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22/09/2010 | EE.UU.: El presidente del desempleo

Jim Powell

El presidente Obama y el secretario del Tesoro Timothy Geithner han expresado claramente que quieren aumentar considerablemente los impuestos sobre los generadores de empleo —los inversionistas exitosos y los empresarios— dejando que expiren los recortes de impuestos de Bush en el 2011. Esto a pesar de una persistente tasa de desempleo que supera el 9%.

 

Si bien permitir que estos recortes expiren no constituiría el peor aumento de impuestos en la historia estadounidense, obviamente es una medida inoportuna. Junto con otros aumentos de impuestos que Obama ha logrado que se aprueben en el Congreso y otros más que a él le gustaría que fueran aprobados, resulta muy probable que Obama se convierta en uno de los presidentes más pro-impuestos de EE.UU. Impuestos más altos implican que los consumidores tendrían menos dinero para gastar y que los generadores de empleo en el sector privado contarían con menos dinero para contratar personas.

Los principales rivales Obama para esta dudosa distinción son Herbert Hoover y Franklin Delano Roosevelt. La desenfrenada alza de impuestos de ambos dificultó la recuperación del sector privado durante la Gran Depresión.

Hoover fue responsable de dos desastrosas alzas de impuestos. La primera se dio durante la elección presidencial de 1928 cuando él dijo que respaldaría aranceles más altos para los productos agrícolas. Esto desató una feroz competencia entre los grupos de interés que querían aranceles más altos. Para cuando habían concluido las audiencias en el Congreso, había alrededor de 20.000 páginas de solicitudes por parte de estos grupos. En junio de 1930, Hoover firmó la ley de aranceles Smoot-Hawley, la cual aumentó los impuestos de importación en un promedio del 59% sobre alrededor de 25.000 productos agrícolas y manufacturados, obligando a los consumidores a pagar más por casi cualquier cosa. La bolsa de EE.UU. colapsó y más de 60 países tomaron medidas de retaliación bloqueando las exportaciones estadounidenses y la economía cayó aún más.

Preocupado por el déficit presupuestario causado por su abultado gasto, Hoover le solicitó al Congreso un aumento en los tributos y el resultado fue la Ley de Ingreso de 1932, una de las alzas de impuestos más considerables en la historia estadounidense. Se crearon impuestos sobre los carros, la gasolina, las llantas, la electricidad, los servicios telefónicos, los cheques bancarios y mucho más. Los inversionistas fueron golpeados con impuestos sobre la transferencia de acciones. La oficina postal aumentó el costo de enviar correo en primera clase en un 50%. Se crearon impuestos sobre los regalos con la tasa más alta siendo de hasta el 33,3%. La tasa más alta del impuesto sobre la renta aumentó del 25% al 63%. También aumentó el impuesto sobre la renta corporativa. Luego de cargar con todos estos impuestos a los estadounidenses, Hoover vio como la economía cayó a su punto más bajo.

Franklin Delano Roosevelt (FDR) aumentó impuestos en 1933, 1934, 1935 y 1936. Las frecuentes reformas tributarias causaron por sí solas una tremenda incertidumbre que desalentó la toma de riesgos empresariales por parte de los inversionistas y generadores de empleos. FDR casi duplicó el impuesto federal sobre el alcohol destilado. Aumentó los impuestos especiales sobre el tabaco y la gasolina. Añadió un impuesto del 5% sobre los dividendos corporativos (por encima de lo que ya se tributaba a través de los impuestos sobre la renta). FDR introdujo un impuesto sobre los molinos que convierten al trigo en harina para el pan —un impuesto indirecto sobre el pan. Introdujo los impuestos al empleo mediante contribuciones obligatorias al seguro social, medida que no hizo nada más que succionar fondos del sector privado durante la década de los treinta (no hubo cheques de seguridad social hasta 1940). FDR agregó un impuesto sobre las empresas cuando sus ganancias excedían el 12%. Además introdujo un impuesto de hasta el 60% sobre las ganancias no distribuidas. FDR hizo más progresivo al impuesto sobre la renta, aumentando la tasa más alta del 63% al 75%. En general, durante el periodo del New Deal (1933-1940), se triplicó la cantidad de dinero removido del sector privado mediante tributos.

Irónicamente, los programas de FDR que se suponía que debían ayudar a la clase media y a los pobres fueron principalmente pagados por la clase media y los pobres. Esto sucedió porque la fuente más grande de recaudación fiscal durante el New Deal fueron los impuestos especiales sobre la cerveza, los cigarrillos, el chicle, las gaseosas y otros placeres baratos disfrutados en gran parte por la clase media y los pobres. Para escuchar una de las famosas “Charlas de la chimenea” de FDR, la gente tenía que pagar un impuesto especial por una radio y un impuesto especial sobre la electricidad requerida para encenderla. Hasta 1936 los impuestos federales especiales recaudaban más que los impuestos sobre la renta personal y corporativa juntos. No fue hasta 1942 —durante la Segunda Guerra Mundial— que el impuesto sobre la renta se convirtió en la principal fuente de recaudación federal.

Ahora, en medio de un terco desempleo, viene Obama con sus planes de impuestos y multas relacionados a la atención médica, sus planes de impuestos sobre la energía, y la expiración de los recortes de impuestos de Bush. Obama está especialmente ansioso por afectar a los generadores de empleos, incluyendo a los dueños de empresas pequeñas a quien él frecuentemente describe como “los ricos”. Obama afirma que se necesitan impuestos más altos para reducir el déficit, sin embargo el déficit no sería tan grande si él no hubiese ejercido presión sobre el Congreso para que aprobara la mal llamada ley de “estímulo”, que fue en gran parte un cuantioso fondo para el ya obeso sector público. El déficit sería menor también, si Obama hiciera de la creación de empleos en el sector privado su prioridad, en lugar promover el control estatal de la industria de servicios de salud, cuyo costo final podría ser de billones. Su evidente estrategia es ser rígido con los generadores de puestos de trabajo, luego —al extender los beneficios de desempleo— lanzarle un hueso a los que perdieron su empleo.

Jim Powell es académico titular del Cato Institute y autor de FDR’s Folley, Bully Boy: The Truth About Theodore Roosevelt’s Legacy y Greatest Emancipations.

Este artículo fue publicado originalmente en Washington Times (Ecuador) el 4 de agosto de 2010

El Cato (Estados Unidos)

 


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