El presidente obtiene el menor volumen de votos en la historia portuguesa.Asustados por el colapso económico de su país, los portugueses reniegan de su sistema político pero apuestan por la continuidad institucional. Con una abstención récord, del 53,4%, el conservador Aníbal Cavaco Silva logró el domingo la reelección para un segundo mandato de cinco años como presidente de la República, al obtener el 52,9% de los votos.
"La honra venció a la infamia",
proclamó un Cavaco que obtuvo el menor respaldo popular recibido hasta ahora
por un presidente en ejercicio. La mayoría de los portugueses se desentendió de
las elecciones, una preocupante señal en plena tempestad financiera.
La
izquierda fue la gran derrotada, a través de su principal candidato, Manuel
Alegre, apoyado por el Partido Socialista y el Bloco de Esquerda. Esta alianza,
que era un innovador experimento que rompía fronteras en el tablero político,
se ha saldado con un estruendoso fracaso. Alegre, poeta e histórico luchador
contra la dictadura, se quedó en 19,7% de los votos, un punto por debajo de lo
que logró hace cinco años como independiente cuando competía con el también
histórico Mario Soares. El desgaste socialista ha neutralizado la aportación
del Bloco, que obtuvo un 5,3% en 2006.
El
tercer lugar fue ayer para el médico independiente Fernando Nobre quien, si
bien no capitalizó del todo el descontento de la ciudadanía con la clase
política, alcanzó un 14% que le iguala con los resultados de 2006 de Mario
Soares, su patrocinador.
Tampoco
rodaron bien las cosas para el Partido Comunista Portugués, ese resistente de
la caída del muro de Berlín. Con una baja participación, los comunistas debían
beneficiarse de su congelado electorado. Sin embargo, su candidato, Francisco
Lopes, con el 7,1% de los votos, tuvo punto y medio menos de lo obtenido por su
compañero Jerónimo de Sousa en 2006.
Pletórico,
Cavaco presumió anoche de haber ganado por primera vez en todos los distritos,
tras luchar en solitario contra cinco candidatos cuyos ataques, dijo,
vulneraron todas las normas. Anunció una presidencia más "activa"
para devolver la esperanza al país en una coyuntura crítica.
Para el
socialista José Sócrates, primer ministro de Portugal desde 2005, se ha
acelerado el tic tac del reloj que anuncia su caída desde que en 2009 perdió se
quedó en minoría en el Parlamento. En esa precaria posición ha tenido que
capear la terrible situación del país, que desde la intervención de Grecia en
mayo vive bajo la amenaza de correr la misma suerte, posibilidad que aumentó
con el rescate de Irlanda. En la calle se percibía últimamente la sensación de
que la entrada del FMI en Portugal podría estar aplazada a la espera de que se
celebrasen las elecciones.
Ahora
comienza una etapa todavía más difícil para un sitiado Gobierno socialista,
porque sus rivales del PSD, que le han permitido aprobar el durísimo
presupuesto del 2011, preparan el asalto definitivo para que su líder,Pedro
Passos Coelho, pueda convertirse en el primer ministro en este mismo año. Para
ello Cavaco Silva dispone de lo que en Portugal se denomina la bomba atómica,
el poder de disolución del Parlamento, la principal atribución con la que
cuenta el constitucionalmente débil presidente de la República y que, si
quiere, podrá usar a partir de mayo. La crisis política está servida, aunque el
calendario va a depender de la borrasca financiera, de forma que el desenlace
es imprevisible.
Con su
52,9% de los votos, Cavaco avanza 2,4 puntos respecto al 2006, lo que confirma
la regla de que una cómoda reelección para el presidente, que nunca ha
necesitado ir a la segunda vuelta. Sin embargo, Cavaco, que obtuvo ayer 2,2
millones de votos, se ha quedado muy lejos del listón de 2,4 millones, que era
lo mínimo obtenido por sus antecesores.
En las
presidenciales lusas la participación siempre desciende cuando hay un candidato
que aspira a la reelección. Por eso la comparación no debe hacerse con el 2006,
cuando la abstención fue del 38,5, sino con el 2001, cuando ganó por segunda
vez Sampaio, y no votó el 50,3% del electorado. Ayer se superó esa marca en
tres puntos, a lo que pueden haber contribuido los errores técnicos del censo y
los problemas con las tarjetas censales detectados ayer. Pero se trata de una
muestra más de la desafección de la ciudadanía.
Del
mismo modo que los durísimos ajustes económicos no se traducen en un aumento de
la conflictividad social, el malestar ciudadano tampoco se plasmó en el
resultado electoral. Se multiplica la sensación de encrucijada en Portugal, sin
perspectivas de crecimiento económico, acosado por la deuda externa y con un
sistema político enfermo.
El
hombre que no se equivoca
En sus
tres décadas largas en la escena pública portuguesa hay una frase entre todas
que define a Aníbal Cavaco Silva, el reelecto presidente portugués. Es la de
que "nunca me equivoco y rara vez tengo dudas". Fernando Lima, su más
estrecho colaborador en su paso por la jefatura del Gobierno y la presidencia
del Estado, asegura en su libro de memorias que esa afirmación es apócrifa. Sin
embargo, Lima explica que fue reproducida por The Economist,por lo que en el
gabinete del entonces primer ministro de Portugal se llegó a la conclusión de
que "como nada se podía hacer, debíamos aprovechar su sentido; nos servía
para remarcar su determinación en ejecutar el programa de reformas necesarias
para la aproximación de Portugal a la Europa comunitaria".
Quizá no
dijese nunca en público que no se equivoca ni que apenas tiene dudas, pero esa
es la imagen que Cavaco ha construido desde que a finales de 1979 aceptó
convertirse en el ministro de Finanzas del gobierno de Francisco Sá Carneiro,
el malogrado líder mítico de la derecha portuguesa. En 1978 Carneiro había
comentado que para gestionar la economía portuguesa, entonces también
colapsada, contaba con "un joven muy inteligente, un economista llamado
Cavaco Silva".
Sureño
del Algarve, nacido en 1939, hijo del propietario de una gasolinera, Cavaco fue
un aplicado estudiante durante los años finales de la dictadura del Estado
Novo. Cumplió el servicio militar en Mozambique y terminó la carrera como el
mejor alumno de su curso en la escuela de finanzas lisboeta, lo que le permitió
doctorarse en el Reino Unido con un trabajo sobre el impacto macroeconómico de
la deuda pública, un problema recurrente de Portugal.
Se
afilió al partido conservador portugués, el PSD, en 1974, mientras hacía
carrera como profesor universitario y ganaba prestigio como tecnócrata en los
círculos de la derecha, lo que le permitió entrar en el gobierno. Tras la
muerte de Carneiro, volvió a la docencia, hasta que en 1985 se hizo con la
presidencia del partido en el congreso de Figueira da Foz, previo a su victoria
en las legislativas de otoño. Se iniciaba así el cavaquismo, periodo clave de
la historia reciente de Portugal, que coincide con la entrada en la Comunidad
Económica Europea y con los años de mayor crecimiento económico. Para los defensores
de Cavaco, constituyen la mejor credencial de una política seria; para sus
detractores, la base que ha llevado a Portugal a la ruina, al deshacerse su
base productiva. En 1987 Cavaco obtuvo la mayoría absoluta, que revalidó en
1991. En 1995, agotado su periodo en el poder, ya no se presentó. Al año
siguiente intentó el primer asalto a la presidencia de la república, pero
perdió ante Jorge Sampaio, por lo que tuvo que esperar hasta el 2006.
Su
mandato ha estado marcado por sus desconcertantes declaraciones y sus difíciles
relaciones con el primer ministro socialista, José Sócrates. En el 2009 intentó
hacerse con todo el poder. Logró situar al frente del PSD a su amiga Manuela
Ferreira Leite, que si hubiese sido primera ministra hubiese estado a sus órdenes.
Pero Ferreira perdió y Cavaco se desgastó al descubrirse que su fiel Fernando
Lima había urdido una trama de supuesto espionaje, que el propio presidente
magnificó.
Cavaco
parecía tocado, pero la crisis económica desgastó todavía más a Sócrates, mientras
en el PSD emergía el joven Passos Coelho, enemigo interno del presidente. En un
momento favorable para la derecha, Cavaco ha logrado la reelección, aunque la
campaña ha erosionado mucho su imagen al verse relacionado por primera vez con
la corrupción, por lucrarse con las acciones del arruinado BPN y adquirir una
casa en circunstancias no aclaradas en una urbanización vinculada con ese
banco.