La reina ha muerto. Al mismo tiempo, una nueva soberana ha nacido cobijada generosamente por los medios colombianos. Se llama Tanja Nijmeijer, es holandesa, de golpe ha mandado al olvido a Ingrid Betancourt y ocupa ahora la atención de todos los sectores políticos y sociales. La prensa local e internacional la viste de mito con grandilocuentes encabezados en los que destaca su intrépida figura como guerrillera. “La bella holandesa”, le dicen, sin cuestionar demasiado el pequeño detalle de que milita en las filas de las fuerzas subversivas de las FARC, las mismas que mantuvieron cautiva a Betancourt durante seis largos y penosos años en la selva.
Pero a diferencia de la ex candidata a la presidencia de Colombia, Tanja no aborrece los lodazales, ni los inclementes ataques de los bichos, ni los maltratos del clima selvático, ni la falta de comodidades. Más aún, ama todas esas y otras adversidades que enfrentan los sublevados a cada momento de su día, y ha dejado sin muchas mortificaciones su natal Denekamp para establecer desde hace nueve años su incierto domicilio en la selva colombiana. Ahí vivía sin que nadie lo supiera más allá de los círculos de mando de las FARC. Hasta que las tropas colombianas que atacaron violentamente un campamento guerrillero, hace un par de años, hallaron entre los escombros restos de cuadernos con anotaciones en holandés. Eran sus diarios.
Ese día nació la leyenda de Tanja, la guerrillera, que en los campos de batalla responde también a los nombres de Alexandra y Eileen, un personaje confeccionado en buena medida a partir de las necesidades de la prensa. Llena de misterio y glamour, guapa y sexy, con un atractivo toque europeo, Tanja tiene en estos días como mayor virtud su carácter fantasmal y su habilidad para evadir a la muerte, que acaba de pasar a saludarla hace poco en el campamento donde murió acribillado El Mono Jojoy, figura mayor de la dirigencia de las FARC.
Nadie sabe todavía cómo le hizo para escurrirse bajo las balas y los bombazos, pero Tanja salió bien librada de un sangriento combate que dejó 34 guerrilleros muertos, tres de ellos de identidad femenina. Como en una novela romántica barata, dejó en el camino unas cuantas fotografías. Una de ellas la muestra en un cachondo bailoteo, guapa y sexy, como todo el mundo quería verla. En otra aparece, tierna y enamorada, abrazando a un sobrino de El Mono Jojoy, como si estuvieran ambos en un campamento de veraneo. Nadie sabe tampoco dónde diablos se escondió. Para hallarla, habría que seguir el camino que abrió hace unos meses, a comienzos del año, Hannie Nijmeijer, su madre, cuando para verla viajó hasta las puertas de la selva colombiana y se plantó ahí con un equipo de sonido con el que le trasmitió a los cuatro vientos un breve pero tajante mensaje en su idioma: “Jovencita, sabes que tienes una madre que está dispuesta a poner el mundo patas arriba para encontrarte”.
El naciente icono de una estudiante holandesa de lenguas romances en la Universidad de Groningen, dulce, esbelta y sensible, como la describe la prensa colombiana, que abandonó a su clasemediera familia para ayudar al humilde pueblo colombiano oprimido, está cobrando más fuerza día con día. Por lo pronto, el documental Más cerca de Tanja que relata sus aventuras se está exhibiendo ya en Europa y varias plumas escriben a marchas forzadas un libro sobre su vida. Y esto es sólo el principio.
*Profesor-investigador de la UAM-I
