Los liberales de derecha y la socialdemocracia han empatado esta noche en las elecciones generales en Holanda. Según los sondeos a pie de urna, ambos obtendrían 31 escaños en un Parlamento de 150. De confirmarse estos resultados, será muy difícil formar una coalición estable. Las dos formaciones mantienen posiciones opuestas en sus políticas económicas, y necesitarían a los Verdes (11 escaños) y liberales de izquierda (10 escaños) para gobernar.

El líder liberal, Mark Rutte, y el socialdemócrata, Job Cohen, ex alcalde de Ámsterdam, han chocado durante toda la campaña electoral. Ahora pueden verse obligados a tratarse como iguales. "Somos el partido de la reforma, el optimismo y la esperanza y queremos sanear la economía", dijo Rutte ante sus seguidores. "Hemos perdido algo de peso, pero la pugna que nos aguarda será emocionante", contestaron los socialdemócratas.

La auténtica vencedora de los comicios, siempre según los sondeos, sería la derecha xenófoba de Geert Wildes, que pasaría de 9 a 22 escaños. Por el contrario, la democracia cristiana del primer ministro saliente, Jan Peter Balkenende, se hundiría y pasaría de 41 a 21 asientos. Nada más conocer los resultados, este anunció su dimisión como líder de su partido. "En democracia se gana o se pierde. Asumo mi responsabilidad y me voy", dijo.

Unos 12 millones de holandeses estaban convocados a las urnas. De confirmarse los datos de los sondeos, en las próximas semanas podría formarse una coalición multicolor de tinte progresista; a liberales de derecha y socialdemócratas se sumarían liberales de izquierda (pasan de tres a 10 escaños), que "están encantados" de intentar gobernar. Para los Verdes (suben de siete a 11 escaños), "es fantástico y un gran golpe" haber logrado tantos votos.

Entre todos, superarían los 76 escaños necesarios para alcanzar la mayoría parlamentaria. Si las diferencias resultan insuperables, el liberal Rutte puede tener problemas para intentar un pacto con los democristianos. El apoyo de Wilders, nada fácil de lograr, no bastaría para formar un gabinete. El líder populista rechaza subir la edad de la jubilación a 67 años, una de las medidas clave para reducir el gasto público. Rutte hizo ayer una advertencia al jefe populista. "Tal vez mi colega esté rehuyendo su responsabilidad para gobernar", le dijo. Pero a pesar de los puentes que le tendió anunciando reducciones en las ayudas a los inmigrantes, necesitarían a otro partido. El problema es que nadie más quiere gobernar con Wilders.

Ante la posibilidad de un Gobierno de izquierda, las prisas de Rutte por tener listo el nuevo Ejecutivo para el 1 de julio deberán moderarse. El líder liberal ha propuesto cobrar las visitas al médico de cabecera y al hospital, una subida del 57% de los alquileres, recortar los subsidios para la infancia y el fin de la gratuidad de los libros escolares.

Al socialdemócrata Cohen el programa le parecía "draconiano" durante la campaña. "Pasará como una apisonadora sobre el Estado de bienestar", dijo. Rutte le recordó al ex alcalde que estaba desfasado. "Hasta los socialistas españoles aplican ajustes mucho mayores", aseguró en el último debate electoral. Habrá que ver el tono que adoptan en los próximos días.

Crisis económica a la cabeza

La crisis económica ha dominado de tal modo estas elecciones que casi parecen olvidadas las razones que tumbaron en febrero pasado el cuarto Gobierno de Balkenende. Fue porque los socialdemócratas de Cohen -entonces todavía alcalde- se negaron a secundar a los democristianos para prolongar la misión de las tropas holandesas en Afganistán.

Tampoco Europa ha destacado en los debates. La UE es el espacio natural para Holanda. Sin embargo, las críticas señalan cada vez más sus costes y la aportación holandesa, contribuyente neta.