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02/11/2005 | Algunas ideas del siglo XXI acerca de energía y empleo

Glenn Harlan Reynolds

Mejor eficacia del combustible en los coches es una buena idea, aunque probablemente imponerla a través de regulaciones federales no lo sea: el utilitario deportivo de hoy (que se marchita ahora a la luz de los precios de la gasolina) fue tan criatura de la política gubernamental como preferencia del consumidor: los depor-nautas ocuparon el lugar de las grandes rancheras favoritas de una generación de suburbanitas previa, no menos a causa de los estándares CAFE que se aplicaban a los coches grandes pero no a los "camiones", una clase que incluía a los vehículos deportivos. (También se saltaban las normas de seguridad, y recibieron tratamiento fiscal favorable).

 

Sospecho que la Ley de Consecuencias Imprevistas se aplicará a cualquier esfuerzo regulatorio futuro también según estas líneas, y que lo mejor que se puede hacer es dejar que decida el mercado. Si la gente aún quiere deportivos cuando la gasolina alcanza los 3,50 dólares el galón, deben pensar que es porque vale la pena.

De igual manera, las propuestas de más líneas de metro ligero parecen no coger la idea. El problema de los sistemas de "metro ligero" es que exigen estaciones, y la cambiante economía norteamericana hace que las estaciones tradicionales -- a las que acuden ejércitos de trabajadores por las mañanas hasta el centro de las ciudades, y a la inversa por la noche -- sean menos significativas. Aunque aún hay mucha gente que funciona de este modo, hay mucha más gente que trabajaba en los límites de las ciudades, o desde casa, o tiene horarios irregulares, o no tiene horarios a los que los horarios del sistema de metro ligero haga demasiada gracia. La flexibilidad del automóvil, como ha observado Ralph Kinney Bennett, no está al nivel de otros sistemas de transporte.

No he escuchado a nadie sugerir volver al límite de velocidad de 55 millas por hora, así que supongo que debería estar agradecido por los pequeños favores. Pero, ¿qué pasa con las ideas del siglo XXI?

Una sugerencia que para mí tiene sentido es impulsar la telecomunicación y el trabajo desde casa. A los gerentes y los sindicatos esto no les gusta mucho: a los gerentes, porque les gusta tener a los empleados a la vista (lo que a su vez hace que los gerentes sean mucho más importantes), y a los sindicatos porque es más difícil organizar a los trabajadores cuando todos no se encuentran en un solo lugar. Mientras que hay un montón de trabajo que aún no puede hacerse desde casa, en nuestros días hay mucho más que sí puede hacerse desde ella, y la gente que trabaja en casa gasta mucha menos gasolina. En los días en los que no tengo que ir al campus, a veces me quedo en casa todo el día, e incluso cuando salgo a tomar el aire, tiendo a recorrer muchas menos millas que en los días en los que voy a la oficina. Ha habido muy pocas iniciativas para establecer que las leyes fiscales y las regulaciones laborales sean más amistosas con los teletrabajadores y los negocios radicados en casa, pero éste es un tema que debería examinarse aparte. Hoy hay en marcha un cambio a la economía hogareña, por otro montón de razones válidas, y su eficacia energética es sólo otro atractivo más. 

Es más, el gobierno federal, que tiene montones de empleados y montones de empleos que pueden llevarse a cabo desde casa, debería asumir un papel muy agresivo a la hora de promover el teletrabajo internamente. Si esto reduce la demanda de nuevos edificios federales, tanto mejor. También se me ocurre que una vez que "trabajar" no signifique "pasar ocho horas en la oficina si debe hacerse algo", la gente comenzará a buscar medidas relativas a la producción que también nos permitirán reducir la cifra de empleados federales -- algo que con seguridad no va a divertir ni a gerentes ni a sindicatos, pero que es probable que sean buenas noticias para los contribuyentes.

De igual manera, creo que vale la pena impulsar también la compra desde casa. Adquiero un montón de cosas a través de la web, específicamente porque me ahorra el trance de aventurarme en el tráfico para visitar las tiendas y evito gastar gasolina, también. Es cierto, el camión de reparto consume gasolina -- pero reparte a un montón de casas además de la mía al mismo tiempo, así que, en conjunto, gasta considerablemente menos por persona que si todos compramos individualmente. Mientras formulamos políticas energéticas, deberíamos intentar asegurarnos de que los servicios de reparto a domicilio son impulsados, o al menos no metidos en problemas. Si al menos un porcentaje modesto de la venta, por ejemplo, fuera reemplazada por compras a través de Internet y reparto a domicilio, el consumo de gasolina sería reducido drásticamente -- particularmente porque sospecho que los primeros en adoptarlo tenderían a ser los que realizan mayores períodos de conducción.

Como valor añadido, en la medida en que más gente trabaja desde casa en lugar de en edificios de oficinas abarrotados, también hay beneficios relativos a la seguridad nacional y a la salud publica. Habría objetivos del terrorismo menos densos, y probablemente menos posibilidades de que la gente propagara o se infectara de microbios que varían entre el resfriado común y la gripe aviar. (Las posibilidades hasta la fecha son que los empleados serían reducidos, por supuesto, pero supongo que también allí existe una oportunidad basada en Internet...)

No solucionaremos nuestros problemas energéticos abrazando Internet y el teletrabajo, por supuesto. Pero éstas son herramientas de las que no disponíamos en los años 70 y que probablemente harán un considerable bien hoy.

Diario Exterior (España)

 



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