Manuel Castells, quizás el pensador más perspicaz e intuitivo sobre el mundo de la red, dijo en alguna ocasión que “en la sociedad del Internet, lo complicado no es saber navegar sino saber a dónde ir, dónde buscar lo que se quiere  encontrar y qué hacer con lo que se encuentra”. Julian Assange y la red de WikiLeaks sabían qué buscar y dónde hacerlo, pero no parecen claros en qué hacer con lo que encontraron. En su mundo, regido por la teoría de la conspiración, en el que es lo mismo el gobierno de George W. Bush que el de Barack Obama, todo lo que se asocie al quehacer gubernamental es sospechoso.

Como ya se ha expresado por muchos observadores, nada de lo revelado hasta hoy es enteramente nuevo, tampoco, los esfuerzos ridículos por matizar el “balconeo”, como el azoro por las aparentes declaraciones de Gerónimo Gutiérrez, entonces subsecretario para América del Norte, sobre el riesgo de perder la presencia del Estado en algunas regiones de México. ¿Qué, no ha sido el presidente Calderón quien, desde el discurso de toma de posesión, ha citado ese riesgo para justificar la prioridad de la lucha contra el crimen organizado?

Lo que tampoco resulta nuevo, pero no deja de dar temor, ha sido comprobar la ignorancia sobre la naturaleza del internet, por parte de los gobiernos que ahora persiguen a Julian Assange. La red es un sistema básicamente descentralizado que atiende a un mercado empoderado, es decir, uno en el que los usuarios por virtud de la descentralización, del acceso libre y gratuito y de la habilidad para compartir conocimiento, ejercen un nuevo poder. Son usuarios empowered, es decir, empoderados, facultados para intervenir en el mundo, responsable o irresponsablemente, a través de redes de personas con ideas afines que en muchas ocasiones se organizan en redes de redes, hasta formar movimientos, incluso movimientos sociales.

Ciertamente se podrá derribar WikiLeaks de la red, pero en menos de media hora se podrá construir y subir a la nube un sitio equivalente. La nube de internet existe y está sostenida por data centers robustos y poderosos, mas también por una miriada de equipos de cómputo propiedad de personas independientes que pueden o no simpatizar con las tesis de transparencia radical de Assange, pero no se consideran funcionarios gubernamentales, sino individuos tecnológicamente capaces. La nube tiene estructura descentralizada y diversa y, por tanto, es tan inasible e imposible de controlar como las mismas cirrus, cúmulusy nimbus que admiramos cuando se destacan en el cielo.

Si, por otra parte, Assange es metido a la cárcel, el gobierno estadunidense habrá hecho de un hacker insurgente un héroe mundial, lo que sería una perfecta idiotez.

¿Qué hacer? Educar en la ética libre pero responsable del uso de internet. La red y las redes sociales amplifican el impacto de nuestro quehacer e inevitablemente reflejarán, tanto “la madera torcida de la humanidad”, de la que hablaba Isaiah Berlin, como la “flama de la bondad que podrá debilitarse, pero no extinguirse”, que describía Mandela.

*Nos vemos en Twitter: @ceciliasotog

        *Analista política

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