Paralelo a esto, cerca de 3.500 soldados de las fuerzas estadounidenses e iraquíes lanzaron ayer un ofensiva sin precedentes cerca de la frontera con Siria, que está considerada como la puerta de entrada de los combatientes de Al Qaeda en Irak. Este sector fronterizo se extiende sobre 600 kilómetros y permite, a través de Siria, un comercio ilegal de contrabando que es la forma de vida para muchas tribus locales. La ofensiva es la última de una serie de operaciones llevadas a cabo por las fuerzas estadounidenses en la región de Al Anbar. Desde finales de septiembre, ya se han lanzado al menos cuatro ataques similares en el valle del Eúfrates.

La presión comienza a dar resultado. Altos responsables de los terroristas islámicos Hamás y Yihad Islámica han preguntado recientemente a Egipto y Jordania si estarían dispuestos a permitir que sus cuarteles generales puedan ser trasladados a su territorio, según informa el diario ´Haaretz´, precisando que temen que Siria obligue a ambas organizaciones a abandonar el país para aplacar la presión internacional a la que se está viendo sometida.

La debilidad del régimen dictatorial sirio se hace patente y, presumiblemente para que esta fatiga en su gobierno no sea percibida en la población, ordenó ayer la excarcelación de 190 presos políticos, en el marco de los "esfuerzos para reforzar la seguridad nacional" y "consolidar la unidad nacional", mientras aumentan sobre Damasco las presiones de EE.UU. y la comunidad internacional. En otras palabras, para ganar oxígeno y simpatías en vísperas de la fiesta musulmana que marca el fin del mes de ayuno y plegaria del Ramadán.

La extenuación de la dictadura del clan Assad modificará sensiblemente el mapa político de Oriente Medio. Siria es punto de tránsito para militantes árabes hacia Irak, presta apoyo a organizaciones terroristas que actúan desde Israel hasta en Egipto e Irak y es un protagonista muy influyente en lo que ocurre en el Líbano.

Assad no tiene muchas alternativas y algunos dicen que su mejor apuesta sería sacrificar a su hermano Maher, comandante en jefe de su guardia presidencial, y su cuñado Asaf Chaukat, jefe de los servicios de inteligencia militar, sospechados por Mehlis de estar implicados en la muerte de Hariri para mantenerse en el poder. No es descabellado pensar que a medida que aumenta la incertidumbre y se debilita su poder, las esperanzas de un cambio pacífico y democrático reviven.