Tras la derrota de su partido en noviembre, el Presidente Obama termina el año sin saber cómo conseguir la reelección en 2012.
Tras la derrota de su partido en noviembre, el Presidente Obama termina el año sin saber cómo conseguir la reelección en 2012. A estas alturas, no le sirve el antecedente cercano de Bill Clinton, quien se reinventó a sí mismo gracias a un funambulismo conocido como «triangulación». El sistema político de EEUU se basa en un régimen de poder dual a partir del cual se fabrican consensos. Ningún presidente es elegido por su radicalidad. Sin embargo en la reciente negociación sobre impuestos, Barack Obama, como le ocurrió con la reforma sanitaria, ha tenido que optar entre demócratas y republicanos y se ha inclinado por pactar con estos últimos, que controlan la Cámara de Representantes. El centro no solo está vacío sino que parece que se ha volatilizado, no por culpa del Presidente, ni del Tea Party, sino debido a la situación económica. Los datos han mejorado pero no hay crecimiento suficiente para crear empleo de forma rápida y apuntalar la clase media. El país sigue dividido en dos bloques y busca culpables. Los republicanos han conseguido que los demócratas sean percibidos como la clase privilegiada que manda desde Washington al país real. Pero la agenda de gobierno conservadora está aún poco desarrollada. Su no de principio a todo les lleva a incurrir en contradicciones. Barack Obama busca el pacto para evitar la parálisis del gobierno, aunque no puede aspirar a la coherencia. Como fiel espectador de la serie de televisión «Mad men» mima su estilo personal y se fía de las encuestas. Por ahora ganaría en 2012 a cualquier candidato republicano, con claras ventajas en estados clave como Virginia, Ohio o Carolina del Norte. En especial, el duelo con Sarah Palin le favorece enormemente (22 puntos de distancia). La ex gobernadora excita como nadie el voto demócrata. Pero Obama ya sabe hoy que solo una clara recuperación económica le asegura la presidencia.