Tanto esas acciones u omisiones de uno y otro sector, del gobierno israelí y de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) conforman una partitura no escrita pero sí ejecutada como una sinfonía macabra. En el podio del director se arrinconan los que desde el último tiempo se empeñan en aparecer en la vidriera internacional como los ``integrantes del Cuarteto para la paz en el Medio Oriente'', dispuestos a ejecutar la ``Hoja de ruta''.
Ni Estados Unidos, ni Rusia, ni la Unión Europea ni la ONU, el ``cuarteto'' más heterogéneo de que se tenga memoria en la política internacional, fueron capaces de exhibir un logro digno de la causa que los reunía. Salvo los acuerdos de Oslo y el obligado saludo entre los líderes Rabin y Arafat a instancias del presidente estadounidense Clinton en los jardines de la Casa Blanca en septiembre de 1993 (plataforma para el Nobel de la Paz que compartieron esos dos líderes, con Simón Peres), el ``proceso de paz'' fue más una exclamación recurrente que una realidad palpable. En un primer análisis grueso, sin especiales definiciones, podría decirse que el ``proceso'' es un tedioso deambular entre papeles y despachos y medios de comunicación acompañados de un guía singular: el señor Franz Kafka.
Cada vez que se creyó que la paz vendría a posar sus alas de paloma sobre unos y otros, no faltaron los halcones que desbarataron el vuelo. Es que el ``vuelo de la paloma de la paz'' en el Medio Oriente es apenas un dibujo que se borra cada vez con el viento de la furia, de la guerra. De la hipocresía dirigencial mundial que se tapa un ojo para no ver toda la realidad: ésa que nos muestra que el ``proceso de paz'' del que tanto hablamos no es sino una mascarada porque en rigor, estamos frente a un ``proceso de guerras'', de tanto en tanto, mientras en las treguas abrimos las vidrieras y los escenarios para el lucimiento de algunos líderes, de algunos países, de algunas organizaciones internacionales. No más que eso. No importa si se llaman Shamir, Sharon, Barack, Olmert, Netanyahu, Arafat o Abbas. O Clinton, o el increíble Bush pretendiendo en su último año luego de su indiferencia activa por ocuparse sólo de Irak, lograr los ``dos estados''. Tal vez Obama sea la excepción. Tal vez no pueda concretar sus ideas y propuestas, con demasiadas presiones efectivas internas del lobby que aparece menos interesado en lo doctrinario y el derecho internacional que en los propios intereses económico-sectoriales. La partitura sigue vigente, la sinfonía macabra suena cada vez con más timbales, tambores, contrabajos y con menos violines, violas y flautas.
¿Podrá tener alguien el derecho a pensar que en verdad no se quiere que el ``proceso de paz'' desemboque en la paz (porque se cree que es definitivamente imposible lo de los ``dos estados'')?
Si uno se toma el trabajo de recorrer fechas desde 1947 hasta nuestros días, fechas que se refieran al conflicto palestino-israelí y toma en cuenta a los ``factores'' participantes, Israel, los palestinos, los países árabes, la ``comunidad internacional'' y la propia ONU (la ``partera de los siameses'') hallará posiciones irreductibles conviviendo con ``acuerdos'' que no se cumplen; declaraciones ostentosas y realidades de una crudeza contrastante; solidaridades proclamadas y acciones y omisiones que la desmienten; resoluciones a cumplir obligadamente (las del Consejo de Seguridad de la ONU) que se ignoran flagrantemente, como si no existieran. Larga es la lista de las ``contribuciones'' al ``proceso de paz en el Medio Oriente''. La última, el asalto en aguas internacionales a la flotilla de barcos que intentaban atravesar el bloqueo marítimo a Gaza por Israel para llevar ayuda humanitaria a los pobladores de la Franja de Gaza. Los comandos israelíes con su secuela de muertes y heridos y la afirmación del gobierno de Netanyahu de que se había hecho lo necesario, son, a todas luces, muestra elocuente de que no se quiere avanzar --todo lo contrario-- en el proceso que vislumbra --teóricamente-- la paz en la región.
ría una lástima, por otra parte, que el capital político de Hamas en Gaza se malgaste en actitudes nada edificantes y suicidas, que alejarán aún más, lo de los ``dos estados'' conviviendo: Israel y Palestina. A Netanyahu, aunque lo proclame, nadie la cree ya. El Consejo de Seguridad de la ONU sigue actuando morosamente. No se luce como debiera. Los sucesos mediterráneos de alta mar eran previsibles. Debió actuar preventivamente, no post mortem, como ya lo hizo en el 2006 con la guerra de Israel en el Líbano y en 2008/2009 en Gaza, después de los miles de muertos. Después, lamentablemente.
Analista de política internacional en Radio Universidad (Tucumán, Argentina).
