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08/08/2004 | Argentina 2002: un caso de fracaso gubernamental

Allan H. Meltzer

En el período posterior al default argentino y a la devaluación, el gobierno argentino hizo poco o nada para aliviar su profunda crisis y mucho por agravarla.

 

La tasa de desempleo superó el 20 por ciento, más de un millón de personas emigraron –signo inequívoco de que habían perdido las esperanzas de un retorno a la estabilidad– y el 40 por ciento de los que se quedaron se empobrecieron. La inflación se disparó después de la devaluación y de la rápida creación de dinero. A pesar de que el 40 por ciento de las compras de consumo diario son transacciones al contado, el gobierno restringió el acceso al dinero, y por ende, limitó bruscamente estas transacciones.

Joseph Stiglitz llegó a decir que el Fondo Monetario Internacional había castigado a la Argentina por haber incurrido en default. Puras tonterías. El gobierno no llevó a cabo ninguna de las reformas necesarias para su recuperación. El gobierno anterior había arruinado el sistema bancario. La devaluación reforzó al sector exportador, de modo que el gobierno aumentó los impuestos a la exportación, lo cual redujo las exportaciones. Los tribunales fallaron a favor de aquellas personas que alegaron el derecho de retirar sus depósitos bancarios, y el gobierno amenazó con reemplazar a los jueces para evitar los retiros. Desaprovechó sus escasas divisas controlando el tipo de cambio, en lugar de dejar que éste descendiera a los niveles del mercado.

El FMI mostró una calma excepcional en comparación con sus comportamientos anteriores. Si bien extendió los plazos de algunos préstamos que la Argentina no podía pagar, no ofreció dinero nuevo. Envió una misión a negociar un nuevo acuerdo de préstamo y por separado envió a cuatro ex banqueros de bancos centrales (los hombres sabios) para evaluar la situación y recomendar un marco monetario que alentara el crecimiento no inflacionario. Los hombres sabios incluyeron una declaración interesante al final de su informe. Dijeron que si la Argentina tuviera políticas confiables, no estaría en crisis. ¡Cuánta verdad! El gobierno de Duhalde hizo que la negociación fuese poco prometedora.

Reforma política y económica: la necesidad de credibilidad

El problema principal de la Argentina ha sido, por décadas, un sistema político que no puede mantener políticas confiables a favor del crecimiento y no inflacionarias. No cumplió sus promesas con el FMI y otras entidades financieras internacionales. Sin reformas políticas, hay pocas posibilidades de que las nuevas promesas puedan ser cumplidas.

En vez de negociar otro préstamo a cambio de promesas, el FMI debería retirarse de la política interna argentina. La reforma política se llevará a cabo más pronto, si es que se lleva a cabo, una vez que los argentinos comprendan que no es posible contar con ninguna ayuda hasta que las reformas no sean implementadas, y no simplemente prometidas. Estas reformas deberían formar parte de un plan argentino para establecer un sistema político que tenga capacidad de reacción, y se muestre transparente, abierto, honesto y competente para resolver los problemas económicos y sociales, como lo hacen los gobiernos responsables en otras partes del mundo.

Después vienen las reformas económicas. El gobierno rompió unilateralmente los contratos privados. Obligó al público y a los bancos a aceptar pesos en vez de dólares, una maniobra que los tribunales argentinos declararon inconstitucional. Revaluó los pasivos y los activos a diferentes tipos de cambio, y provocó un enorme agujero en el patrimonio neto de los bancos. Modificó unilateralmente los contratos con las empresas públicas. Estos contratos eran generosos en exceso, la renegociación, no la decisión unilateral, habría sido la respuesta adecuada.

De esta y otras maneras, el gobierno argentino enfatizó la soberanía y pasó por alto el imperio de la ley y la inviolabilidad de los contratos. Es probable que esto afecte a largo plazo la inversión de capital. El FMI no puede resolver los problemas de la Argentina. El éxito requiere apoyo político dentro del país. La Argentina ha demostrado que la reforma carece de apoyo.

La reforma bancaria es un ejemplo. El gobierno ofreció cambiar los depósitos bloqueados por bonos pagaderos a cinco o diez años. Pocos aceptaron este intercambio voluntario. En cierto momento, el FMI propuso convertir el intercambio voluntario rechazado en un plan obligatorio. ¿Es ésta la manera de enseñar las virtudes del mercado y el acatamiento a la ley? ¿Alienta el FMI el gobierno democrático forzando cambios que el público rechazó de modo abrumador?

Los argentinos han hecho saber qué es lo que prefieren. Se tomaron el trabajo de conseguir órdenes judiciales para sacar sus depósitos de los bancos. De inmediato cambiaron sus pesos por dólares, y no aceptaron las promesas de un gobierno desacreditado.

Un rol de apoyo al mercado para el FMI

El FMI puede ayudar a la Argentina si apoya un esfuerzo del país por saldar su extraordinaria deuda externa, cercana a los US$ 45 mil millones al valor nominal y de aproximadamente US$ 9 mil millones al precio actual. Como propuse con Adam Lerrick, la Argentina debería intentar negociar un canje por nueva deuda. Su oferta inicial sería de cerca de 20 centavos por dólar, el precio del mercado ilíquido, apoyado por sus mejores ingresos de exportación. Esto permitiría a los tenedores de bonos liquidar sus tenencias y reequilibrar sus valores en cartera (Lerrick y Meltzer, 2001).

El FMI puede ayudar por medio de la compra de la deuda al contado a 15 centavos mientras la oferta de intercambio se mantenga vigente. En el peor de los casos, el costo total para el FMI sería de US$ 6,8 mil millones si todos cobraran en efectivo. Es mucho menor que la cantidad de préstamos que tendrá que hacer el FMI si vuelve a apoyar a la Argentina. Al ofrecer un precio mínimo de apoyo, el FMI volvería comercializables los bonos ahora ilíquidos y le daría al mercado un incentivo para encontrar una solución.

El FMI habrá contribuido a encontrar una solución para el problema internacional. El resto tendría que dejárselo a la Argentina. Liberada del default, y con una deuda mucho menor, la Argentina podría pedir prestado otra vez, al menos a corto plazo. Cuando cuente con un sistema político transparente y respete la ley, podrá empezar a resolver sus problemas financieros y fiscales.

Una de las inquietudes es que el FMI quiera un aumento de la cuota, más dinero de los contribuyentes para gastar en su sistema oficial de control. Es un error. Lo que se necesita no es más dinero para turquías, pakistanes y argentinas. Mucho más importante es reconocer que las reformas internas, ancladas en políticas y medidas internas, traen consigo préstamos e inversión directa a los países que optan por las reformas. El sistema de control del FMI no puede duplicar o siquiera aproximarse a los beneficios del crecimiento ni a las cantidades de dinero que traen el acatamiento a la ley, las políticas fiscales prudentes, los sistemas bancarios sólidos y los regímenes de tipo de cambio viables.

Conclusión

La Argentina iba por buen camino, pero no llegó a la meta. Ninguna provisión de fondos del FMI ni sus advertencias pueden conducirla hacia donde el público quisiera ir. El hecho de que más del 2 por ciento de la población haya dejado el país o haya solicitado visas, ilustra dramáticamente lo que presienten los propios argentinos. Hasta que no encare una reforma política y económica fundamental, la Argentina no prosperará.

Referencia

Lerrick, A. y Meltzer, A. (2001): “Beyond IMF Bailouts: Default without Disruption”, en Quarterly International Economics Report, Carnegie Mellon Gailliot Center for Public Policy (mayo).

Allan H. Meltzer es director del Centro Gailliot de Políticas Públicas de la Universidad Carnegie Mellon y profesor visitante del American Enterprise Institute. Este articulo fue publicado en inglés en el Cato Journal volumen 23, numero 1 y en español en el libro recientemente publicado “Crisis Financieras Internacionales. ¿ Qué Rol le Corresponde al Gobierno?.

El Cato (Estados Unidos)

 



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22/05/2010|

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