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11/10/2005 | Parábola de la corrupción

Isidro H. Cisneros

La discusión sobre la corrupción que existe en el interior de nuestra sociedad abierta por la investigación "Diagnóstico sobre el Impacto del Fraude y la Corrupción en Pequeñas y Medianas Empresas" realizada por CEI Consulting & Research plantea diferentes problemas en el ámbito social y político.

 

Más allá de la exactitud de los datos hechos públicos, el primer problema que salta a la vista se refiere al ámbito de la sociedad civil donde, según dicho estudio, la corrupción forma parte de nuestra vida cotidiana en grado tal que cada persona en nuestro país debe desembolsar anualmente en promedio 8 mil pesos para el pago de "mordidas".

Esta enorme cantidad representaría 12% del Producto Interno Bruto generado por el país y que se estaría perdiendo cada año por actos públicos y privados de corrupción. La corrupción iniciaría a muy temprana edad, se
calcula que a los 12 años, lo que representa una profunda erosión de la cohesión y los valores sociales, y así se concluye que la corrupción representa un mal endémico que afecta prácticamente al conjunto de la sociedad.

La democracia no es solamente un conjunto de instituciones, mecanismos y estructuras para tomar decisiones políticas sino que va más allá al representar una cultura de la convivencia social. La democracia exige para su funcionamiento una ética y un discurso público sobre los fines que persigue entre los que destacan el establecimiento de una cultura cívica y la formación de buenos ciudadanos.

El segundo problema que se presenta cuando se habla de corrupción se refiere a la clase política. En este campo observamos un "espectáculo de la política" en donde lo único que se le presenta al ciudadano es una secuela de corrupción, tráfico de influencias, encubrimientos e ineficiencias y toda una serie de vicios que creíamos en vías de estar desapareciendo de nuestra transición política.

Hechos recientes como los de Bejarano, Pemexgate o Amigos de Fox muestran las debilidades éticas de nuestro proceso político. Analizando el esplendor y la decadencia de los Estados, el gran historiador griego Polibio tenía
razón cuando afirmaba que todo Estado puede sucumbir de dos maneras: una por factores externos y otra, quizá más importante, por factores internos. Ambos aspectos pueden incidir en la grandeza o en la miseria de los sistemas políticos. Entre los factores externos encontramos variables que pueden influir en la estabilidad de los sistemas políticos, por ejemplo la onda de malestar económico-social que recurrentemente asoma en el horizonte latinoamericano. Entre los factores internos aparecen la corrupción política, la incapacidad y la degradación ética de las clases dirigentes.

Ambos factores, externos e internos, resultan decisivos en la estabilidad del sistema político en su conjunto. Los factores internos son importantes porque determinan el modo de interacción democrática o autoritaria entre los actores políticos. El sistema institucional y la cultura política que produjo durante décadas el PRI generó la idea socialmente aceptada de que la corrupción en México era más bien un acto delictivo aislado: era corrupto el
individuo pero no el sistema en su conjunto.

Hoy en plena transición democrática pareciera que la corrupción social y política ha ganado la batalla, que no reconoce afinidades ideológicas y que incluso se encuentra fuertemente arraigada en nuestra cultura y en nuestro quehacer cotidiano. Debemos reconocer el hecho positivo de que la opinión pública muestra cada vez mayor interés por los defectos de funcionamiento del régimen político, representados no sólo por la corrupción sino también por las indecisiones de gobierno y por el diversificamiento de los errores. México vive hoy un pluralismo político inusitado y nuestra configuración institucional resulta ineficaz para enfrentar las nuevas exigencias para la rendición de cuentas y la transparencia del poder.

El desafío es reformar al sistema social y político en su conjunto construyendo una nueva cultura de la legalidad democrática para crear ciudadanos y consolidar instituciones que sepan defender los derechos de todos siempre por la vía legal. La necesidad de reformar a nuestro sistema político parte de la urgencia por construir una nueva legitimidad que repose en la legalidad. El estado de derecho debe persistir independientemente del partido que se encuentre en el gobierno. El fenómeno de la corrupción política aparece cuando alguien a quien se ha encomendado un mandato público incumple sus obligaciones a cambio de ventajas personales.

El político se encuentra vinculado moral y jurídicamente a las obligaciones que derivan de una ética de la función pública. La corrupción conlleva a una pérdida de confianza en las instituciones y en este sentido es el "arma de la mediocridad" porque destruye los vínculos de solidaridad, disminuye los niveles éticos y culturales de una sociedad y a largo plazo impide incluso la estabilidad política. Por ello no debe perderse de vista que la lucha contra la corrupción es siempre necesaria y que la democracia requiere de una alta moralidad profesional y de un código de comportamiento civil de gobernantes y gobernados.

Isidro H. Cisneros es Investigador de la Flacso-México

 

El Universal (Mexico)

 



 
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