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05/04/2010 | Argentina - Randazzo tiene razón

Carlos Mira

Es muy cierto lo dicho por el ministro del interior, Florencio Randazzo, en otro capítulo de la etapa declarativa sobre la inflación en la que ha ingresado la Argentina. El ministro dijo que “los empresarios tienen que invertir para aumentar la oferta”. Por fin una declaración que va de la mano de la lógica económica; por fin algo de sensatez entre tanta palabra ignorante.

 

Es absolutamente cierto que los empresarios tienen que invertir para que la oferta de bienes y servicios aumente y con ello, sin afectar la demanda, los precios se estabilicen, bajen en muchos casos, y el poder adquisitivo de los salarios se recupere. Es la forma real y efectiva de atacar el mal, sin barrer la basura debajo de la alfombra, sin engañar y sin embarcar al país en una carrera suicida entre los salarios y los precios.

Lo que seguramente olvidó Randazzo es que los empresarios deciden invertir en lugares jurídicamente seguros, culturalmente amigables y en donde se los mire no con reverencia pero si con cierto reconocimiento de que gracias a sus decisiones, a los riesgos que toman y al dinero que inmovilizan, se genera trabajo, confort, más producto, más posibilidades y mejor nivel de vida.

¿Y quién genera las condiciones para que un determinado lugar sea jurídicamente seguro, culturalmente amigable y sociológicamente reconocido? Por supuesto, el gobierno. Es el gobierno el que con el perfil que le impone al país atrae o ahuyenta las inversiones. Que las inversiones son necesarias para aumentar la oferta y con ello atacar verdaderamente la inflación, no hay duda. De lo que se duda es si Randazzo y su gobierno estan dispuestos a hacer lo que hay que hacer para provocar en los empresarios dueños de los recursos el estado mental mínimo que los dirija a tomar decisiones que los hagan atornillar su liquidez aquí.

¿Usted cree, Randazzo, que un empresario, para aumentar la oferta, traería su dinero a un país en donde el gobierno promueve una modificación a la ley de quiebras según la cual, por el principio de la “continuidad productiva” un conjunto de “trabajadores” (que de “trabajadores” solo tienen el nombre porque en realidad son activistas políticos) se le puede quedar con la empresa con la invalorable colaboración de Estado?

La familia Zanón, por ejemplo, alguna vez confió en el país. Habrá respondido al llamado de algún “Randazzo” de la época o habrá creído en la honestidad y en la franqueza de algunos funcionarios argentinos que también los convocaban a invertir. Invirtieron. Invirtieron millones de dólares aquí. Hasta que comisiones internas radicalizadas de su empresa en Neuquén produjeron, con un trabajo de hormiga, un boicot tan paralizante para las operaciones de la compañía que ésta se dirigió a la quiebra. Los gobiernos socialistoides de la Argentina corroboraron el asalto, expropiaron la empresa y se la entregaron a aquellos delegados que hoy la explotan junto a las madres de Plaza de Mayo, recibiendo más de $ 10 millones por mes de subsidios. ¿Si usted fuera un Zanón, invertiría en la Argentina para aumentar la oferta, Randazzo?

O tómese el caso de la Ley de Medios. ¿Invertiría una persona en un país en donde por ley se le obliga al propietario de una determinada empresa a vender sus activos en un plazo perentorio contra su voluntad? Esa persona no había robado lo que le pertenece. Lo adquirió con inversión. Con ese tipo de inversión que pide Randazzo. Pues bien, al poco tiempo y retroactivamente se lo obliga a desinvertir aun cuando el inversor no tenga ninguna voluntad de hacerlo. ¿Llevaría usted, Randazzo, sus millones a un lugar con tal desprecio por el derecho de propiedad?

Y que no se diga que el caso de la ley de medios es algo especial por las circunstancias que lo rodean, porque los inversores no discriminan qué derecho de propiedad es atacado. Simplemente se concentran en averiguar qué tanto se lo respeta, independientemente del orden de actividad que lo afecte. Aun alguien que piense en invertir en la Argentina para instalar una fábrica de sillas se alarmará al ver cómo los dueños de los medios deben vender sus posesiones sin que voluntariamente quieran hacerlo.

Vayamos un poco a la sociología. ¿Se sentiría cómodo, Randazzo, en un lugar en donde encima de que su derecho de propiedad es puesto en peligro a cada paso, encima se lo enfrenta socialmente con otros sectores sociales a los que se los convence de que ud es el responsable de sus penurias?

¿Le gustaría ser señalado como el que inhumanamente aumenta los precios para explotar a los pobres?

Es cierto que los empresarios deben aceptar riesgos. Es más, de eso debería tratarse su vida. Pero hay una diferencia entre aceptar riesgos y ser un temerario. Nadie en su sano juicio vendría a un país en donde la agencia federal de impuestos puede utilizarse como un arma de presión política o donde un secretario de comercio desarrolla sus “conversaciones” con los empresarios con armas de fuego sobre la mesa. Nadie tampoco vendría a un país que no duda en utilizar espeluznantes mecanismos de inteligencia para presionar personas y lograr por el apriete lo que no lograría por la razonabilidad natural de las cosas.

Tampoco es posible imaginar a los dueños líquidos de los recursos pelearse por venir a un país en donde el poder opera a los jueces, diciendo en público quién es la pareja de quién, o qué hizo el padre de algún juez en el pasado. Esas son bajezas que a la previsibilidad del dinero no le gustan.

Del mismo modo es poco estimulante a la inversión que el país haya cambiado 4 signos monetarios en los últimos 40 años. Un dólar norteamericano al terminar la Segunda Guerra Mundial costaba $ 4.30 moneda nacional. Ese mismo dólar costaría hoy $ 38.800 millones de la misma unidad monetaria. No se puede ser tan guaso para hacer negocios. Con ese tipo de desborde el país puede aspirar a atraer especuladores y vivarachos varios, pero no verdaderos empresarios.

De modo, Randazzo, que no se puede estar más de acuerdo con su declaración de que los empresarios deben invertir para que la oferta aumente. Pero nada de eso ocurrirá mientras su gobierno mantenga el perfil económico, cultural y sociológico que lo ha caracterizado hasta ahora y que nada indica que vaya a cambiar.

Economía Para Todos (Argentina)

 


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