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29/08/2010 | Un viaje de mil millas hacia la libertad

Juan Carlos Hidalgo

Usualmente, cuando hacemos un repaso sobre la efectividad de las organizaciones liberales en América Latina, predomina el pesimismo. ¿Qué estaremos haciendo mal? Basta con ver el avance y la consolidación del populismo en países como Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua.

 

La amenaza a los logros económicos alcanzados con mucho esfuerzo en El Salvador. La frustrante danza por el poder en Argentina entre una pareja presidencial cada vez más autoritaria y una oposición igualmente adicta al Estado y a las políticas fallidas del pasado. Aún en países donde pensábamos que había razones para el optimismo —como Panamá— las buenas noticias rápidamente se tornan agrias con un presidente que en pocos meses de estar en el poder ha dejado claro que no es un amigo de las instituciones liberales. ¿Valdrá la pena el sacrificio en tiempo, tesoro y esfuerzo por una causa que tantas veces parece perdida?

Todo ejercicio de introspección, evaluación y auto-crítica es positivo. Los esfuerzos por la libertad que todos los días llevamos a cabo en América Latina son múltiples y muy diversos en su naturaleza, en gran medida debido a las enormes divergencias de contexto y medios que caracterizan a nuestras organizaciones liberales.

Gracias a mis responsabilidades en el Cato Institute como coordinador de proyectos para América Latina, he tenido la fortuna de ver de primera mano el trabajo que se realiza en nuestra región en aras de una mayor libertad individual y económica. Por ejemplo, durante una visita a Asunción pude asistir a una de las clases sobre filosofía política y liberalismo que la Fundación Libertad ofrece todos los sábados a un nutrido grupo de jóvenes paraguayos. También he visto la efectividad que ha tenido CEDICE con su campaña publicitaria a favor de la propiedad privada en Venezuela, al punto que el régimen de Hugo Chávez la sacó del aire. En Panamá, el recién creado Instituto de Estudios para una Sociedad Abierta (ISA) ha lanzado un novedoso programa de capacitación en conceptos económicos básicos para periodistas. ¿Cuántas veces hemos cerrado un periódico con rabia al ver la falta de espíritu crítico de algunos periodistas que transcriben literalmente la insensatez de políticos y burócratas sin cuestionar las barbaridades que dicen? El proyecto de ISA pretende contribuir a cambiar esta situación. Y no está de más mencionar a esta gran institución en Guatemala, la Universidad Francisco Marroquín, que no solo se ha convertido en el gran bastión intelectual del liberalismo latinoamericano, sino que también es hoy en día una de las grandes casas de enseñanza superior de la región.

Cuando analizamos la efectividad de todos estos esfuerzos, debemos tomar en cuenta el contexto de América Latina. En primer lugar, las ideas liberales nunca han sido de fácil aceptación en la región. La tradición estatista-clientelista es de larga data en América Latina, mientras que las ideas liberales, aparte de contra-intuitivas para muchos, no cuentan con mayor arraigo histórico. No resulta fácil cambiar siglos de mentalidad colectivista en unos pocos años. Peor aún, esta visión iliberal del Estado, el mercado y la sociedad civil, es transmitida de forma masiva a las nuevas generaciones mediante la educación pública. Las universidades estatales en América Latina son, en muchos casos, un hervidero de pensamiento socialista y nacionalista. De tal forma, nuestra lucha no es solo contra nuestros rivales ideológicos, sino también en gran medida contra la historia, la tradición, y la hacienda pública.

Aún así, por más que muchas veces la batalla sea desigual y veamos nuestra causa cuesta arriba, no debemos desfallecer. Nadie dijo que esta sería una empresa fácil o de corta duración. Veamos el ejemplo de Arthur Seldon y Lord Harris al frente del Institute of Economic Affairs en Londres. Cuando dicha organización fue fundada en 1955 por Sir Anthony Fisher, a recomendación de Friedrich Hayek, el Reino Unido ya se encontraba bien enrumbado en un camino de servidumbre que llevaría a ese país a ser la economía europea más socialista al oeste de la Cortina de Hierro. En su libro, Las virtudes del capitalismo, Seldon recuerda cómo él y Harris se prepararon para una batalla de largo plazo en la promoción de sus tesis, la cual bien podría llevarse 30 o incluso 40 años. Durante dos décadas Seldon y Harris vieron cómo la otrora gran potencia británica, cuna de John Locke, Adam Smith, David Hume, y demás padres del liberalismo clásico, descendía en el caos económico y social gracias a las políticas socialistas implementadas por laboristas y conservadores. Sin embargo, la perseverancia y toda la labor realizada durante muchos años finalmente dieron frutos en 1977 con la elección de Margaret Thatcher bajo una plataforma económica destinada a recortar el tamaño del Estado y fomentar la iniciativa privada. El esfuerzo de tantos años había empezado a dar resultados.

No debemos olvidar que, a pesar de todas estas limitaciones, una cosa que ostentamos, y la cual carecen nuestros rivales ideológicos, es la certeza de que nuestras ideas y políticas son las correctas para derrotar la pobreza. No solo basta con ver cómo el llamado Socialismo del Siglo XXI, al igual que su ancestro del Siglo XX, se traduce en pobreza y estancamiento en aquellos países que lo ponen en práctica. En América Latina tenemos ejemplos de países que, aún dando tumbos, dan muestras a la región de cómo hacer las cosas bien. Chile siempre destaca como el país que más avances en libertad económica ha dado en la región. Pero también tenemos los casos de Perú y El Salvador, dos naciones que a lo largo de los años han venido introduciendo reformas que se han traducido en mayor crecimiento económico y una disminución significativa de la pobreza.

Derechos de propiedad para todos, especialmente para las grandes masas que oficialmente no cuentan con títulos de propiedad sobre sus posesiones. Libre comercio para todos, en particular para que los más pobres tengan accesos a alimentos baratos de otras latitudes. Una moneda estable para todos, en especial para aquellos que ven sus ingresos y ahorros ser licuados todos los meses mediante la inflación. Regulaciones simples y accesibles para todos, principalmente para los millones de latinoamericanos que se ven forzados a ganarse su sustento en la economía informal. Y un largo etcétera. Esta agenda de libertad es la correcta para hacer retroceder el flagelo de la pobreza en nuestra región.

Esta intervención no tiene la finalidad de fomentar el conformismo ni la autocomplacencia, sino de levantar el ánimo entre los que nos levantamos todos los días a luchar por una sociedad más libre. No desfallezcamos. Esta causa requiere en muchas ocasiones de paciencia franciscana. No olvidemos el gran proverbio de Lao Tsé, “Todo viaje de mil millas empieza con un simple paso”.

El Cato (Estados Unidos)

 



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