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13/10/2005 | El cambio de dirección de Taiwán

Justin Logan

Durante los últimos cuatro años, la administración de Bush le ha rogado continuamente a Taiwán para que compre un paquete especial de armas de $18 mil millones diseñadas para defenderse en contra de una amenaza china. Debido en gran parte al obstruccionismo incesante por parte de la coalición “pan-Blue” de la oposición, Taiwán ha fracasado en aprobar este presupuesto especial. Si EE.UU. falla en presionar seriamente a Taiwán—mediante presiones diplomáticas—Taiwán continuará mostrándose reacio a auto-defenderse, dándole ínfulas a China, lo cual pondría en peligro la seguridad tanto de Taiwán como la de EE.UU.

 

Taiwán se encuentra discutiblemente en el ambiente de seguridad más precario del mundo. Está situado a alrededor de 100 millas de la monstruosa República Popular de China, la cual está apuntando una considerable campaña de modernización militar al pequeño Taiwán. En vista de esta terrible amenaza, Taiwán ha mostrado una negligencia sorprendente de su propia defensa, y no sólo con respecto al presupuesto especial que se negó a aprobar. A lo largo de los últimos cinco años, el gasto general en defensa ha sido reducido por alrededor de un 25 por ciento, hasta llegar a un anémico 2.4 por ciento del PIB.

La razón por la cual tiene el lujo de hacer esto, de acuerdo el experto taiwanés James Mulvenon, es la creencia de Taiwán en una “carta blanca de apoyo militar por parte de EE.UU.”

Desafortunadamente, la administración de Bush no ha convencido a Taiwán de que no tiene una carta blanca de EE.UU. Al negarse a colocar la fuerza adecuada por detrás de las negociaciones sobre el presupuesto especial, la administración ha dado a entender que está preparada para soportar la indefinida procrastinación de Taiwán. Sin una presión estadounidense más seria, el gobierno taiwanés puede que continué reduciendo su gasto en defensa, aún mientras aumenta considerablemente el gasto social.

La administración parece estar calentando las cosas. Edward Ross, un oficial de alto rango del Pentágono, dio a Taiwán una alerta severa hace tres semanas. El Sr. Ross les dijo a los oficiales de defensa de Taiwán en un encuentro en San Diego que, “Nosotros no podemos defenderlos si ustedes no se pueden defender a sí mismo”. Mientras que aquello fue una medida que ayuda, hay varias tácticas adicionales que la administración pudiera utilizar si Taiwán continúa negándose al presupuesto especial.

Por ejemplo, en abril del 2001 el Presidente Bush prometió hacer “lo que sea necesario para ayudar a Taiwán a que se defienda a sí solo”. Lo que los taiwaneses parecen haber escuchado es “lo que sea necesario para defender a Taiwán”. El presidente debería aclarar lo que su comentario significaba en el contexto del atascado presupuesto especial.

El peligro más preocupante es que la fuerza militar de Taiwán se vuelva cada vez más irrelevante. Durante los 90s, Taiwán hizo esfuerzos serios para mantener su propia fuerza robusta, moderna y disuasiva—incluyendo la aviación para combate, las embarcaciones navieras, y otras medidas diseñadas para hacer del intento chino de retomar a Taiwán prohibitivamente costoso. Por contraste, la actual táctica de Taiwán enfatiza el prospecto de la acción militar estadounidense, en vez de fortalecer su propia capacidad de prevenir un ataque chino.

Extrañamente, esta táctica ha desarrollado un curioso grupo de respaldo en EE.UU. Los analistas neoconservadores Gary Schmitt y Dan Blumenthal recientemente escribieron una larga apología por el gasto en defensa de Taiwán para el Wall Street Journal. Su colega, Thomas Donnelly, protestó durante una audiencia reciente en la Comisión de Observación de las Relaciones entre EE.UU. y China que Taiwán gasta más en su defensa por cabeza que lo que gasta el aliado de EE.UU., Alemania. Al mismo tiempo, estos analistas respaldan medidas muy provocativas, tales como mandar oficiales de alto rango estadounidenses a Taiwán para coordinar con las fuerzas militares de Taiwán—una movida que de seguro enfurecería a Beijing.

Tales ideas son peligrosamente mal concebidas. Implicar que la inacción de Taiwán es aceptable, o comparar la situación con aquella de Alemania—un país que no enfrenta ninguna amenaza militar notable—solo incentiva la falta de seriedad por parte de Taiwán con respecto a su propia defensa. EE.UU. está comprometido por el Acto de Relaciones con Taiwán de 1979 a continuarle vendiendo armas defensivas a Taiwán, y debería continuar haciéndolo. Pero si Taiwán no puede llegar a un consenso sobre la naturaleza de la amenaza china, la administración de Bush tal vez indique que—como el Representante Ron Simmons, Republicano de Connecticut, lo hizo recientemente—aquella obstaculización del presupuesto especial “le dice a EE.UU….que el liderazgo de Taiwán no es serio con respecto a la seguridad de sus personas o de su libertad”. Tal lenguaje podría ayudar a que las cosas progresen.

Y Taiwán no debería creer que la potencial acción estadounidense sería una panacea si surge un conflicto en el Estrecho de Taiwán. La doctrina china con respecto a Taiwán reconoce el riesgo de la intervención estadounidense. Como resultado, está basada alrededor del prospecto de decapitar el régimen taiwanés y presentarle a una fuerza estadounidense recién llegada con un hecho cumplido: ¿Quisiera EE.UU. atacar a un Taiwán ocupado por China con la esperanza de derrotar a los chinos y reinstalar al gobierno taiwanés? En tal caso, las grandes garantías de seguridad estadounidenses serían de poco consuelo para un Taiwán en gran parte indefenso. La isla necesita tomar el liderazgo para protegerse a sí misma.

Este artículo apareció originalmente en el Washington Times el 26 de septiembre del 2005.

Traducido por Gabriela Calderón para Cato Institute.

El Cato (Estados Unidos)

 



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