Inteligencia y Seguridad Frente Externo En Profundidad Economia y Finanzas Transparencia
  En Parrilla Medio Ambiente Sociedad High Tech Contacto
Inteligencia y Seguridad  
 
02/12/2005 | En Jordania se está gestando una revolución hachemita

Walid Phares

En la historia mundial, ver una monarquía liderando una revolución es poco usual, pero puede que esté ocurriendo hoy en Jordania. Desde los sangrientos ataques del terrorista Abú Mus´aab al Zarqawi contra objetivos civiles en el centro de Ammán la semana pasada, el mundo contempla a decenas de miles de ciudadanos jordanos tomando las calles para protestar por la plaga del Irhaab (terrorismo).

 

Durante la pasada manifestación, más de 200.000 jordanos salieron a la calle atacando a la organización Al-Qaeda de Zarqawi y denunciando la jihad que ataca durante una boda musulmana. La cólera se está acumulando claramente en este país desértico puramente árabe y casi enteramente sunní. La vista de manifestaciones populares recuerda a la Revolución del Cedro de Beirut del pasado mes de marzo. Gente humilde y pobre, los Ahmed y Jadija comunes de la calle, se está involucrando en una guerra de términos e ideas contra los terroristas.

De hecho, cualquier sociólogo que hable (o lea) árabe dirá que las pancartas de los manifestantes, los eslóganes coreados y las pintadas de las paredes son indicaciones de nuevos tiempos: No al Terrorismo, no al derramamiento de sangre en nombre de la religión, y no a los clérigos radicales que juegan con las vidas de la gente. Éstas son las ideas centrales del descontento popular en este país muy árabe.

Seguramente, el gobierno del rey Abdaláh no se opone a estas manifestaciones y hasta puede que esté animando estas concentraciones. Eso es precisamente por lo que denomino a esta intifada callejera contra al-Qaeda "la revolución hachemita". La monarquía constitucional del East Bank del río Jordán es el punto cardinal opuesto al absolutista reino wahabí de Arabia Saudí. Mientras que Jordania tiene muchos partidos políticos, no se permite ninguno en Arabia Saudí. Mientras que el islam coexiste con una dosis de pluralismo en el país hachemita, en el estado wahabí sólo manda una forma del islam. Estas dos dinastías representan concepciones diametralmente opuestas del mundo árabe musulmán, pero las diferencias no tienen nada que ver con la identidad árabe de los gobernantes. Después de todo, los ancestros de los saudíes invadieron los dos enclaves más santos del islam en los años veinte para establecer su régimen, el gran abuelo del rey Abdaláh el hachemita era el Gobernador de La Meca antes de ser expulsado por los wahabíes.

Nadie puede acusar al rey Hussein de no pagar el precio de su "solidaridad" con "los otros" árabes. Jordania luchó contra Israel junto con los países árabes durante dos de las cuatro guerras regionales. Como resultado, el rey perdió el West Bank y sus derechos sobre Jerusalén en 1967. La monarquía hachemita casi pierde frente a la OLP en 1970. Desde entonces, el rey Hussein actuó como un árabe realista: sólo opera un ejército dentro de Jordania. Firmó un acuerdo de paz con Israel al tiempo que asistía a palestinos e israelíes a la hora de buscar una paz propia. También contuvo el salafismo, como doctrina política más que religiosa.

Bajo el rey Husein, y a su muerte, bajo el rey Abdaláh, los movimientos fundamentalistas islámicos, incluyendo a la influyente Hermandad Musulmana, apostaron por este juego electoral. Reciben constantemente alrededor del 18 al 20% de los escaños, que es bastante según cualquier rasero. Pero uno tiene que tener en mente las realidades técnicas de Jordania: alrededor del 60% de su población, particularmente después de 1948 y 1967, es de ascendencia palestina, incluyendo a la presente reina Rania. Entre los palestinos, un segmento (no todos) se ha visto influenciado por la Hermandad Musulmana desde los años 30. Hamas y la Jihad Islámica, aunque radicadas al oeste del río, han desarrollado su influencia dentro del reino mediante los islamistas locales. Los segmentos restantes de la población son beduinos, habitantes originales del desierto, muchos de los cuales son descendientes de los seguidores de la dinastía hachemita de principios del siglo XX procedentes de Hejaz. Pero en la escena general, Jordania no es Argelia, y el grueso del pueblo tiene fe en el rey y se opone al terror.

Zarqawi es de ascendencia jordana. Después de tres años de perpetrar horrores en Irak, pensó haber alcanzado el cenit de popularidad en el Triángulo Sunní, y pensó que podría atraer el apoyo jordano sunní. Aparentemente, Al-Qaeda no tiene fe en las encuestas, aunque apunta a la opinión pública de Occidente. Al igual que hizo Siria en el Líbano cuando asesinó a Rafiq Hariri, los jihadistas pensaron que intimidarían a los hachemitas, disuadirían al ejército y asustarían al pueblo. Un ataque certero en Ammán mataría dos pájaros del mismo tiro: quebraría el modelo jordano y reclutaría más salafíes para el terrorismo suicida. Pero tan pronto como se depositó el polvo alrededor de los hoteles dañados y los ojos árabes contemplaban cadáveres árabes hechos pedazos, ocurrió lo inconcebible: la gente corriente explotó de cólera. No más tolerancia para el barbarismo crudo. Zarqawi cree simbolizar el islam sunní en su pureza histórica, pero muchos descendientes del profeta Mahoma piensan de otro modo, sobretodo entre los hachemitas de Jordania. "¿Quién es este Zarqawi para enseñarnos islam?", gritaban los beduinos que llegaban a las manifestaciones. "Somos más árabes de lo que él es, y somos musulmanes que hemos tenido bastante de su ignorancia y arrogancia." Muchos jordanos pensaron lo mismo. Tomaron las calles. Y al hacerlo, sintieron el poder de la protesta. Hasta Al-Jazira no tuvo más remedio que informar al mundo de estas masivas manifestaciones. Los jihadistas son maestros en pervertir los medios para sus fines, pero su arraigada arrogancia ideológica les hizo darse de bruces.

En Jordania se está cociendo una revolución hachemita. La gente normal quiere una vida normal; no quiere dedicar su vida a la voluntad de clérigos fundamentalistas y fanáticos militantes. En Afganistán y en Irak, los musulmanes votaron bajo la protección de fuerzas norteamericanas y de la Coalición – bajo el amparo de los "infieles". En el Líbano, millones de libaneses se manifestaron bajo el emblema de la resolución 1559 del Consejo de Seguridad de la ONU de aprobación francesa y patrocinio norteamericano, pidiendo a Siria que se replegase. Y en Jordania, centenares de miles de personas "muy árabes y muy sunníes" se manifestaban bajo la protección de una monarquía constitucional opuesta al salafismo absolutista. En cada país árabe y de Oriente medio, los "buenos árabes" eligen su propio camino para derrotar a los terroristas. En Ammán, las masas aprovechaban el compromiso del rey Abdaláh con la seguridad y la estabilidad para contraatacar a Al-Qaeda. Eso es de lo que advertía la carta de Zawahiri a Zarqawi: No mates chi´íes al azar; no mates musulmanes inocentes; no te desvíes de los objetivos infieles (americanos y judíos). Pero Zarqawi está borracho de sangre. Ha esnifado demasiadas alabanzas de sus clérigos radicales en sus salas de chat y en las entradas de Al-Jazira. "Atácales, oh león de la jihad", rezan los titulares de las páginas web de al ansar. Zarqawi no se disculpó por la masacre de la boda, como algunos de los medios occidentales pensaron que hacía en su último mensaje. Al contrario, amenaza a sus correligionarios árabes con más ataques "benditos". En un delirio de estilo Nazi, el principal emir de los dos ríos ha prometido más de lo mismo.

Como mencionaba ayer en la MSNBC, Zarqawi y otros terroristas de al-Qaeda son presa de su propia ideología. Les ha salido el tiro por la culata: los árabes comunes – sunníes y chi´íes – se manifiestan contra el terror en el corazón de la zona que esperaban utilizar como centro de reclutamiento. Su viaje será largo y sangriento, y una trayectoria que discurrirá más allá de las fronteras de Jordania. Esto se entiende como buenas noticias en todas partes excepto aquí, en Occidente. El discurso intelectual occidental pasa por alto la imagen general al no recibir las crecientes voces contra el terror en la calle árabe.

El Dr. Walid Phares es licenciado en Derecho y Ciencias Políticas por la Universidad Jesuita y la Universidad Libanesa en Beirut, y doctor en Relaciones Internacionales y Estudios Estratégicos por la Universidad de Miami. Experto en temas relacionados con islam político y la jihad, es miembro permanente de la Fundación para la Defensa de las Democracias en Washington.

Diario Exterior (España)

 



Otras Notas del Autor
fecha
Título
29/03/2009|
05/08/2008|
05/08/2008|
18/09/2007|
11/07/2007|
11/04/2007|
11/04/2007|
29/03/2007|
25/11/2006|
25/11/2006|
18/09/2006|
15/05/2006|
19/02/2006|
31/01/2006|
22/12/2005|
21/10/2005|
30/08/2005|
05/08/2005|
30/06/2005|
06/06/2005|

ver + notas
 
Center for the Study of the Presidency
Freedom House