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19/01/2006 | Un boricua en en la trama del caso Kennedy

Gerardo Reyes

Antulio Ramírez Ortiz cuenta que se quitó las medias y se las puso de guantes para no dejar huellas mientras esculcaba el archivador de los servicios de inteligencia de La Habana (G2), donde trabajaba como cocinero y limpiador de armas.

 

Quería saber cómo había sido fichado por sus superiores considerando que él era un caso especial: puertorriqueño, secuestrador de un avión, veterano del ejército de Estados Unidos en la guerra de Corea.

Al no encontrar su nombre bajo la letra R, intentó por la O, y allí, recuerda, encontró un expediente que decía Oswaldo-Kennedy y contenía una foto de Lee Harvey Oswald, el asesino del presidente John F. Kennedy. También vio una recomendación de la KGB, la agencia de espionaje de la Unión Soviética.

''La KGB nos ha recomendado este individuo. No presionar mucho. El es un norteamericano, casado con una agente de un organismo soviético que tiene órdenes de ir y residir en Estados Unidos. Oswald es un aventurero emocional'', leyó Rodríguez, según sus recuerdos. ``Nuestra embajada tiene órdenes de ponerse en contacto con él. Hay que tener cuidado''.

Así, sin proponérselo, este electricista boricua que ya había pasado a la historia por ser el primer secuestrador de un avión a Cuba, se coló también en el guión inconcluso y de reestrenos sin fin de la muerte del presidente Kennedy.

Al momento de fisgonear en los archivos, Kennedy estaba vivo y peleando contra quien consideraba uno de sus peores enemigos: Fidel Castro.

Ramírez sostiene en un inédito libro de memorias, cuyo contenido ha sido conocido por El Nuevo Herald, que el gobierno suizo hubiera podido evitar la tragedia de haber prestado atención a las notas que él envió a la embajada de La Habana con los resultados de su incursión en los archivos del G2.

El nombre de Ramírez ha salido a relucir a raíz de un documental del productor de cine alemán Wilfried Huismann, en el cual se ofrecen nuevos indicios para reforzar la hipótesis de que la muerte del presidente estadounidense fue una operación del gobierno cubano en represalia por los intentos de asesinato contra Castro por parte de Estados Unidos.

El documental Encuentros con la muerte contó con el testimonio de Oscar Marino, un ex agente del G2, quien afirmó durante una entrevista en México que el régimen cubano había usado a Oswald para eliminar al presidente.

''Oswald era un disidente. Odiaba a su país. Poseía ciertas características [inestable, perdedor]'' pero ``no había más, usted agarra lo que hay''.

La teoría tiene también sus críticos.

Gerald Posner es un abogado estadounidense que dedicó varios años a evaluar con criterio de jurista la calidad de las pruebas recaudadas por las comisiones de investigación del magnicidio y el fiscal federal de New Orleans, Jim Garrison.

En un libro publicado en 1993, (Case Closed, Random House) Posner concluyó que fue Oswald y nada más que Oswald quien mató a Kennedy. El autor investigó milimétricamente la vida de Oswald. Incluyendo episodios hasta entonces inéditos de su estancia en Rusia y detalles tan íntimos como el de que solía tomarse la leche de los pechos de su esposa para aliviarle el dolor que sentía por exceso de producción.

Posner arrasa con casi todas las hipótesis confabulatorias que comenzaron a tejerse, incluyendo la declaración de Garrison en 1966 de que Oswald tenía nexos con la mafia. El Nuevo Herald le preguntó a Posner, quien vive en Miami, su opinión sobre los hallazgos del documentalista alemán, y respondió que no conocía en su integridad el documental, pero que seguía escéptico respecto a esa teoría a partir de las reseñas periodísticas que había leído del programa televisivo.

''Me despierta suspicacia [la hipotesis del documental], tengo pocas dudas de que el gobierno cubano, Fidel Castro, hubiera participado en el asesinato'', dijo Posner.

Sin embargo, aseguró que está muy interesado en conocer el manuscrito El infierno rojo de Fidel, que escribió Ramírez. Posner cita parte del testimonio de Ramírez ante la comisión de la Cámara de Representantes que investigó el asesinato como un hecho ''que provocó grandes olas'' dentro del gobierno de Estados Unidos.

La historia del asesinato de Kennedy tiene la particularidad de que está colmada de coincidencias fatales, de mitos alimentados por Hollywood y mentes conspirativas que juegan exquisitamente con los cabos sueltos y las puertas entreabiertas de los innumerables pasillos de la investigación para probar que el autor del crimen pudo ser el presidente Richard Nixon o Castro, o exiliados de Miami enfurecidos por el fracaso de la invasión de Playa Girón o el capo de la mafia Santos Trafficante.

En el caso de Ramírez no podía faltar la cuota de intriga. Su declaración ante la Comisión Especial de la Cámara de Representantes fue sellada. Sin embargo, por esa atracción especial que tiene Miami para completar las novelas de suspenso político, en esta ciudad hay una persona que tiene en su poder un manuscrito de Ramírez, escrito mientras cumplía su condena por piratería aérea en una penintenciaría de Leavenworth, Kansas.

La persona, quien ha pedido no ser identificada, prestó una copia de la autobiografía de Ramírez a El Nuevo Herald traducida al inglés. Tiene 330 páginas escritas a máquina y permanece guardada en una caja rota con el logotipo de una conocida casa editorial de Estados Unidos y una inscripción en inglés, a mano, con la que fue rechazada para su publicación. La nota dice simplemente: rambling [divagante].

Las memorias se caracterizan por una prosa espontánea y, en efecto, errática, que tiene el sello persuasivo de los recuerdos de un aventurero temerario y mujeriego. La prodigiosa memoria que exhibe Ramírez le permite acordarse de casi todos los nombres de las personas que cita en el libro, pero especialmente los de las mujeres bellas.

Ramírez nunca olvidó el nombre de Inez Harlow, la azafata de ojos azules y piernas hermosas del vuelo que secuestró.

El nivel de credibilidad de su testimonio ante la comisión de la Cámara podría decirse que fue aceptable. Respecto al expediente de Oswald fue cuestionado porque, según investigadores federales, el sistema de archivo del G2 entre 1961 y 1963 era más sofisticado que el descrito por Ramírez.

Paradójicamente, un agente de seguridad del gobierno cubano escribió en uno de los documentos descubiertos por Ramírez en su expediente personal: ``Esto me hace acordar que este lugar [la sede del G2] es inadecuada para la conducción de nuestros asuntos. Debemos tomar medidas para transferir nuestras oficinas a un lugar menos accesible y mejor equipado técnica y científicamente en el que podamos lidiar con la creciente contrarrevolución''.

La coletilla del agente I-2 dirigida al I-26 estaba escrita, según Ramírez, al final de su expediente. El agente I-2 plasmó allí mismo su desconfianza hacia el compañero puertorriqueño.

``A pesar del servicio excepcional que este sujeto ha prestado [secuestro del primer avión a Cuba] descubrimos un diario . . . con iniciales del Buró Federal yanqui. Podría ser un doble agente. El tiene libre acceso a todas nuestras dependencias''.

Ramírez empezó a colaborar con la revolución desde abril de 1958, cuando un emisario de los grupos clandestinos que respaldaban al depuesto presidente Carlos Prío Socarrás en el exilio, lo visitó en Santurce, Puerto Rico, para convencerlo de hacer una incursión en Cuba en favor de las fuerzas antibatistianas. Se trataba de secuestrar un avión y hacerlo a aterrizar en una pista clandestina con ayuda para los combatientes.

Sin pensarlo mucho, Ramírez dejó a su familia y viajó a Cuba donde cayó preso y fue torturado.

Al triunfo de la revolución fue liberado y se ofreció para infiltrar el gobierno dominicano presidido entonces por el dictador Rafael Trujillo. Trujillo y Castro pensaban cada uno que el otro quería matarlo. Y Castro planeaba una invasión a República Dominicana.

Como resultado de un paciente trabajo de infiltración, Ramírez logró ganarse la confianza de los dominicanos que, según él, lo contrataron para asesinar a Castro. Enterado de la misión viajó de Nueva York a Miami y se presentó en el consulado de Cuba en esta ciudad. Allí lo recibió con una pistola en la mano un funcionario diplomático que identificó como Edilberto Díaz Alvarez. Las relaciones entre Estados Unidos y Cuba se habían roto.

Ramírez le preguntó cómo podía viajar a Cuba y el cónsul, que le reclamó porque llevaba mucho tiempo esperándolo, le explicó con una sonrisa: ``Robarse un avión o un bote. Adiós Tony. Buena suerte''.

Y Ramírez escogió el avión. Llegó con tiempo al aeropuerto de Miami. Pidió una cerveza en el bar Aloha y se gastó los centavos que tenía en el bolsillo alimentando la rockola con canciones de Nat King Cole y Peggy Lee.

Además se dio el gusto de registrarse en el vuelo con el apellido de un legendario pirata puertorriqueño. Cuando tramitó el abordaje del vuelo 337 de National Air Lines a Cayo Hueso en el aeropuerto de Miami ese primero de mayo de 1961, Rodríguez se presentó con el nombre de Elpir Cofresí Ata, que al unirlo en desorden puede leerse como ``el pirata Cofresí''.

Roberto Cofresí y Ramírez de Arellano era un pirata de Puerto Rico que compartía los botines con los pobres de los pueblos costeros de esa colonia española a principios del siglo XIX.

Sin ningún inconveniente, el pirata moderno, también de Puerto Rico, se presentó en la cabina del bimotor con un cuchillo de cortar carne y una pistola, y le dijo al piloto Francis X. Riley que se desviara hacia Cuba, porque tenía que llevarle un mensaje urgente a Fidel Castro: el dictador dominicano Rafael Trujillo quería matar al líder cubano y para ello le había ofrecido a él $100,000.

El piloto enfiló el avión hacia Cuba donde Ramírez empezó una nueva vida no necesariamente como héroe de la revolución. Con el secuestro del avión Ramírez pasó a la historia por un dato falso que los anales del gobierno de Estados Unidos (Administración Federal de Aviación) no se han preocupado en corregir. A él se le identifica como el primer secuestrador de un avión a Cuba desde Estados Unidos. La verdad es que el primer secuestro de un avión lo perpetró una facción del Movimiento 26 de Julio el 1ro. de noviembre de 1958 en un vuelo de Cubana de Aviación que salió de Miami y se estrelló en la bahía de Nipe.

El primer cargo de Ramírez fue de ayudante en el G2. Servía comidas a los presos y como gran conocedor de armas ayudaba a ensamblarlas y limpiarlas. Luego fue contratado por el Che Guevara en la empresa de plásticos Plinex con un sueldo mensual de $225. También trabajó en el área de turismo.

Silenciosamente se decepcionó de la revolución. Su discreción la mantuvo hasta el día en que un ingeniero ruso de apellido Korchunov, recuerda, le confesó borracho que Castro tenía listos 18 Migs para bombardear sorpresivamente las ciudades de Washington, Nueva York, San Francisco y Cabo Cañaveral sin la autorización de los rusos.

``Sin más preámbulos, el ingeniero abrió su maletín, se tomó otro trago y me mostró con un placer aparente, las fotos ampliadas de cada grupo [aéreo]''.

En un descuido del ingeniero ruso, Ramírez hurtó los negativos de las fotografías y se despidió. Al día siguiente trató de ponerse en contacto con la embajada de Suiza que representaba a Estados Unidos ante Cuba para entregar los negativos. Buscaba a Emil Anton Stadehoffer, quien actuaba como cónsul.

Su gestión fue un fracaso. El cónsul no quiso recibirlo.

''La muerte del presidente Kennedy fue culpa de los suizos. Debido a su miopía intelectual en el momento de crisis entre las naciones, por su indiferencia y falta de comprensión en asuntos vitales para Estados Unidos'', escribió. `Porque si ellos hubieran pasado la información que les entregué, el presidente Kennedy no hubiera perdido su vida. Apuesto mi vida en eso''.

Las continuas visitas a la sede diplomática de Ramírez despertaron sospechas en el G2, que terminó arrestándolo. Fue llevado a la prisión del Castillo del Morro, un lugar que tenía el mismo nombre donde fue ejecutado en San Juan de Puerto Rico el pirata Cofresí.

Al fracasar en su intento por salir clandestinamente de Cuba en un bote -- fue avistado por una embarcación cubana -- Ramírez fue condenado a tres años. Finalmente, en agosto de 1975 se le permitió salir de la isla y se presentó ante las autoridades de Estados Unidos. Un juez de la Florida lo condenó a 20 años de prision por piratería aérea, delito que no existía en la legislación penal de este país, según su libro.

Miami Herald (Estados Unidos)

 


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