la Europa continental ha sido más una excepción de la Guerra Fría que una regla. Por 50 años, Estados Unidos se quedó en Europa dedicado especificamente a asegurar que las riñas intercontinentales no volviesen a cobrarse sangre americana nunca más. La Unión Soviética sirvió como un tipo de Persia antigua –un coloso enemigo que hacía que ciudades-estado griegas que rivalizaban se volvieran aliadas por un tiempo hasta que la amenaza común desaparecía y sus innatas sospechas regresaban.

Estados Unidos se está convirtiendo rápidamente en una nación universal. Tiene una inmigración contínua, una sociedad democrática, una asimilación étnica y racial, una cultura popular común, el sistema de la meritocracia y sueños materiales compartidos, todo esto ha creado americanos iguales y unidos salidos de casi todas las tribus y las razas del mundo. Europa, por más que hable de su ficción socialista, es una sociedad estrecha y con conciencia de clase, plagada de minorías sin asimilar. Es difícil imaginar un Colin Powell, un Alberto Gonzáles o una Condoleezza Rice a cargo de ministerios claves en Francia, Italia o Bélgica.

Para 4 de cada 10 americanos de hoy, sus orígenes físicos y espirituales no tienen nada que hacer con Europa, son retoños de Asia, Latinoamérica o África. Las realidades demográficas y de inmigración hablan de que nuestros supuestos lazos de sangre con Europa seguirán debilitándose. Nos guste o no, cada día más hay americanos que a los que les importa menos Europa y se preocupan más por China, Corea, México, India y las Filipinas. La enseñanza de los idiomas francés, alemán e italiano decrece mientras que la del español y el chino va en aumento.

La tensión entre los estados rojos y azules en Estados Unidos reflejan una divergencia similar entre América y Europa. A medida que Estados Unidos se convierte en más conservador, ve como Europa se convierte cada día más en un extremista San Francisco o Massachusetts, no en un Grand Rapids o un Ohio que representa a la mayoría dominante. Las intromisiones retóricas de Europa en nuestras recientes elecciones presidenciales confirmaron que los europeos a menudo suscriben agendas que fastidian a los americanos – pacifismo, laicismo radical, ecologismo utópico, apoyo ciego a la ONU, atención sanitaria socializada, manejo gubernamental de la economía, redefinición del matrimonio, vociferantes derechos abortistas y eutanasia sin restricciones.

A veces los europeos nos tontean con sus superávits comerciales, un euro fuerte y grandes programas gubernamentales. Pero bajo esa superficie subyace entre las sombras un alto nivel de desempleo, un pobre crecimiento y crisis demográficas que amenazan con desquiciar la utopía socialista del continente. Como los recientes referéndums de la UE sugieren, el futuro traerá enormes tensiones a medida que el noreste europeo, que paga ya cuantiosos impuestos, transfiera gigantescas cantidades de capital para subvencionar la integración de europeos más religiosos, más nacionalistas mucho más cerca del daño latente de la frontera islámica y asíatica. ¿Sentirá un belga o un danés verdadera afinidad nacional con un distante búlgaro, ucraniano o turco en los años venideros?

La diferencia entre la riqueza material de americanos y europeos es ahora marcada y creciente: Los americanos gozan cada vez más de casas más grandes, más coches, más electrodomésticos, comida y energía más barata, asistencia sanitaria más avanzada y mayores ingresos disponibles. Un visitante europeo que vino a mi finca recientemente, miembro de la clase profesional y rica, estaba atónito cuando le mostré las nuevas casas en los suburbios y los múltiples coches de la primera generación de inmigrantes de México que viven en las cercanías – en la sección más pobre de uno de los condados del interior más pobres de la California rural. “¡Parecen más ricos que yo!” exclamó. En un sentido global, lo son, sin tener bonos de tren subvencionados, guarderías pagadas y vacaciones de seis semanas garantizadas por el Estado.

Algunos atlantistas aceptarán que estos problemas son endémicos pero nos asegurarán que los problemas de Europa se corregirán por sí mismos, que más reformistas conservadores finalmente volverán a conseguir el poder e imitarán las revoluciones de Reagan y Thatcher para reducir la generosidad gubernamental y promover una renovada confianza en el individuo – tomando nota además que tenemos el mismo enemigo en el fascismo islámico. Nada en la historia europea hace presagiar que una respuesta moderada a los males actuales sea probable.

La frustración popular debido al terrorismo islámico y a las minorías sin asimilar puede crecer y los europeos pueden cansarse de apaciguar a mulás y terroristas extremistas, optando por comenzar a buscar una oposición ética basada en poder militar real. Unos cuantos políticos pueden advertir de los peligros de una futura Europa de un trabajador por jubilado, de una sociedad pagada de sí misma en la que los niños, las fraternidades religiosas y el trabajo duro son vistos como cosas retrógradas o caricaturizados como algo americano.

Pero es también muy probable que cualquier contrarreacción europea sea infructuosa. En lugar de buscar una asimilación más al estilo americano y matrimonios interraciales, los críticos podrían prescribir el estricto aislamiento de minorías islámicas. El rearme puede hacer que Europa se vuelva más hostil en vez de promover unidad occidental. Lo que Europa necesita – horas más largas de trabajo, menores subsidios, mayor transparencia y flexibilidad económica— podría ser recibido por las masas no como medicina necesaria sino como una vil fabricación que los odiados competidores americanos les hacen tragar a la fuerza.

¿Qué es lo que Estados Unidos puede hacer para mitigar el enfriamiento venidero? Varias cosas como:

· Retirar todas las tropas que sea posible del continente ya que no es perjudicial para las responsabilidades globales de Estados Unidos. Eso recordará a los europeos que la retórica antiamericana tiene consecuencias y que la patología de la actual relación adolescente-padre debe acabar por el bien de ambas partes.

· Permitir a los disidentes que puedan inmigrar rápidamente a Estados Unidos. Dar la bienvenida a gente de Europa que desee unirse a la experiencia americana enviará a las élites europeas un poderoso recordatorio: Que había razones para que su propia gente dejase sus costas en primer lugar. Consideraciones especiales en cuestiones de inmigración amigable para los europeos debería reemplazar las alianzas militares que solían unirnos.

· Cultivar calladamente amistades con los países de Europa del Este y alentar relaciones más cercanas con países que hayan mostrado tener intereses comunes con Estados Unidos como Gran Bretaña, Dinamarca, Holanda e Italia, cada uno de ellos tiene razones para andarse con cautela por lo del eje franco-alemán. Al mismo tiempo, confiar más en nuestros cordiales lazos con Japón, Taiwán, India y Australia, cuyas sociedades democráticas, poblaciones seguras y temores legítimos por culpa de una China armada por Europa, se igualan a nuestra sociedad.

· Debemos mantener en mente a Europa en todo lo que concierne la reforma de la ONU. La Unión Europea merece un veto colectivo en la ONU que encaje en su nueva categoría de nación transcontinental, no votos múltiples como en la actualidad. India y Japón deben sentarse con todo derecho en el Consejo de Seguridad junto al unitario voto europeo. Y deberíamos presionar por una asamblea general compuesta por gobiernos electos en vez de la presente mezcla de democracias y regímenes espurios que a menudo miran hacia Europa en busca de tolerancia, subvenciones y moderno antiamericanismo.

· Finalmente, debemos buscar a europeos pragmáticos que estén cansados de lo de costumbre y quieran reformar su unión de forma que promueva la afinidad americana. Los hay, están por allí, pero están abrumados en casa e ignorados por los progres americanos de nuestras universidades, corporaciones, el Departamento de Estado y de otros sitios. A través de programas gubernamentales, fundaciones, enlaces militares, intereses compartidos de negocio y intercambios a nivel local de la organización política debemos contactar directamente con los muchos millones de europeos que comparten ideales americanos, pero que no tienen manera de expresarlos en un continente dominado por una pequeña clase de élites arrogantes. .


Victor Davis Hanson es un prestigioso historiador militar, escritor y columnista sindicado de Estados Unidos. Actualmente es especialista investigador del Hoover Institution

©2005 Victor Davis Hanson ©2005 Traducido por Miryam Lindberg

Grupo de Estudios Estratégicos (España)

 



Otras Notas del Autor
fecha
Título
15/02/2005|
15/02/2005|
18/01/2005|
18/01/2005|
18/12/2004|
18/12/2004|

ver + notas
 
Center for the Study of the Presidency
Freedom House