Poco arribismo, sobriedad y pluralismo. La recuperada unidad de Alemania es joven, veinte años, pero gana en madurez. Los alemanes la conmemoraron ayer con esos tres rasgos. El sobrio discurso oficial no niega los claroscuros ni los problemas aún abiertos por aquel hito nacional de 1990, pero reivindica lo obvio sin renunciar al debate y la autocrítica. 

"Pese a todas las críticas, tenemos motivos para sentir un sosegado orgullo", dijo el presidente del Bundestag, Norbert Lammert, en un discurso vespertino en la explanada del Reichstag berlinés, donde un público de varios miles recibió en pie a Helmut Kohl, el canciller de la unidad,postrado en su silla de ruedas. 

La jornada tuvo otros escenarios. Por la mañana, en Bremen, el presidente federal, Christian Wulff, recién llegado al cargo, se estrenó con un discurso institucional con más contenido de lo esperado. Wulff salió al paso de las populistas invitaciones a la xenofobia e islamofobia del ex directivo del Bundesbank Thilo Sarrazin, que tanto impacto mediático y popularidad han tenido. 

"No hay duda de que el cristianismo y el judaísmo forman parte de Alemania, pero ahora también el islam forma parte de Alemania", dijo Wulff. Con cuatro millones de musulmanes en Alemania, más de la mitad de ellos de nacionalidad alemana, el mensaje era necesario. El debate sobre la integración de los emigrantes, dijo, "no debe herir" a las personas con raíces extranjeras, que en Alemania son casi una quinta parte de la población. El presidente llamó a cerrar brechas y reconocer "las ventajas de la diversidad" y el multiculturalismo. En un país que, más allá de la polémica sobre su estrategia económica en Europa, es locomotora continental y no conoce la crisis, Wulff dijo: "Podemos estar orgullosos, sobre todo, del clima social de nuestra sociedad". 

Parece que, con el tiempo, los diversos sentimientos y pasiones que suscita la unificación se reconocen cada vez más. El plural debate que ofreció sobre el tema el primer canal de la televisión, un espacio de poder por definición, dio la palabra a cuatro invitados, dos del Oeste y dos del Este, entre estos últimos la periodista Jana Hensel, autora de un libro sobre cómo los jóvenes del Este describen hoy la sociedad alemana, y la escritora Daniela Dahn, una de las críticas más agudas del proceso de unificación. 

Dahn cree que el Este ha contagiado a la nueva Alemania una "revalorización del concepto de justicia, y la idea de que no hay libertad si no hay empleo". En el contexto de una Europa socialmente dormida, Hensen constata que "la politización está regresando a Alemania", e ilustra la afirmación con la tozuda protesta civil que se vive desde hace semanas en Stuttgart contra la nueva estación ferroviaria. 

Sus contertulios llamaron la atención sobre la casi total ausencia de matrimonios entre alemanes del Este y del Oeste, y sobre la necesidad de matizar los éxitos de la unificación. La situación de los alemanes del Este es un claro éxito en relación con la de los otros países del antiguo bloque del Este y con cómo se vivía en la RDA, pero no es un éxito si comparamos la vida de alemanes del Este y del Oeste, estos últimos con tres veces más patrimonio. Alemania reconoce esa brecha y no está contenta con ella.