Durante años, el duhaldismo controló la provincia de Buenos Aires con su aparato y repartiendo plata. Basta recordar el famoso Fondo de Reparación del Conurbano Bonaerense que le concedió Menem para que fuera gobernador. Su esposa, a la cabeza de las famosas manzaneras, repartía la plata de los contribuyentes como si fuera Papá Noel. ¿Qué quedó de todo eso? Que a pesar de tanto poder, plata y aparato político, los Duhalde parecen estar en extinción como polo de poder.

¿Sorprende? No, porque lo mismo les pasó a Alfonsín, a Menem y a De la Rúa. Todos creyeron que el manejo de la caja otorgaba el poder y que el poder aseguraba la victoria indefinidamente. Grave error, porque si uno es ineficiente a la hora de dictar políticas públicas de largo plazo, el poder resulta ser lo más efímero que hay. El listado de estrellas fugaces en el firmamento político argentino es interminable. Además de los mencionados, recuerdo los nombres de Graciela Fernández Meijide, Carlos “Chacho” Álvarez, José Luis Manzano y tantos otros que se creyeron que todos los problemas del país se solucionaban porque un domingo cada tanto se abrían las urnas. Nunca entendieron que contar votos es un trámite y que la famosa frase de Alfonsín “con la democracia se come, se cura y se educa” reflejaba la falta de capacidad e ideas en su máxima expresión. Con la democracia no se come, no se cura ni se educa. Con la democracia se elige pacíficamente. Es con políticas públicas idóneas que se come, se cura y se educa.

A las 10.30 de la noche del domingo todos están haciendo cuentas sobre cuántos diputados tendrá cada uno en el Congreso de la Nación. Con los datos disponibles hasta el momento, pareciera ser que Kirchner, a pesar de tener más votos que en 2003 (dependiendo de cómo se los compute), no va a tener mayoría propia en la Cámara de Diputados. Es decir, el poder que tuvo al inicio de su mandato con el apoyo del duhaldismo en el Congreso ya no aparece tan claro. Con más votos, menos autonomía.

Pero hay un punto fundamental a considerar. Ya votamos y cada uno dirá que es un claro ganador. Sin embargo, los votos, que son un mecanismo pacífico de elección de administradores, no resuelven los problemas por sí solos. Por ejemplo, ¿tener más o menos diputados, senadores o votos resuelve por sí solo el problema de la inflación creciente? La respuesta es un categórico no. Si el gobierno sigue ordenándole al Banco Central que emita moneda para sostener el tipo de cambio en niveles artificialmente altos, la inflación va a seguir aumentando.

Otro ejemplo: Kirchner tendrá que negociar en Diputados por falta de mayoría propia. Supongamos que logra el apoyo del duhaldismo, algo que no es descartable en el comportamiento político argentino. ¿Significa esto que el país va a recibir un aluvión de inversiones? La respuesta es un categórico no si las políticas públicas siguen conspirando contra la más elemental racionalidad económica.

Desde el punto de vista de la economía, Kirchner no tiene solucionado ningún problema luego de las elecciones. Los problemas pendientes son los mismos: inflación creciente; ausencia de inversiones en el volumen necesario para salir del estancamiento; tarifas de los servicios públicos que tendrán que ser aumentadas en algún momento si es que queremos seguir teniendo luz, gas, teléfonos, entre otros; una legislación laboral que no incentiva la contratación de personal y un sistema impositivo que es caótico.

Kirchner se ha pasado casi dos años y medio barriendo la basura debajo de la alfombra. Puede seguir barriendo por un tiempo más, pero si no se apura a reaccionar, la basura lo va a tapar a él y a todos nosotros, de la misma forma que tapa a los cartoneros, ese nuevo tipo de trabajo surgido del modelo productivo de Duhalde.

Al igual que Menem, Alfonsín y De la Rúa, todo parece indicar que Duhalde ya fue. Kirchner, con los datos que dispongo al momento de escribir esta nota, no puede mostrar una victoria categórica y, encima, tiene todos los problemas mencionados anteriormente pendientes de resolución. Si no se apura a reaccionar, va seguir el mismo e inexorable camino que siguieron los que lo precedieron en el cargo, particularmente su mentor, Duhalde.