El presidente Uribe rechazó enfáticamente una declaración de Wood en la que pedía que se retiraran los beneficios legales a los paramilitares que interfirieran en las elecciones venideras.

En la misma tesitura se manifestó la canciller Carolina Barco rechazando ayer las declaraciones de Myles Frechette, ex embajador de Estados Unidos en Bogotá, quien denunció la presunta infiltración de paramilitares en la política de este país suramericano. "Considero que las declaraciones de Myles Frechette son muy desinformadas", declaró a los periodistas la ministra."Yo le pediría a él que se informara mejor antes de salir a dar declaraciones como las que dio, que realmente son inaceptables", agregó. En las declaraciones del lunes a la emisora colombiana "La "W", Frechette dijo que ha crecido la infiltración de los paramilitares de derecha en la política local y añadió que algo así es "inconcebible" en su país.

Hubo quienes pensaron que esto podría significar un cortocircuito con las excelentes relaciones que mantiene Uribe con Washington pero esta es una lectura errónea que no tiene asidero. Lo que le molestó a Uribe es que Wood haya estado reunido con él dos días antes y no le haya comentado nada, como también, que sus comentarios se hayan acoplado con exigencias del ex presidente colombiano César Gaviria pidiendo desde EEUU que no acepte el apoyo de candidatos de los paramilitares y que lo rechace públicamente.

El otro ejemplo de pragmatismo regional fue su encuentro con Hugo Chávez el pasado domingo. Los dos mandatarios repasaron los temas de integración energética y el comercio bilateral, en el 175 aniversario de la muerte de Simón Bolívar en la ciudad caribeña de Santa Marta. Allí, Uribe, reveló que un grupo de venezolanos implicados en el golpe de Estado contra Chávez en 2002 se habían reunido con militares colombianos en un edificio militar de la capital colombiana, gesto que fue elogiado por el Gobierno de Chávez. Además, al día siguiente, fustigó al jefe del servicio de inteligencia colombiano, Andrés Peñate, por desmentir su afirmación de que ex militares venezolanos habían planeado un complot contra Hugo Chávez: "¿Acaso vamos a decir que estábamos en una reunión académica con unos militares golpistas?", lo regañó Uribe, añadiendo: "La única manera es decir la verdad, y cuando haya errores que no se repitan".

Una lectura superficial indicaría que Uribe estaría reescribiendo su estrategia en materia de política exterior pero esto no es así. Su acercamiento a Chávez no se basa en afinidades ideológicas sino que responde a fines urgentes que no pueden ser dilatados por un presidente que, además, busca la reelección. En consecuencia, Uribe ha evitado un conflicto más con Venezuela con el propósito de no levantar más ampollas e impulsar una agenda bilateral que tiene entre otros proyectos la construcción construcción de un gasoducto entre los dos países. Una vez más Uribe muestra que el camino a seguir no es el del la intransigencia fanática sino el del pragmatismo que prioriza los lazos regionales con inversiones de mutuo beneficio y una política de seguridad y defensa en común.