"Si quieren guerra, la tendrán", vino a decir el primer ministro húngaro, el nacionalista Viktor Orbán, tras recibir con el gesto torcido un aluvión de críticas de los eurodiputados en su primera intervención en Estrasburgo como presidente de turno de la Unión Europea. Ayer quedó claro cómo el líder del partido conservador Fidesz ganó por goleada las elecciones legislativas del pasado abril y se hizo con dos tercios del Parlamento húngaro. 

Fue una de las comparecencias más agresivas que se recuerdan en el pleno, por ambas partes. Los eurodiputados verdes le esperaban con la boca amordazada y periódicos con la portada en blanco como protesta por la nueva ley de medios húngara, criticada por diversas organizaciones internacionales por restrictiva. Y aunque Orbán no aludió a este tema en su comparecencia inicial, venía más que dispuesto a responder a las críticas. 

Nunca antes en el Parlamento Europeo se habían oído tan encendidas defensas de la libertad de prensa como ayer... "Con esa ley de medios, su mejor escritor, Sándor Márai, que también era periodista, no habría existido", le espetó el líder de los liberales europeos, Guy Verhofdstadt. "¡Retiren esa ley!", le gritó el jefe de los socialistas europeos, Martin Schulz. "En democracia, son los medios los que controlan al gobierno, y no al revés", le espetó. 

El debate, jalonado alternativamente por aplausos y abucheos, se fue acalorando con la intervención del líder de los Verdes, Daniel Cohn-Bendit, que reivindicó que la información debe poder molestar a los políticos. "¿O acaso se cree que a George Bush le parecían equilibradas las noticias sobre Abu Graib?", planteó Cohn-Bendit al primer ministro húngaro, al que bautizó como "el Hugo Chávez europeo". 

Mientras la izquierda lo tachaba de populista y autoritario, Orbán recibió el aliento de numerosos diputados conservadores, su familia política, en especial de los procedentes del Este. Pero sólo se le vio sonreír durante la intervención del euroescéptico británico Nigel Farage, que se felicitó por tener ante él "por fin" al líder de "un país decente", que despotrica contra el comunismo tanto como él. Y le advirtió que tenga cuidado con la UE, porque - a su juicio-va camino de convertirse "en una nueva Unión Soviética" desde la que le dirán cómo gestionar su país. 

La réplica de Orbán se hizo esperar, pero no defraudó; si acaso sorprendió por su virulencia. Recibió las críticas a la ley de medios como "insultos al pueblo húngaro" y rechazó que el país esté virando hacia una dictadura, como varios eurodiputados dieron a entender. El primer ministro se declaró sorprendido por la ligereza con que algunos diputados hablaron sobre la nueva ley de medios y recordó que su gobierno adoptará los cambios que la Comisión Europea le exija. 

Las exigencias de Bruselas no se referirán a algunos de sus aspectos más polémicos, admiten fuentes comunitarias, ya que se escapan de sus competencias. Los puntos más contestados de la ley son la aplicación de sanciones a quienes repetidamente violen la obligación de cubrir de forma "equilibrada" la actualidad (esta exigencia existe en otros países, pero en Hungría se extiende a los videoblogueros), el régimen de registro previo aplicado a empresas europeas y la falta de equilibrio en el consejo supervisor, actualmente bajo control absoluto del partido en el poder (un reflejo de su dominio parlamentario). 

Orbán se declaró con fuerzas "para combatir" durante estos seis meses de presidencia si la Eurocámara insiste en inmiscuirse en asuntos húngaros: "No estamos dispuestos a recibir lecciones de democracia por haber vivido 40 años en una dictadura".