El pequeño avance fue posible gracias a la eficacia de la diplomacia profesional.
La XVI Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático concluyó en Cancún con un balance modestamente positivo después del fiasco de Copenhague en 2009. El pequeño avance fue posible gracias a la eficacia de la diplomacia profesional y a la voluntad política de más de los 190 Estados presentes.
Debe mencionarse entre los buenos resultados los compromisos para reducir la deforestación en los países en desarrollo, la creación de un fondo de $100 millardos anuales para los programas de adaptación al cambio climático de los países pobres, un convenio marco sobre adaptación y otro sobre transferencia de tecnologías limpias. Pero el resultado más loable fue que los acuerdos formarán parte de las competencias de la ONU; materia que quedó indefinida en Copenhague.
El consenso de Cancún tiene debilidades indudables. Sigue sin producirse un convenio jurídicamente vinculante que reemplace el Tratado de Kioto, el cual fenece en 2012. La meta de impedir que la temperatura del mundo no suba más de dos grados sobre el nivel preindustrialización persiste elusiva.
Kioto hizo vinculantes las metas de reducción de emisiones tóxicas para los países industrializados, los mayores contaminadores; pero Copenhague y Cancún no. Sólo hay ofrecimientos voluntarios a partir de 2013, amén de que Estados Unidos nunca firmó el Tratado de Kioto.
Los llamados compromisos del segundo período tendrían que ser legalmente obligatorios. Países emergentes como Brasil, India, México, Suráfrica e inclusive China, el segundo mayor emisor después de EEUU, consideran indispensable lograr un acuerdo vinculante pos Kioto, y he aquí el desafío fundamental de la próxima conferencia a celebrarse en Suráfrica en 2011.