Llantos y protestas, abiertas disputas y discusiones en corrillo. Crispación. Todo eso se vio y se vivió en un gran hotel de La Habana la semana pasada, cuando llegó el momento de aplicar allí el plan de despidos puesto en marcha por el Gobierno de Raúl Castro para rebajar el peso de las obesas plantillas estatales. El gigantesco reajuste laboral que eliminará cientos de miles de puestos de trabajo en toda la isla es ya una cruda realidad. 

El recorte ejecutado en el hotel en cuestión presenta otra cara que, aunque en absoluto consuele a los afectados, anticipa posibles efectos positivos de la reconversión en general. "La productividad es ya mucho mayor: la gente trabaja más y el absentismo laboral ha bajado del 12% al 6%", explicó un directivo del establecimiento que pidió no ser identificado. También la cuenta de resultados mejorará, espera, añadió. Sobre todo porque, según él, los costes laborales ascendían a un 30%: "Una barbaridad". 

El hotel contaba con 580 trabajadores fijos. La reestructuración ha liquidado cien de esos contratos, aunque la inmensa mayoría de los puestos no han desaparecido sino que han pasado a eventuales: quienes los ocupaban quedan así "disponibles" para trabajar a tiempo parcial allí mismo cuando los llamen. Otros pocos han optado a la recolocación en otros centros del Ministerio de Turismo. Y 14 empleos ya no existen. Pero hay que ver qué empleos: un contable y un controlador por departamento, un controlador de controladores, una secretaria para el chef, chóferes personales de varios miembros de la plantilla... 

"¿Y qué voy a hacer yo ahora?", clamaron muchos de los empleados despedidos o convertidos en "discontinuos". Uno de ellos recogió rápidamente todas sus cosas y desapareció del mapa sin esperar a recibir toda la información sobre su caso. 

"Nadie quedará abandonado a su suerte", prometió Raúl Castro al anunciar la liquidación de 500.000 empleos fijos del sector público entre enero y marzo, primer paso para una reducción de 1,3 millones de puestos de funcionario, sobre una población activa de cinco millones, a lo largo de los próximos años. Turismo, sanidad, construcción, industria azucarera y agricultura serían los primeros ámbitos de aplicación, según anunció en enero el sindicato único: curiosamente, uno de los principales aliados del gobierno en el desarrollo de las reconversión. No obstante, en algunos sectores hay indicios de retraso en la aplicación del reajuste. 

Parte de los empleados que han visto las orejas al lobo, así como muchos cubanos que vivían de apaños ilegales o alegales, son ya titulares de una de las licencias de cuentapropista (trabajador autónomo o pequeño empresario) cuya concesión el Gobierno ha liberado para compensar el reajuste laboral y reanimar la economía. Los permisos expedidos o en trámite rondan los 100.000. Los negocios así abiertos se ven por todas partes. Nuevos talleres, restaurantes, hospedajes particulares, cafeterías y puestos callejeros están cambiado el paisaje de los pueblos y ciudades de la isla. 

Las flamantes microempresas "no son la varita mágica" que resolverá los problemas de productividad del país, advirtió hace unos días un analista económico muy conocido en Cuba, Ariel Terrero; tampoco suplirán todos los puestos en liquidación dentro del sector público. Además, los autónomos y empresarios noveles afrontan carencias de abastecimiento, elevados impuestos y demanda limitada. Por eso muchos cubanos esperan ahora más cambios y medidas de apertura, como una mejora de los canales de abastecimiento y distribución, una moderación de los tributos, la ampliación de las modalidades de trabajo por cuenta propia y la autorización de cooperativas privadas, entre otras. El próximo congreso del Partido Comunista, a mediados de abril, definirá el alcance de las reformas.