Inteligencia y Seguridad Frente Externo En Profundidad Economia y Finanzas Transparencia
  En Parrilla Medio Ambiente Sociedad High Tech Contacto
Medio Ambiente  
 
01/01/2006 | El DDT es la única arma para combatir la malaria

Steven Milloy

Durante los minutos que usted tarde en leer esta columna, seis africanos morirán de Malaria y otros 3,000 contraerán la enfermedad, principalmente niños y mujeres embarazadas—una tasa de más de un millón de muertes y 500 millones de enfermedades anuales entre los 2.2 mil millones de personas que viven en las regiones infectadas de malaria como África.

 

Actualmente hay propuestas de ley en el Senado que intentan reducir estos trágicos números.

Los contribuyentes de EE.UU. gastan alrededor de $200 millones por año en esfuerzos para combatir la malaria. Irónicamente, casi nada de ese dinero se destina a matar o repeler los mosquitos que propagan la enfermedad. En cambio, el dinero se gasta en medicinas anti-malaria y en toldos tratados con insecticidas que no son muy efectivos.

Los toldos para camas suelen romperse. Son incómodos en las noches calurosas de África y es fácil removerlos. Es posible que no hayan suficientes toldos para cada miembro de la familia o que algunas personas se queden levantadas al atardecer cuando los mosquitos aparecen para su alimentación nocturna. Las medicinas anti-malaria suelen escasear. La Agencia de EE.UU. para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés) espera contar con 55 millones de dosis pediátricas para el 2006—dejando a 445 millones de personas solas en su lucha contra la malaria sin ninguna medicina.

Aunque investigadores están trabajando para desarrollar vacunas anti-malaria, hay pocas expectativas de que la encuentren en los próximos 10 años. Es una realidad trágica, pero no tendría que ser así. Contamos con la tecnología para avanzar hacia una solución para este problema, si solamente nos pudiésemos desprender del mito ambiental más infame, nuestro miedo irracional al insecticida DDT.

De acuerdo al debate en el artículo “Las 100 cosas que hay que saber sobre el DDT” en JunkScience.com, la campaña contra el DDT inspirada por Rachel Carson—Primavera Silenciosa—estaba totalmente aislada de la realidad. El DDT no provocó que disminuyeran las poblaciones de pájaros como el águila calva o el halcón peregrino. Estas poblaciones estaban amenazadas antes de que el DDT se hubiese inventado, gracias al exceso de la caza, la destrucción del hábitat, y a los recolectores de huevos.

De hecho, las poblaciones de pájaros comenzaron a revitalizarse durante el período de mayor uso del DDT.

Ningún experimento científico ha demostrado que niveles típicos de DDT en el medioambiente reducen el espesor de la cáscara de huevos de pájaros—razón por la cual se culpa al DDT de haber perjudicado a los pájaros. Mientras que varios factores naturales y artificiales han sido identificados científicamente como causas potenciales de la reducción del espesor de la cáscara de huevos, niveles típicos de residuos de pesticidas no se encuentran entre esos factores.

Tampoco se ha logrado conectar seriamente al DDT con efectos cancerígenos o no cancerígenos en humanos.

Lo que en realidad me llamó la atención con respecto a este tema fue una visita reciente al Museo Imperial de la Guerra en Londres, donde vi una muestra sobre el uso del DDT para despiojar a víctimas de campos de concetración liberados durante la Segunda Guerra Mundial. El DDT se usó para salvar sus vidas—y a pesar del estado de fragilidad extrema de su salud durante su uso, la literatura médica no ha encontrado efectos negativos del DDT entre los sobrevivientes.

El DDT fue prohibido en EE.UU. en 1972 por razones políticas y no científicas. Sin dar ninguna explicación, el entonces Administrador de la Agencia de Protección Ambiental (APA) William Ruckleshaus revocó una decisión sobre seguridad del DDT dictada por un juez administrativo de la APA. Luego se descubrió que Ruckleshaus recaudaba fondos para el Fondo de Defensa del Medioambiente—un grupo activista de vanguardia que hacía campaña contra el DDT.

Por supuesto, para el momento que Ruckleshaus prohibió el DDT, la malaria en EE.UU. y Europa se había erradicado por lo cual el insecticida no se necesitaba más. Aunque el DDT también se utilizaba—algunos dicen que en exceso—en el sector agropecuario de EE.UU., podían conseguirse sustitutos más económicos.

Pero no hay sustitutos más económicos para el DDT cuando se trata de combatir la malaria en las regiones más pobres del mundo. Otros químicos son muy caros y no son tan buenos para el tipo de vaporización que se necesita para controlar los mosquitos en África. Si bien el DDT no ha sido oficialmente prohibido en África, su uso se ve limitado por la escasa producción y las normas de medioambiente que obstruyen el uso del producto.

Inlcuso la Unión Europea, que los ecologistas tienen agarrada por las narices, ha amenazado con prohibir la importación de productos agropecuarios de países que utilizan DDT.

Pero cuando el DDT se encuentra disponible, los resultados son espectaculares. Por ejemplo, el riego de DDT en el interior de las casas redujo los casos de malaria y las muertes en un 75% en Zambia en un período de dos años, y en un 80% en Sudáfrica en un año. El DDT funciona mejor que cualquier otra cosa—no hay duda de ello.

Por estas razones, debemos apoyar una ley en el Congreso (actualmente se conoce como la versión del Senado H.R. 3057) que reformaría la Agencia de EE.UU. para el Desarrollo Internacional (USAID) para que insecticidas como el DDT puedan ser agregados al arsenal para la lucha contra la malaria. El Presidente Bush anunció en julio que los contribuyentes estadounidenses deberían gastar $1.2 mil millones para el control de la malaria en el mundo durante los próximos cinco años.

En vez de gastar ese dinero en toldos ineficaces para camas y medicinas anti-malaria—y luego repetir el mismo proceso inútil durante otros cinco años—gastemos ese dinero en DDT y terminemos con este trabajo ahora mismo.

Traducido por Marina Kienast para Cato Institute.
Steven Milloy es investigador asociado del Cato Institute y es autor de Junk Science Judo: Self-defense Against Health Scares and Scams (Cato Institute 2001).

El Cato (Estados Unidos)

 



 
Center for the Study of the Presidency
Freedom House