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17/06/2010 | Argentina - Recuerdo a un Gran Libertario

Guillermo M. Yeatts

Hace un año partiste, administrando tu tiempo para concretar las cosas que tenias pendientes -como terminar tu libro sobre la vida de Perón. Esto sólo se obtiene con garra, coraje y persistencia y es un excelente ejemplo para a tus hijos.

 

Te conocí a través de tu obra "Los orígenes del autoritarismo hispanoamericano" publicada en 1991, donde me identificaba totalmente con las causas institucionales profundas que señalabas sobre la decadencia argentina.

Como analista profundo, dividiste la historia de nuestro país en cuatro etapas:

"La primera etapa es la del sistema de encomiendas, que rigió durante el período colonial: un grupo de indígenas era entregado a un español, quien podía hacerlos laborar en su propio beneficio y, a cambio, debía evangelizarlos. El trabajo forzado solía ser rechazado por los aborígenes, mientras que los encomenderos se acostumbraban al ocio."  

Este tipo de regímenes fueron un claro ejemplo de la naturaleza orientada a la búsqueda de rentas de las instituciones de América Latina, cuya única meta era engordar las arcas fiscales del rey.

"La segunda etapa se inicia con la emancipación en 1810. Lograda la independencia el poder fue asumido por los caudillos, generalmente guerreros que basaron su poder político en los ejércitos locales, a los que solían recompensar con el derecho al bandidaje: el saqueo, las confiscaciones y el poder local."

Esto se manifestó en autoritarismo, militarismo y el uso de la propiedad, tanto pública como privada, como botín de guerra.

"El tercera etapa fue inaugurada por la Constitución Nacional de 1853, que intentó crear una urdimbre de paz y trabajo a través de cambios institucionales: el absolutismo político fue reemplazado por la división de poderes; el estatismo económico por la defensa de la propiedad privada y la iniciativa individual; los privilegios estamentales por la igualdad; el incumplimiento de las leyes por el principio de juridicidad; la religión única por la libertad de cultos; y el odio al extranjero por el fomento de la inmigración europea." 

Este profundo cambio -iniciado con la derrota de Juan Manuel de Rosas en la batalla de Caseros- trajo consigo un inimaginable crecimiento. El mismo se cristalizó en un mejor nivel de vida para la población, en la atracción de inmigrantes del mundo que encontraron en Argentina un lugar para hacer realidad sus sueños, en el crecimiento basado en la exportación agropecuaria y en la atracción de inversión extranjera directa. Cerca del centenario de 1910, Argentina era el 10mo país con mayor PBI per capita del planeta.

"La cuarta etapa, es la de la dádiva y el clientelismo político que pretendieron corregir desigualdades, se caracteriza por una franca declinación cuyo punto inicial suele ubicarse 1930 pero cuyas causas culturales son anteriores. En 1907 al descubrir petróleo en Comodoro Rivadavia el Presidente Figueroa Alcorta dictó un decreto por el cual reservaba yacimientos de hidrocarburos del subsuelo para el Estado Nacional pese a que el Código de Minería prohibía al Estado en convertirse en productor. En  1908, con el fin de homogeneizar a los hijos de inmigrantes, se inició una campaña de educación patriótica que introdujo nuevos paradigmas.

El modelo del hombre pacífico y laborioso que había sembrado las pampas fue sustituido por otros arquetipos: a) el militar que muere pobre; b) el gaucho pobre que se hace violento. En 1930 se efectuaba el primer golpe de estado y, debido a la crisis económica mundial, se implantó el control de cambios y se crearon Juntas reguladoras de granos, carnes y otras producciones. El siguiente régimen militar, en 1943, restableció la educación religiosa en las escuelas. El gobierno de Perón en 1946 volvió a congelar los contratos de alquileres urbanos y rurales, promovió el juicio político a los miembros de la Corte Suprema y los reemplazó por jueces adictos, además de eliminar la libertad de prensa y sofocar a la oposición encarcelando a los líderes opositores. También estatizó los servicios eléctricos, de teléfonos, de ferrocarriles y de transporte urbano automotor, de radiodifusión, electricidad, gas y de comercio exterior. En 1983 con la vuelta de la democracia después de las Juntas Militares continuó el proceso de decadencia. Esta enorme ampliación del área estatal, sumada al clientelismo político y a un régimen de subsidios a sectores del trabajo y a empresarios, fue aumentando el déficit público. Paralelamente, la prédica nacionalista había ido elaborando el mito de la "víctima": existía una conspiración internacional contra nosotros y era necesario romper nuestra dependencia con inversiones extranjeras. El filósofo Jorge Estrella ha señalado que este mecanismo de pensamiento terminó por convertir al fracaso en virtud; a la mendicidad en un derecho; y a la violencia en un recurso contra la injusticia. No trabajar o hacerlo mal fue la respuesta a la opresión del sistema; y no tener, no pagar, no hacer y casi no ser, se constituyeron en comportamientos aceptados."

De esta forma, se culminaron de delinear instituciones que permitieron y alentaron la beneficencia con dinero ajeno y utilizaron a las prebendas y los subsidios por parte del gobierno como una herramienta legal de redistribución de privilegios, favoreciendo a los amigos del poder. Más allá de los discursos a favor de la pobreza, las estadísticas nos confirman que los sectores más bajos vieron empeorar su realidad.

El sabio Juan Bautista Alberdi ya en su época reconocía la importancia de los hábitos, las costumbres, los valores y cómo ellos determinaban la laboriosidad, la orientación productiva de la energía humana. Sabía que era todo un desafío establecer una Constitución como la de 1853 en un país con más de tres  siglos de gobiernos autoritarios y dictaduras. Por ello, vio en la inmigración una esperanza para consolidar este cambio de la sociedad, que era -en realidad- una revolución de los valores.

El Bicentenario nos muestra una Argentina absolutamente diferente a aquella. Con gran tristeza debemos reconocer que  muchos hijos y nietos de inmigrantes han retornado a la tierra de sus antepasados en búsqueda de una esperanza de felicidad. Políticas como el castigo a las exportaciones -uno de los motores claves del crecimiento económico- dejan en claro el espíritu de las reglas que nos gobiernan.

Querido José Ignacio, a un año de tu alejamiento, seguramente tendrás más tiempo para hablar y discutir ideas con Juan Bautista Alberdi, Domingo Sarmiento, Bartolomé Mitre y otros amigos de la generación de 1837, y ayudarnos a encontrar soluciones que nos orienten a escapar de este fracaso que parece eterno.  

Guillermo M. Yeatts es Presidente de Fundación Atlas 1853 

Fundación Atlas 1853 (Argentina)

 


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