Ahora que Néstor Kirchner anuncia el pago de la deuda al Fondo Monetario, la dirigencia sigue aplaudiendo lo cuál no parece extraño si tenemos en cuenta cómo se ha ido comportando ésta a los largo de los últimos años. Pero habría que tener cuidado con aquellos analistas que entiende por oposición la crítica rauda y sin argumentación.

En primer lugar, y lejos de contemplar el escenario montado para el anuncio presidencial, el pago de la deuda no es una mala idea. Criticar por el sólo hecho de disentir en el 99% con la conducta oficial es similar a la actitud fanática de la arenga que recibe a diario el jefe de Estado: ciega y banal. La medida en sí no es disparatada. No es posible disentir con el default y disentir con el pago. Tratemos de buscar algún punto de razón antes de elevar el dedo acusador ya que si de mostrar los deslices de esta gestión se trata hay material para armar una enciclopedia vasta.

Lo que nubla todo matiz de luz que podía tener la noticia radica en las causas y en el cuándo. El “cómo” si se quiere no es tan grave: las reservas del BCRA de no ser utilizadas para ese pago, es más probable que terminen sumando a los gastos políticos del gobierno y a los bolsillos de los funcionarios. Pretender que se utilicen para el bienestar del pueblo es muy ingenuo a esta altura de las circunstancias (a no ser que por “bien público” se entienda el otorgar aguinaldos a piqueteros desocupados e incrementar los planes jefes y jefas de hogar)

El problema está desenfocado. Lo grave no es el anuncio presidencial, lo grave son las causas que se esconden detrás de esta maniobra. La “independencia nacional”, proclamada por el jefe de Estado no es sino la proclama de un nuevo paso hacia la concentración absoluta del poder en manos del Ejecutivo. Si quedaban dudas del desprestigio institucional en que está sumida la Argentina, ahora ha sido confirmado.

El pago de la deuda en un marco de una política económica precisa y concreta podría ser una garantía para encausar al país alejado de las inversiones -no por casualidad- sino por la desidia y la ambición personal que vienen habitando en Balcarce 50 desde hace algunos años.

Lo que sí resulta asombroso después de más de dos años de asumir, Néstor Kirchner, la presidencia, es que subsista el asombro en la ciudadanía que ya ha visto estos despliegues, paradójicamente, cuando las papas queman…

En medio de un fin de año con la casa en desorden, en medio de una Navidad con precios atados con alambre y una inflación que acecha sin que nadie, en el seno del gobierno, parezca saber cómo frenar antes de que aumente ya no los precios sino el número de ciudadanos sumidos bajo la línea de indigencia y, en medio de una crisis de seguridad que siempre dejamos en segundo plano -pero que si nos tocase de cerca derivaría en prioridad-, montar una escenografía que causara impacto popular era esperable de parte de quién nos gobierna.

Que haya sido, justamente, el arco “progresista” el que se convocara para aplaudir el pago de la deuda con el organismo de crédito resultó una fotografía dantesca. Si esta es la “revolución” de la “izquierda” argentina podemos estar seguros que la ideología sí está muerta…

A los argentinos no nos deja bien parados que, a punto de culminar un año más de proselitismo sin contenido y viendo como se dilapidó otra oportunidad más de hacer algo por la pacificación nacional, nos encontremos con las manos vacías esperando, de un discurso presidencial, algo más que no sea un circo efectista. Y si acaso, la oposición política es esta que se limita a dudar de la actitud oficial sin acudir a mecanismos institucionales para revertir atropellos a un sistema que se nombra pero que no tiene existencia real, el futuro tiene más oscuridad todavía.

Hasta ahí, la realidad. El resto es la esperanza que todavía vuelve a ampararnos en esta época del año, pero ambos planos no pueden comulgar si de analizar políticamente al país se trata. Tal vez, sea lícito apelar a las fuerzas para darnos cuenta – aunque sea por una vez- que, en el pueblo está el arma capaz de poner un ápice de coherencia para frenar una escalada de autoritarismo que avanza sin pausa pero con inusitada prisa…

¡Feliz Navidad y que el 2006 no sea para la Argentina como éste que termina: tan sólo un año más…!

PD: Unas pocas palabras bastaron para plantear qué nos pasa teniendo en consideración la cantidad de informes económicos que plantean los pro y los contra de esta nueva maniobra oficial. Además, a esta altura del año, una siente que se torna redundante en demasía y hay cierta “culpa” por no poder enviar algo más grato para esta semana de Navidad…

Gabriela Pousa es Analista Política. Lic. en Comunicación Social (Universidad del Salvador) Master en Economía y Ciencias Políticas (ESEADE) Queda prohibida su reproducción total o parcial sin mención de la fuente.