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30/08/2010 | Argentina - Esa manía de Kirchner de perder dinero y votos

Carlos Pagni

La semana pasada, el riesgo financiero de la Argentina aumentó más que el de Venezuela. ¿A qué se debe? Es cierto que la meteorología global se enrareció con la noticia de que la economía de Estados Unidos no se recupera con la velocidad prevista en el primer trimestre. Pero el deterioro de la imagen de la Argentina fue superior al promedio.

 

Es simple: los mercados descubrieron que los Kirchner se involucraron la semana pasada en dos sagas que hacen temer una nueva onda de inestabilidad; por un lado, el conflicto con los medios de comunicación; por otro, la coronación de Hugo Moyano al frente del PJ de la provincia de Buenos Aires.

La genética pudo de nuevo más que la estrategia. Néstor Kirchner vuelve a perder plata y votos por culpa de su incapacidad para relacionar aspectos de la vida pública que sólo en apariencia están desvinculados. El avance sobre la prensa y la entronización política de Moyano son percibidos como dos dificultades del oficialismo para recuperar el centro.

Hasta hace 15 días, los inversores creían tener pocos motivos para temer. Apostaban a que Kirchner llevaría adelante una política moderada hasta las elecciones. En caso de ganar, se convertiría en Chávez. O, para ser más exactos, volvería a ser Kirchner. Pero se trataba de un desenlace lejano e improbable. En ese caso, ya se vería. Esta visión se asentaba en numerosas señales: la decisión de emitir un bono en el mercado internacional; el discurso ortodoxo frente al aumento de las jubilaciones dispuesto por la oposición parlamentaria; la designación de un allegado a Olivos, Alfredo Mac Laughlin, en el FMI; la predisposición a alcanzar un acuerdo con el Club de París; el alineamiento con EE.UU.con la excusa iraní; la cooperación de Kirchner para que Colombia y Venezuela llegaran a un acuerdo. Desde la semana pasada, esta percepción se modificó. Los mercados comenzaron a temer que, embarcado otra vez en una guerra sin hipótesis de salida, el Gobierno hiciera peligrar la estabilidad general, aun a riesgo de retroceder en la carrera electoral y de complicar su financiamiento.

Ahora, el paisaje está dominado por otros datos: la guerra improvisada contra los socios privados de Papel Prensa (LA NACION y Clarín ) ; el avance sobre Fibertel y Cablevisión; la ruptura con el empresariado industrial; el entredicho con el Departamento de Estado de los Estados Unidos respecto de la libertad de expresión; el acoso de los Moyano al grupo Techint, y la simultánea consagración de Hugo Moyano como titular del partido oficial en el distrito del que depende la suerte electoral de Kirchner. Conclusión: si el Tesoro se preparaba para financiarse a una tasa inferior al 9%, en adelante deberá hacerlo a una superior al 11%. Otra vez a la Argentina se le escapó el instante. El regreso al mercado de capitales, es decir, la noticia con la que Cristina Kirchner pretendía cerrar un ciclo de 9 años de aislamiento, deberá postergarse otra vez. Y el esposo de la Presidenta tendrá que ajustar la pretensión de mejorar su imagen repartiendo plata.

La torpeza de Kirchner para avanzar sobre Papel Prensa está logrando lo que se creía imposible: superar la que quedó de manifiesto en la frustrada captura de Telecom. Las confesiones de Isidoro Graiver y Gustavo Caraballo obligaron a la Presidenta a reelaborar su discurso y su denuncia penal. Hasta el viernes, el escrito no había sido presentado en la Justicia. Mientras tanto, siguen apareciendo detalles polémicos sobre la irrupción de Lidia Papaleo, la viuda de Graiver, en la escena oficial. De sus conversaciones con directivos de Papel Prensa, en el hotel Alvear, el 26 de mayo pasado, quedan más registros escabrosos. Por ejemplo, su confesión de que necesita dinero por un grave enfrentamiento patrimonial con su hija María Sol. O el informe sobre sus tres reuniones con Néstor Kirchner en Olivos, de las que participaron también Guillermo Moreno, Carlos Zannini y Osvaldo Papaleo.

También la suspensión de la licencia de Fibertel muestra mil fisuras. El viernes pasado se le agregó un sumario contra Cablevisión que, basado en la maldita ley de radiodifusión de la dictadura, amenaza ahora con la discontinuidad de ese servicio de TV. Es un inapreciable obsequio para Alberto Pierri, dueño de Telecentro y Canal 26, quien concurre más a Olivos ahora que cuando presidía la Cámara de Diputados. Y también un obsequio para los candidatos que compiten con Kirchner, que no necesitarán exhibir nuevos méritos para cosechar entre los sectores medios. Kirchner les hace la campaña.

La oposición debatirá estas decisiones en el Congreso pasado mañana. Tal vez haya que esperar más comicidad que dramatismo, ya que pueden salir a la luz los rasgos más disparatados de la política de comunicaciones del Gobierno. Por ejemplo, que no sólo Cablevisión está floja de papeles por la negativa oficial a aprobar su licencia. Casi ninguna transacción del mercado de medios, incluida la compraventa de grandes emisoras de TV, consiguió el visto bueno de la Secretaría de Comunicaciones o del Comfer. Los expedientes duermen durante años, y no por negligencia. Se cultiva la precariedad porque facilita la extorsión.

Paisaje desopilante

Otro pasaje desopilante de esta comedia es el esfuerzo de los funcionarios por demostrar que con el vaciamiento de Fibertel no quieren beneficiar a sus competidoras Speedy (Telefónica) y Arnet (Telecom). La Comisión Nacional de Comunicaciones identificó a más de 200 empresas que estarían en condiciones de absorber usuarios de Internet. En una verificación inicial, más de 30 de esas compañías no pueden ofrecer el servicio. Algunas no tienen siquiera un número de contacto, sino que utilizan el teléfono de un estudio jurídico. Hay otras que ofrecen conexión satelital para barcos de ultramar o mineras que trabajan en el desierto. La conexión cuesta 500 dólares por mes. Las telefónicas deberán seguir explicando que no tienen pacto con el Gobierno.

Empeñado en enviar, como dice el lugar común, "otra señal a los mercados", Kirchner encumbró a Moyano en el PJ bonaerense. Es una novedad de primera magnitud. Si se observan las dificultades de los Kirchner en el mapa electoral, Buenos Aires aparece como el territorio donde ellos se juegan casi por entero su continuidad en el poder. La designación allí del secretario general de la CGT como jefe del PJ significa una regresión de casi 30 años. Una de las consecuencias más relevantes de la victoria de Raúl Alfonsín en 1983 fue que desencadenó un proceso de renovación interna en el PJ que significó, entre otras cosas, el desplazamiento del sindicalismo de la conducción política. El encumbramiento de Moyano, el martes pasado, supone la reasunción por parte de un gremialista de una posición cuyo último ocupante había sido Lorenzo Miguel.

Moyano avanza en contra de la voluntad de Kirchner. El esposo de la Presidenta intentó designar un triunvirato en reemplazo de Alberto Balestrini. No pudo. El camionero se ha fijado sus propios objetivos. Créase o no, quiere ser Lula. Para capturar al PJ, asustó a los intendentes hablándoles de una interrupción en la recolección de residuos. Como Daniel Scioli, esos intendentes saben que ahora les espera ir a las urnas con dos mochilas en la espalda: a la de Kirchner se agregó la de Moyano. El camionero llegó adonde quería. El martes, en La Plata, se colocó la corona. A Kirchner no le quedó más remedio que disimular y aplaudir.

Este desborde político, igual que el asedio a Siderar, van despejando un corolario cada vez más obvio: Moyano es el hombre público que con mayor claridad ha detectado, y se dispone a aprovechar, que a partir de la derrota del año pasado Kirchner es un hombre débil.

Cuando el 13 de mayo de 2003 Carlos Menem renunció al ballottage, Kirchner se encerró en la Casa de Santa Cruz y se confesó ante un pequeño grupo de amigos: "Voy a asumir la Presidencia y sólo tengo dos temores: Magnetto y Moyano". Ya pasaron siete años, y no consiguió evadirse de esa trama.

La Nación (AR) (Argentina)

 


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