La cruenta lucha contra las organizaciones del narcotráfico, y la batalla sangrienta entre éstas, no sólo ha trastocado el ambiente social y vulnerado la paz en el país, también ha impactado el lenguaje para referirse a este fenómeno y a sus diversas y dramáticas consecuencias.
Es
frecuente leer y escuchar referencias específicas para tratar de describir con
precisión hechos ligados al narcotráfico o al crimen organizado.
Palabras
como “levantón”, “ejecución”, “encajuelados”, “encobijados”, “sicarios”,
“narcos”, “descabezados”, “narcofosas”, “narcocorridos”, “narcomantas”,
“plazas”, “sicarios” o “cárteles”, entre otras, forman parte de una jerga
cotidiana para describir este nuevo entorno de violencia que se registra en una
gran parte de México.
Marco
Lara Klahr, periodista e investigador, y autor de diversos libros, entre ellos,
Hoy te toca la muerte y Días de furia, explica que una vez que se utilizan
clichés mediáticos como “muertas de Juárez”, “narcos”, “encajuelados”,
“encobijados” o “levantados”, entre otros, lo que se está haciendo es quitar
todo el sentido dramático y trágico a un suceso criminal.
“En
otras palabras, estamos quitándole a la persona el carácter de víctima, y la
estamos criminalizando”, comenta Lara Klahr, coautor con Francesc Barata de
Nota(n) roja: Historia de un género y una nueva forma de informar.
Asegura
que cuando se dice “encajuelado”, “descabezado”, también se está estigmatizando
a una persona que para empezar es una víctima, independientemente de su estatus
ante la ley.
“El
hecho de que haya delinquido o trasgredido la ley, no implica que se le deba
cortar la cabeza. Entonces, con el uso de este lenguaje, un hecho atroz se
asume como normal”, explica.
Incluso,
considera que al ponerle un cliché a un suceso criminal, en ese momento se le
está confiriendo a la víctima la responsabilidad sobre su propia muerte atroz,
en lugar de atribuir el hecho a un grupo delincuencial o al sistema judicial
por su incapacidad para aclarar algún caso de violencia.
“Sencillamente
nos contentamos diciendo que la víctima se lo merecía”, opina Lara, quien aduce
que en esa interacción, poder judicial, procuración de justicia, policía y
crimen, se va creando una simbiosis del lenguaje.
“Entonces
se va creando una especie de comunidad semántica y de visiones sin que puedan
separarse claramente y sin saber cuáles de los términos vienen del crimen y
cuáles de la policía. Ahora los periodistas se han apropiado de ese lenguaje,
lo han socializado y lo han masificado”, argumenta el experto.
En los
hechos, este lenguaje es utilizado por gran parte de los medios de
comunicación, que encuentran en esta nueva terminología el instrumento idóneo
para referirse a esta lucha sangrienta, que sólo en el 2010 causó más de 15 mil
homicidios.
No es
extraño leer o escuchar que una persona fue “levantada” y no “secuestrada”,
cuando se sospecha que el hecho se vincula con el narcotráfico.
En el
caso de que una o varias personas hayan sido “asesinadas”, se dice que fueron
“ejecutadas”, aunque el suceso en sí mismo sea producto de un homicidio. La
referencia se hace cuando hay cierta evidencia que permita inferir que se trató
de un evento vinculado con el crimen organizado.
Especialistas
en el lenguaje aseguran que esta nueva forma de expresión es normal y que
responde a una necesidad de encontrar los términos más claros e idóneos para
describir una realidad, en el caso de México, la violencia.
Describir
una realidad
Raúl
Ávila, profesor del Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios de El Colegio
de México, detalla que estos términos se utilizan por “sensibilidad
lingüística”, y que no hay nada malo en que sean empleados para describir una
realidad.
El
especialista argumenta que con el uso de estas palabras se está recurriendo a
“eufemismos” para describir de manera “menos directa o cruel” un hecho o suceso
sangriento.
De
acuerdo con su definición, un eufemismo es una “figura retórica” que consiste
en sustituir un término o frase que tienen connotaciones desagradables, por
otro menos ofensivo.
Ávila,
quien coordina el proyecto internacional Difusión del Español por los Medios,
en la que participan 26 universidades de 20 países, explica que “es parte de la
vida normal del lenguaje”, la utilización de términos y palabras para describir
algún acontecimiento en un contexto determinado.
El
experto afrima que es más “suave” decir “lo levantaron” que “lo secuestraron”,
y que la sociedad tolera más un eufemismo que una palabra directa.
“Es
común que la gente diga: ‘mujer de la vida galante’, y no ‘prostituta’. Eso es
eufemismo, y tiene como propósito no hacer una referencia tan directa de las
cosas”, expone el doctor Ávila.
En su
opinión, a lo largo de la historia se ha echado mano de términos lingüísticos
para describir de manera más precisa algo en particular.
“Esto
tiene que ver en mucho con la sensibilidad social y lingüística”, explica el
especialista, quien sostiene que el uso de estos términos, además de
inevitables, son incluso necesarios.
“Para
las partes más duras de las acciones humanas hay siempre eufemismos y si no se
inventan”, agrega Ávila y destaca que lo importante es encontrar los términos
que describan de manera más exacta algún hecho: “Cuando a una persona la matan
a la balazos es común que se diga ‘la rafaguearon’”.
Explica
que con muchos de estos términos se asume un contexto menos circunstancial y
más de venganza. “Esto es correcto, porque la gente lo entiende de manera más
conveniente”.
Imaginario
colectivo
Para
Gloria María Cervantes, maestra en Ciencias del Lenguaje y coordinadora del
grupo de investigación Discursos sociales y comunicación, de la Universidad
Autónoma Metropolitana, no se trata sólo de términos, sino de un nuevo discurso
que emerge del imaginario de la gente y que se ha ido modificando a partir de
las experiencias derivadas de la violencia vinculada al crimen organizado.
“A veces
no tiene que ver con una deformación de la lengua, porque es otra idea la que
se trata de construir y darle nombre a nuevas realidades. En ese sentido, hay
casos en que sí se están utilizando términos de manera inadecuada, pero en
otros, son producto de un nuevo término, un neologismo para nombrar una nueva
situación”, dice.
Algunos
de estos vocablos ya fueron aceptados e incorporados en el Diccionario de
Americanismos. Así, palabras como “levantón, “plomear” o “ejecutar”, están
incluidas en este diccionario de la Asociación de Academias de la lengua
Española. Es la primera vez que un diccionario asimila los vocablos que surgen
para describir aspectos vinculados al narcotráfico en México.
Por
ejemplo, define “levantón”, término que se usa sólo en México, como a un
secuestro que no pretende pedir un bono económico como rescate.
Correcta,
nueva terminología
En
opinión de la maestra Cervantes, sí se justifica el uso de estos términos para
referirse a un asunto muy particular relacionado con la violencia.
“El
feminicidio, por ejemplo, es un término coloquial, que en la ley no existe como
tal. Creo que se están dando diversos tipos de creación de nuevas palabras, a
distintos niveles y con distintos usos. Está surgiendo en el léxico que está
respondiendo a nuevas realidades”, explica la especialista.
Diariamente
también se escuchan o se leen términos como “rafaguear”, “comando” (grupo de
delincuentes armados en pos de algún objetivo), “arsenal”, “encostalado”
(cuando un cadáver es envuelto en sábanas o cobijas), “descuartizado”,
“decapitado” o “sicario” (asesino de oficio).
“Esto
no tiene nada que ver con una deformación de la lengua, sino más bien de darle
nombre a nuevas realidades”, explica Cervantes y Sánchez, quien admite que este
fenómeno de inseguridad y violencia que se está dando en México sí está
impactando en la manera de expresarse del mexicano.
“Lo
está impactando a nivel de discurso, en nuestro imaginario colectivo y en la
representación que tenemos de la sociedad. Obviamente eso se refleja en el
vocabulario”, agrega la experta.
En esta
nueva espiral de términos también se encuentra el concepto de “plaza”, con el
que se hace referencia a una ciudad o localidad que es dominada o que está en
disputa por grupos adversarios de narcotraficantes. Cuando hay un
enfrentamiento armado entre grupos criminales o de éstos con elementos de las
fuerzas armadas, se habla de un “choque”.
Síndrome
de Estocolmo
Lara
Klahr afirma que con este nuevo lenguaje se le arrebata el ingrediente criminal
a un hecho determinado, haciendo algo anormal en normal.
Cuando
uno dice “levantado”, agrega, se infiere en el habla coloquial que esa persona
tenía algo que ver con el crimen y por algo la secuestraron.
El
experto explica que en la agenda de las personas ya no se habla de “ciudades”,
sino de “plazas”, y tampoco se hace referencia a “ciudades violentas”, sino de
“plazas calientes”.
“Esto
quiere decir que se está normalizando lo anormal”, esgrime.
Cree que
en el país se está creando una especie de “síndrome de Estocolmo”, es decir,
una fascinación por nuestro secuestrador, y que en lugar de rechazar que la
sociedad es víctima del secuestro del espacio público, incluso por el Ejército,
es aceptado.
“El uso
del lenguaje es “inocuo”, no es neutro, y como periodistas y, hemos
interiorizado un lenguaje que tiene mucho de policiaco, ministerial y
delincuencial”, agrega Lara Klahr.
Hay
una teoría, explica, a la que se le denomina de “etiquetamiento social”, que
dice que cuando se nombra algo se le confiere una serie de atributos.
Unificar
términos
La
doctora María Eloísa Quintero, profesora e investigadora del Instituto Nacional
de Ciencias Penales (INACIPE), reconoce que cuando se hace referencia al
concepto de crimen organizado, en muchas ocasiones se utiliza la terminología
de manera laxa.
Quintero
cree en la necesidad de contar con un lenguaje jurídico común, que permita
hacer más eficiente la cooperación, ya que lo que en México es, por ejemplo,
crimen organizado en otro país no lo es.
“Ahí
hay un problema de lenguaje, porque si bien nos estamos refiriendo al mismo
fenómeno criminal, no se está hablando de la misma figura delictiva”, explica
la doctora.
Además
afirma que incluso en el plano internacional, para que haya una perfecta
cooperación, tiene que haber un lenguaje común jurídico, y que en ese sentido
se está trabajando con el Sistema Integral de Centroamérica.
Esto
porque se advirtió que en las tareas de cooperación en materia de combate al
crimen organizado y a todo este fenómeno criminal, se estaba dando por sentado
que todos hablaban de lo mismo desde el punto de vista jurídico, pero que no
era así.
“En
México existe una definición clara de lo que implica delincuencia organizada,
pero hay que aclarar que no en todos los países se le da el mismo trato desde
el punto de vista jurídico”,dice.
Quintero
explica, en referencia a los términos que se utilizan en México, que se incurre
con frecuencia en errores, por ejemplo, cuando se habla de un “testigo
protegido”. Dice que la mayor de las veces se trata de un “testigo
arrepentido”, quien también tiene información que puede aportar a la autoridad,
por haber estado vinculado al crimen organizado, sin que ello, signifique que
vaya a ser absuelto.
“El
lenguaje se maneja de manera muy laxa... Hablan por ejemplo de ´testigos
protegidos´, cuando se refieren erróneamente al sujeto que tiene vínculos con
el crimen organizado o participó en algunos de los hechos y aporta información.
Aquí vemos que en términos jurídicos no es el lenguaje más apropiado”, expone
la especialista.
En
opinión de los expertos consultados, en México hay una nueva forma de lenguaje
para abordar el tema de la violencia y la acción del crimen organizado, y que
prácticamente es utilizado por una sociedad que ha asimilado el fenómeno,
principalmente los medios de comunicación, que no dudan en echar mano de esta
jerga ya popular.