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18/01/2006 | Cambios en Latinoamérica

Jesús Ortega Martínez

EL líder indígena y presidente electo de Bolivia, Evo Morales Aima, se ha convertido en el nuevo tropiezo diplomático del gobierno federal y de Vicente Fox Quesada.

 

En la ya de por sí errática política exterior mexicana, caracterizada por las diferencias diplomáticas con Cuba, y más recientemente con Argentina y Venezuela, y la disputa por la dirección de la OEA con Chile, una vez más la elocuencia espontánea del mandatario mexicano desata un intercambio de declaraciones totalmente innecesarias, que lo único que logran es agrandar el alejamiento diplomático y político de este gobierno con los otros países líderes de la región.

La configuración reciente de los gobiernos latinoamericanos proviene de distintos procesos particulares locales, pero en general, se está dando en función del reto común que significa combatir la pobreza y marginación de gran parte de la población. Aquellos que han podido establecer economías más sólidas, como Chile, Brasil y México, tienen aún enormes pendientes para superar las condiciones de pobreza heredadas de políticas económicas que aceleraron y ahondaron la polaridad social. Otros países con menor solidez institucional y con crisis políticas severas, como es el caso de Bolivia, necesitan cambios estructurales con respaldo social.

Después de su triunfo electoral, el candidato del Movimiento al Socialismo y futuro presidente de Bolivia, Evo Morales, emprendió una gira internacional que lo llevó a visitar Cuba, Venezuela, España, Francia, Bélgica, China, Sudáfrica y Brasil, en los cuales fue marcando lo que será la tónica del comienzo de su mandato: defensa de los recursos naturales bolivianos, reorganización total del Poder Ejecutivo y aplicación de una política económica que lleve beneficios inmediatos a la población en situación de pobreza, que es la gran mayoría de aquel país sudamericano.

En esta gira, el futuro mandatario salió en busca de respaldo internacional, de conocimiento sobre los que son y pueden ser sus principales socios e inversionistas. La crisis política que experimentó Bolivia en los años recientes y el contundente triunfo obtenido con el voto popular, dan a Evo Morales una carga y responsabilidad mayúscula para el futuro de aquel país.

Desde México se observa la nueva configuración regional con distintos afectos. Por un lado, la organización social caracterizada por la etiqueta de populismo, con gobiernos populares; por otro, renovación de gobiernos de centro izquierda que imprimen una orientación social con equilibrio económico que son apreciados como viables y socialmente estables. Unos señalan ya a Evo Morales como la nueva amenaza populista de la región, otros como la esperanza de un nuevo rumbo.

Las declaraciones del presidente Vicente Fox sobre el triunfo de Evo Morales y su nuevo gobierno, quedaron muy lejos de la elemental cortesía y diplomacia. Al referirse a las exportaciones de gas natural que posee Bolivia, el mandatario mexicano utilizó una muy mala selección de palabras al decir: "El nuevo gobierno aparentemente había dicho que el gas de Bolivia no se exporta, bueno, pues ni hablar. Pues lo van a consumir ahí o se lo van a comer ahí, allá ellos. Tienen mucho gas como para exportarlo". Este comentario desató un intercambio de palabras entre funcionarios, legisladores y diplomáticos de ambos países.

La serenidad prevaleció del lado boliviano, al señalar el presidente electo que las declaraciones fueron precipitadas y correspondía mejor invitar al presidente Fox a su ceremonia de investidura el próximo 22 de enero. La invitación fue rechazada por la contraparte mexicana y en una primera definición la respuesta oficial fue la de enviar al embajador mexicano en representación del mandatario, en un franco desdén.

No hay duda de que a pesar de las declaraciones oficiales, el gobierno federal no ve con buenos ojos el arribo de Morales en Bolivia, mucho menos la conformación de una mayoría legislativa que impulsará, en aquel país, la recuperación de su mayor recurso natural: el gas natural. Al ver reducidas las posibilidades de un acuerdo de exportación entre ambos países, el mandatario mexicano cancela, con sus declaraciones, la posibilidad de abrir algún diálogo al respecto.

El actual gobierno mexicano vive su último año en el poder y podría emprender una política exterior más equilibrada, de cara a las renovaciones que se están dando en el continente Americano.

Es evidente que un polo de centro izquierda resurge en América Latina tomando fuerza regional en el extremo sur y también en la frontera con Estados Unidos. La recomposición se gesta por las carencias sociales producto de años de marginación social desatendida por las políticas neoliberales, sin embargo, la experiencia anuncia que los acuerdos son necesarios siempre y cuando éstos establezcan beneficios efectivos y sostenidos entre los involucrados, de tal suerte que el momento de viraje se está produciendo y es una más de las oportunidades que Latinoamérica no debe dejar pasar.

Mientras se escriben estas líneas, mujeres y hombres en Chile salen a votar para decidir el rumbo político de aquella nación. La triunfadora de la primera vuelta, la socialista Michelle Bachelet Jeria, puede convertirse en la primera mujer que ocupe el cargo de presidente. La continuación en el poder del bloque gobernante desde la caída de Augusto Pinochet se pone una vez más a prueba.

Latinoamérica toma forma política con un acento social necesario, más bien imprescindible, que deberá combinar la responsabilidad fiscal y económica con la atención social y generación de empleos.

Un mandatario de extracción indígena en un país donde 60% comparten esa condición y una mujer en La Moneda, en un país donde el voto de hombres y mujeres se realiza por separado, son dos expresiones de los cambios que se están dando en el continente. Aún están más por llegar.

Senador de la República (PRD)

 

El Universal (Mexico)

 



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