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18/08/2010 | La forma francesa de la crisis

Michel Rocard

FRANCIA es presa de la confusión. Según las encuestas de opinión, la popularidad de Nicolas Sarkozy es la más baja de un presidente francés en decenios.

 

FRANCIA es presa de la confusión. Según las encuestas de opinión, la popularidad de Nicolas Sarkozy es la más baja de un presidente francés en decenios. La semana pasada, dos ministros dimitieron, pero una tormenta parlamentaria, mantenida por la Prensa, continúa impulsada por las acusaciones de conflicto de intereses contra un ministro sospechoso de corrupción al recaudar fondos para la campaña presidencial de Sarkozy.

A algunos ministros no les importa demasiado la opinión pública al utilizar los fondos públicos y está claro que la atmósfera política se ha vuelto emponzoñada. La atmósfera en el Parlamento es execrable y puede ser suficiente para derribar al Gobierno en una moción de censura, pero la Constitución establecida por el general Charles de Gaulle es sólida y Sarkozy mantendrá su posición hasta el final de su mandato en 2012. Las malas perspectivas electorales del Partido Socialista, el principal de la oposición, están ayudando también a Sarkozy.

La dimensión de la crisis política de Francia no parece proporcionada a la situación real del país. Desde luego, Francia se ha visto gravemente afectada por la crisis financiera y la contracción económica mundiales, pero las consecuencias han sido algo menos dramáticas que en muchos otros países europeos.
Dos de los tres países bálticos y Grecia padecen dificultades financieras profundas, cosa que también es en gran parte aplicable a Portugal, España, Hungría e Islandia. Irlanda, Bélgica, Italia y el Reino Unido siguen amenazados, con sus grandes deudas públicas o déficits por cuenta corriente, pero los Países Bajos y Austria —y, en menor medida, Alemania y Francia— se encuentran un poco mejor.

A corto plazo, la situación en Alemania es menos grave que en Francia. Su balanza comercial es positiva y la deuda pública total no es tan elevada como en otros países. Pese a su elevado desempleo Alemania no afronta una amenaza a corto plazo en su estabilidad macroeconómica, aunque su población está disminuyendo y envejeciendo, lo que entraña enormes problemas para los próximos decenios.
La situación a corto plazo en el caso de Francia es más preocupante. El déficit fiscal supera el 6 por ciento del PIB, la balanza comercial es negativa y la deuda pública —aun siendo inferior a la de todos los demás países europeos, exceptuados los Países Bajos y Alemania— asciende al 80 por ciento del PIB. Francia necesita urgentemente reformas estructurales... y, por tanto, un gobierno fuerte.

Naturalmente, un comportamiento poco ético por parte de funcionarios —la raíz de la crisis actual— es inaceptable, pero si el crecimiento fuera mayor y el desempleo estuviese disminuyendo, no se consideraría que semejantes escándalos constituyesen un drama tan grande.
Dos factores están intensificando la presión sobre Sarkozy. En primer lugar, el público es cada vez más consciente de que se necesitan urgentemente políticas decididas en los sectores de las pensiones, del sistema de salud y de la organización del Estado.

En segundo lugar, en los últimos decenios, los franceses se han mostrado entre un 10 y un 20 por ciento más pesimistas que el resto del mundo, cuando se les ha preguntado por su felicidad y sus actitudes con miras al futuro para sí mismos o para Francia. No sólo es la economía de mercado menos popular en Francia que en todos los demás países europeos o los Estados Unidos, sino que, además, ¡lo es menos que en Rusia o en China!

¿Es el futuro más prometedor? Todos los países en ascenso responden que sí. Ésa es también la respuesta de una gran mayoría en EE.UU. y en Europa, pero en Francia la mayoría dice que no. Ese profundo pesimismo milita contra cualquier debate o reforma públicos y exagera la importancia de la crisis política actual.

Desde que se crearon las primeras empresas encuestadoras en EE.UU., el Reino Unido y Francia en el decenio de 1930, se ha preguntado por la felicidad y las actitudes con miras al futuro. Al principio, los franceses daban la misma respuesta que otros pueblos, pero, en junio de 1904, el cielo se les cayó encima. Este país muy centralizado y orgulloso, donde los asuntos estatales importan más que en otros y el ejército había ganado tantas guerras, presenció un completo desplome de los dos en el lapso de tan sólo dos semanas. Un Gobierno no elegido que capituló ante Hitler ofrecía un futuro provinciano y servil.

Los franceses nunca se recuperaron de verdad de aquel trauma. Pese a un hermoso renacer después de la guerra, la derrota moral de la minoría dirigente y la vacilación del sistema político no han desaparecido. Un terrible pesimismo se ha vuelto permanente, con lo que resulta casi imposible alcanzar un consenso: atolladero agravado por el subdesarrollo de la sociedad civil en Francia.

Así, pues, son de esperar grandes sacudidas. Equilibrar las reducciones del gasto público para no poner en peligro el crecimiento y el empleo requiere un gobierno estable e inteligente... y tiempo. El Reino Unido y Alemania están atendiendo esas necesidades. ¿Lo hará Francia?

La gruñona, quejumbrosa e intratable población de Francia ha demostrado muchas veces que puede despertar. Al fin y al cabo, la Ilustración nació en Francia. No hay que olvidar la Revolución Francesa, la épica napoleónica, la batalla del Marne —ganada en 1914 gracias a la iniciativa espontánea cuando el Gobierno y el Estado habían fallado— y el gran resurgimiento del período 1945-1950.

Además, Francia tiene una tasa de natalidad mayor que todos lo demás países europeos y es el único que renueva cada generación. Hace treinta años, no había una sola empresa francesa entre las 100 más importantes del mundo, mientras que hoy hay 15. Los sistemas educativo y de salud de Francia, pese a las dificultades, siguen siendo de los mejores del mundo. Su intelligentsia y sus científicos siguen siendo muy creativos y figuran entre los mejores en muchos sectores.

Así, pues, no hay que enterrar aún a Francia. Los franceses padecerán importantes sacudidas en los próximos años, pero Francia podría ser el único país europeo que mantuviera la cabeza bien alta dentro de treinta años.

ABC (España)

 


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