Quiere decir que no saben nada de las armas suecas compradas por Venezuela y que aparecieron en manos de las FARC ni tampoco saben nada sobre lo que revelaron los cientos y cientos de documentos de la computadora del abatido líder guerrillero Raúl Reyes. ¿No les llegó, además, ningún dato sobre todos los esfuerzos de Chávez para quitar a las FARC de la lista de organizaciones terroristas y las innumerables declaraciones hechas por el mandatario en solidaridad o para defender a los narcoterroristas colombianos? ¿No tienen ninguna información sobre la colaboración gubernamental venezolana con la ETA y con las FARC, tema que se ventila en estos días en la justicia española? Es de esperar que para enterarse de este último tema, Putin no haya hecho lo de Evo Morales, que fue a preguntar quién era Orlando Zapata a la embajada de Cuba, y haya ido por información con el canciller español, Miguel Ángel Moratinos.

Si esos fueron sus pasos, sin duda Moratinos le habrá dicho que no hiciera caso a detalles menores —como le dice a las Cortes— y se ocupe de venderle lo más que pueda a Hugo Chávez, que para eso éste cuenta con todo el dinero de los venezolanos.

De todas maneras, el ministro ruso debería poner atención, porque para tener algún éxito en su lucha contra el terrorismo local tendrá que ajustar sus servicios de información e inteligencia. Si no, está frito.

Los que a su vez deberían de inquietarse, incluso más que Putin, son los venezolanos, y no por la ineficiencia de los “agentes secretos” rusos, sino por lo costoso que les sale la política de Chávez para “ganar amigos”.

Sería mucho más económico que leyera a Dale Carnegie y no perdiera el tiempo con Chomsky.

Con los rusos, Chávez comprometió compras por 5 mil millones de dólares. Además, puro armamento, el que, llegada su anunciada guerra con Estados Unidos no le va a servir de nada, mientras los venezolanos siguen sin luz, sin agua, escasean los productos básicos, las carreteras están destrozadas, cada vez hay más mercados negros de lo que sea, cae la economía y lo único que crece es la censura.

Y no sólo son los gastos y el continuo despilfarro de las riquezas venezolanas, sino que están los “acuerdos” a futuro, (Brasil, Rusia, España, Irán, Cuba) de los que se conoce muy poco y comprometen el porvenir de Venezuela. Después, aunque el mandatario Hugo Chávez no esté, les van a exigir que los cumplan; son “acuerdos soberanos”.

Les puede pasar como a los paraguayos con la represa hidroeléctrica de Itaipú, de la que están obligados a prácticamente regalarle buena parte de su producción a los brasileños —lo que Lula ha corregido muy poco—, merced de un acuerdo firmado por el dictador Alfredo Stroessner. Éste al final cayó, pero vivió el resto de su vida en un exilio dorado instalado, lógicamente, en Brasilia, mientras los paraguayos siguen luchando en defensa de lo que es legítimamente suyo.

Con Chávez parecería que es peor, porque son muchos y cada vez más los acuerdos tipo Itaipú que firma y compromete en nombre de Venezuela.

**El autor es Miembro Consultivo de la Sociedad Interamericana de Prensa y del Comité Coordinador Mundial de Libertad de Prensa