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06/09/2010 | Guerra fría en el mar Amarillo

Isidre Ambrós

China y EE.UU. miden sus fuerzas con sendas maniobras aeronavales.En un mes y medio, EE.UU. y China repiten maniobras en la misma zona.China considera que los ejercicios de EE.UU. añaden tensión a la región. Washington y Seúl quieren exhibir potencia militar; Pekín, solidaridad. China quiere mostrar su supremacía en la región; EE.UU., el apoyo a sus aliados.

 

La época de vacaciones no parece haber atemperado los ánimos en la región de la península coreana. China y Estados Unidos muestran su músculo militar en las aguas del mar Amarillo en sendas maniobras aeronavales. El objetivo de ambas potencias es lanzar mensajes de apoyo y de advertencia, respectivamente, a Corea del Norte. Son tiempos de guerra fría en la zona. 

China y EE.UU. se miran de reojo en el mar Amarillo. Sus aguas, que separan al gigante asiático de la península coreana, acogen estos días las sucesivas maniobras de sus fuerzas aeronavales. Son las segundas que llevan a cabo ambas potencias en la región en el corto espacio de un mes y medio. EE.UU. y Corea del Sur realizaron las anteriores, a finales de julio, en el mar de Japón, y cuando estas acabaron, la Marina china ejecutó unos ejercicios en sus aguas del mar Amarillo. 

Ahora el despliegue de fuerzas aliadas es menor, pero se lleva a cabo ante las aguas jurisdiccionales de China, que Pekín considera su perímetro de seguridad. Una actitud que ha irritado al Gobierno chino, que critica además estos ejercicios militares porque contribuyen a desestabilizar la seguridad en la región. 

Para la operación Ulfi Freedom Guardian, que empieza hoy, Washington y Seúl han desplazado una decena de buques, varios aviones de vigilancia y unos 1.700 soldados. Un despliegue mucho menor que el realizado en julio, el mayor en treinta años. 

El objetivo, sin embargo, es el mismo: demostrar su potencia militar al Gobierno norcoreano de Pyongyang y forzarle a que abandone sus planes nucleares. 

Pekín, por su parte, no ha especificado el motivo de las maniobras que acabaron ayer. El Gobierno chino se limitó a anunciarlas al mismo tiempo que lo hizo EE.UU. y señaló que se trataba de unos ejercicios rutinarios con munición real, que incluirían disparos de artillería marina y despliegue de aviones militares. La operación se ha desarrollado  frente a las costas de la ciudad de Qingdao y han participado fuerzas de su potente flota Beihai, una de las tres principales de la Armada china y la que cuenta con mayor potencial bélico. 

Para Baek Seung Joo, director del Centro para la Seguridad y la Estrategia del Instituto para la Defensa de Corea Analyses de Seúl, las maniobras chinas son una respuesta a los ejercicios de Estados Unidos y Corea del Sur. Opina que son la vía utilizada por Pekín para mostrar su potencial bélico, pero descarta que deban interpretarse como una provocación. 

Baek, al igual que otros expertos, cree que estos despliegues militares van dirigidos al mismo espectador: Corea del Norte. Washington y Seúl pretenden mandar un mensaje claro de potencia militar y de disuasión a Pyongyang. Es su respuesta al hundimiento de la corbeta surcoreana Cheonan por un torpedo norcoreano, que costó la vida a 46 marineros. Corea del Norte niega toda responsabilidad. 

Pekín quiere demostrar a Pyongyang su solidaridad. Unos lazos que se han confirmado con los viajes de altos mandatarios chinos a la capital norcoreana y la reciente visita del líder norcoreano, Kim Jong Il, a la capital china. Además, ambos países han acordado recientemente estrechar su cooperación militar. 

Pero además de mostrar firmeza o solidaridad al régimen de Kim Jong Il, tanto Estados Unidos como China pretenden demostrarse mutuamente que no están dispuestos a reducir su presencia en esta zona del mundo. 

Con estos ejercicios en el mar Amarillo, China intenta confirmar la supremacía de su Armada en la región y su disposición a defender sus intereses vitales. Reivindica su soberanía sobre varias islas del mar del Sur de China, ricas en recursos naturales, y defiende unas rutas marítimas que le permiten aprovisionarse de las materias primas que precisa para proseguir su desarrollo. 

EE. UU., por su parte, quiere demostrar a sus aliados japoneses, surcoreanos y del Sudeste Asiático que no permitirá que China imponga su supremacía en esta zona del mundo. 

En resumen, unos movimientos que definen la disposición de estas potencias a sostener un pulso por el liderazgo en la región. Están condenadas a cooperar. Se necesitan, pero desconfían la una de la otra. Es la guerra fría del siglo XXI.

 

La Vanguardia (España)

 


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