El PackBot, un robot especializado en desactivar bombas de fabricación casera, se paseaba hace unos días por los vetustos salones del Army and Navy Club, un club para militares activos y retirados situado a cuatro pasos de la Casa Blanca.
Entre cuadros de viejos generales y ante los ventanales que dan a la céntrica
Farragut Square, volaba un artilugio de porexpán negro, parecido a una maleta y
dotado de una cámara. Era un prototipo de robot espía que los soldados podrán
usar en la zona de guerra para infiltrarse en calles o edificios peligrosos
antes de asaltarlos.
Medio centenar de científicos, funcionarios y expertos se habían reunido para
debatir sobre las guerras del futuro. Y una cosa quedó clara para muchos de los
asistentes: aquellas máquinas que paseaban por los salones del club son el
futuro de las fuerzas armadas de Estados Unidos. De hecho, ya son el presente.
Estados Unidos utiliza tanto en Iraq como en Afganistán miles de robots. Como
explica Peter Singer, uno de los mejores conocedores de la guerra robótica,
citando a un alto cargo militar, en las próximas guerras este país utilizará
"decenas de miles".
En el último decenio, desde los atentados del 11-S, la superpotencia ha
experimentado un boom de la industria robótica. Algunos expertos creen que el
momento actual es similar al de la invención del automóvil a principios del
siglo XX, a la revolución informática de los años ochenta o a la bomba nuclear
al final de la Segunda Guerra Mundial. Los robots se encuentran en la fase
infantil. Pero el ejemplo de la bomba nuclear ilustra los riesgos
que entraña una tecnología que, según Singer, puede acabar con el monopolio
humano de la guerra.
En bases del estado de Nevada, hay militares que
pilotan delante de un ordenador aviones robóticos que bombardean a líderes
insurgentes islamistas a miles de kilómetros de distancia. Cuando termina la
jornada laboral, regresan a cenar a casa con sus familias. Son soldados en
guerra, pero sin pisar la guerra de verdad. La hipótesis de un veinteañero
ducho con el joystick o el ratón y adoptando a distancia decisiones de vida o
muerte inquieta a las organizaciones de derechos humanos. El peligro es que
para potencias como Estados Unidos cada vez sea más fácil ir a la guerra, que
la guerra se trivialice.
"Una de las cosas que hacen que se nos tome
en serio es que enviemos a soldados sobre el terreno", dijo en el citado
coloquio el mayor general de los marines Robert Schmidle jr. Otro ponente, el
ensayista Robert Wright, autor de La evolución de Dios,sugirió que los ataques
con robots sin riesgo alguno para el agresor pueden "hacerle el juego al
relato de los terroristas" como víctimas indefensas de una superpotencia
sin rostro, cobarde. El uso de terminators no sería la mejor propaganda para
EE.UU.
Aunque los robots estén bajo control humano y,
según los expertos, lo estarán aún durante décadas, el debate sobre su
autonomía está abierto. Un robot puede hoy actuar tal como está programado y
actuar a menos que el humano lo detenga. ¿Quién es responsable de los crímenes
de guerra que pueda cometer? ¿El muchacho que lo guía desde Nevada? ¿El
fabricante? "Los sistemas no pilotados embarran las aguas que envuelven
los crímenes de guerra", escribe Singer en Wired for war,el libro de
referencia sobre la revolución robótica.
En el Navy and Army Club de Washington, bajo la
mirada atenta del PackBot, Fred Kaplan, periodista especializado en cuestiones
militares, relativizaba el impacto de los robots. Kaplan recordó que a
principios de los años noventa, tras la guerra del Golfo, y después con la
guerra de Kosovo, ya se vaticinaba que todas las guerras se harían con bombas
inteligentes.Pero en Iraq y en Afganistán la guerra de toda la vida - valle a
valle, casa a casa, cuerpo a cuerpo-ha vuelto, y "estas cosas (los robots)
se han usado ante todo para apoyar a las fuerzas de tierra. Los robots no
sustituyen el matar y morir - añadió-. La guerra siempre será la guerra".
Reprimenda para los pilotos virtuales
Un informe de las fuerzas armadas de EE. UU. publicado ayer revela los riesgos
de la guerra robótica. El informe intenta aclarar por qué un helicóptero
estadounidense mató a 23 civiles en Afganistán el 21 de febrero.
La conclusión
apunta como responsables del error a seis militares de EE. UU. Uno estaba sobre
el terreno, pero el resto se encontraba en la base de la fuerza aérea de
Creech, en el estado de Nevada, a miles de kilómetros. Desde allí manejaban un
avión no pilotado Predator en Afganistán mediante el cual localizaban objetivos
e informaban a los militares sobre el terreno. Ese día la información fue
errónea: los pilotos virtuales avisaron de la presencia de un convoy con
adultos con actitud sospechosa e ignoraron los indicios de que podía haber
civiles.
Los seis militares han recibido una reprimenda. Uno de los
interrogantes legales que plantea este tipo de guerra es si estos militares son
combatientes y, en consecuencia, se exponen a una respuesta de sus enemigos,
aunque vivan en Nevada.