Por ello, la confesión grabada del asesinato de estos ciudadanos me provocó gran desasosiego, tristeza e incertidumbre. ¿Qué sucede en la cabeza de estos mexicanos jóvenes que asesinan fríamente a 72 migrantes porque no pudieron pagar su rescate, a los 13 secundarianos que acudieron a una fiesta de 15 años en Juárez, a los 15 jóvenes lavacoches en Tepic, a los 15 que estaban en una clínica de rehabilitación de Tijuana o a estos 22 turistas michoacanos en venganza porque el cártel de La Familia michoacana les "quitó la plaza de Altamirano"?

Un asomo de respuesta a esa interrogante me lo dio un amigo muy cercano, sicólogo de profesión en el norte del país. Una tarde llegó a su consultorio un hombre joven con claros síntomas de angustia. Al llenar la ficha de la consulta, le preguntó a qué se dedicaba, el joven respondió: "No se asuste, no le voy a hacer nada, soy sicario", y le contó su historia.

En un estado del norte en el que no domina el cartel de La Familia, miembros de este grupo fueron a reclutar a las rancherías. Ahí se llevaron a este joven con la promesa de pagarle diez mil pesos semanales por irse al sur y seguir sus órdenes. Le prometieron más dinero si convencía a otros. Terminó por llevarse a dos amigos más, todos jóvenes menores de 25 años.

En el estado sureño, las órdenes eran matar a los adversarios señalados. El sicólogo interrumpió y le preguntó si le había causado resistencia matar. Transcribo la respuesta: "Al principio sí, pero luego me di cuenta que eran muy diferentes a mi: chaparritos y morenos, ahí es cuando se me quitó la dificultad."

¿Por qué acudía a consulta sicológica si matar ya no le causaba conflicto? El grupo adversario había eliminado en forma por demás cruel a los conocidos a los que había reclutado en el norte. La muerte de sus iguales, sus amigos, sus compas, lo sumió en un intolerable sentimiento de culpa. Huyó del sur, regresó a su región y buscó liberarse de la culpa.

¿Qué significa económicamente "la plaza de Altamirano"? ¿Qué tanto vale ese mercado que, en venganza por haberlo perdido, se puede eliminar a 22 civiles inocentes, casi todos mecánicos automotrices que, desde hace diez años viajaban cada septiembre a Acapulco? Me costó encontrar datos sobre la actividad económica de ese municipio, situado en la Tierra Caliente de Guerrero, limítrofe con Michoacán. Algo de agricultura, ganadería, orfebrería artesanal, sede de un Instituto Tecnológico, cruce de carreteras importantes, cabecera municipal con menos de 40 mil habitantes. Municipio pobre. ¿Ciudad Altamirano una plaza importante por la venta de drogas? No parece serlo. Quizá una plaza para extorsionar a los comerciantes, ganaderos, agricultores y pequeños proveedores de servicio o para cobrar derecho de pase al tráfico de drogas.

¿Qué tipo de monstruos hemos creado entre las redes del crimen organizado. El siniestro personaje del cuento El Cobrador, de Rubem Fonseca, parece haberse multiplicado entre quienes se llaman a sí mismos sicarios. Tiene que haber otra lógica en este combate, una que no incentive el uso de los civiles como moneda de cambio y que no multiplique el castigo a la sociedad por cada triunfo sobre los pequeños y grandes señores del delito. 

Nos vemos en Twitter, @ceciliasotog.

*Analista política

ceciliasotog@gmail.com