En torno a 250.000 personas se dieron cita ayer en las calles de Hong Kong para una manifestación en favor de la democracia en la ex colonia británica. La marcha fue en protesta contra las limitadas reformas electorales que deberán ser sometidas a votación parlamentaria el próximo 21 de diciembre. Se trata de la mayor muestra del deseo de los ciudadanos por obtener la democracia desde que en julio de 2003 se manifestaran 500.000 personas.

Los diputados pro democráticos afirman que las reformas no son suficientemente ambiciosas porque no incluyen un calendario para establecer el sufragio universal en el territorio, que dejó de estar bajo soberanía británica en 1997. Técnicamente, Hong Kong tiene derecho a convocar elecciones libres a partir de 2007, pero China anunció el año pasado que como muy pronto podría haber sufragio universal en 2008. Actualmente, la mitad de los legisladores se eligen directamente y no hay libertad de voto para la posición de jefe ejecutivo.

Pekín hasta ahora no ha dado señales de cambiar opinión y otorgar autonomía política a la "periferia" como se le llama a las regiones que China controla aunque no sin tensiones como Taiwán, el Tibet y Hong Kong. Para el Gobierno de Beijing el desafío que le pone sobre la mesa esta marcha es enorme porque implica negociar el derecho de autodeterminación de sus minorías nacionales, aquello mismo que produjo el desmembramiento de la ex Unión Soviética y que podría amenazar el rígido centralismo de la China comunista.

En una democracia, para poder participar en el proceso de toma de decisiones y efectuar el control de los actos de los gobernantes se requiere un sistema de contrapesos en el seno del poder y una clara constitución sobre los derechos de los ciudadanos, elementos que no aparecen en el horizonte político de Hong Kong. No hay que olvidar que una preocupación recurrente en la obra de importantes pensadores como Alexis de Tocqueville o John Stuart Mill era la advertencia acerca de que democracia y libertad no eran sinónimos sino que debían ir por caminos paralelos. Hoy, el caso de la Venezuela de Chávez entre tantos otros verifica de forma patente esa premonición.

Hong Kong alcanzó la prosperidad económica a través de una administración ilustrada tutelada por el Gobierno británico. Su éxito se basó en un sólido marco legal que mantenía al gobierno fuera de la economía y otros elementos fundamentales como una justicia británica previsible y ecuánime, el respeto de los contratos, un servicio civil mayoritariamente incorruptible, un sistema legal bien dotado de jueces imparciales y honestos, bajos niveles de impuesto y pocas regulaciones.

La Ley Básica de 1997 (una especie de Constitución del territorio especial, que mantiene una alta autonomía con respecto a China) establece la introducción en el futuro de plenas elecciones democráticas, que tampoco existían en la época en que Hong Kong era colonia del Reino Unido. Por esa razón, China no puede seguir esquivando por mucho tiempo estos reclamos democráticos que le exige la comunidad internacional y el propio pueblo honkonguense.