En las costas de Somalia, donde desde hace años los piratas hacen de las suyas, cuatro rehenes norteamericanos que habían sido secuestrados cuando su yate cruzaba las peligrosísimas aguas del golfo de Omán, fueron asesinados por su captores durante el intento de rescate llevado a cabo por un navío de guerra estadounidense.
Y hace apenas unos días, una embarcación danesa con siete pasajeros, incluyendo tres niños, fue secuestrada. La piratería somalí ha tenido un inusitado crecimiento en los últimos meses, cayendo en sus redes principalmente tanqueros petroleros que salen del Golfo Pérsico a las sedientas refinerías en Europa y Norteamérica. Los rescates pagados por cada tanquero secuestrado oscilan entre US$2 millones y US$6 millones. Adicionalmente, han sido víctimas de estos modernos piratas de AK47 y lanzagranadas todo tipo de embarcaciones, incluyendo un carguero ucraniano que en 2009 transportaba tanques de guerra y otros pertrechos militares hacia Kenia.
De acuerdo con la Oficina Internacional de Tráfico Marítimo, en 2010 ocurrieron cerca de 220 ataques y 50 embarcaciones fueron secuestradas. En lo que va corrido del año, según la misma fuente, 13 barcos han sido secuestrados y hay actualmente en cautiverio aproximadamente 33 naves y 700 personas. La piratería prospera en las costas de un Estado fallido surgido del derrocamiento del dictador Mohamed Siad Barre en 1991 y el consiguiente desmembramiento del estado somalí entre sus diferentes tribus y señores de la guerra.
Forman parte además del paisaje en Somalia grupos extremistas islámicos, entre los cuales sobresale Al Shabab, afín a Al Qaeda, que utiliza terroristas suicidas como un arma contra sus enemigos. Al Shabab —que significa ‘Los Jóvenes’— controla una gran parte del sur y centro del país, donde ha instaurado la ley islámica, sharia, en su interpretación más radical, incluyendo lapidaciones, amputaciones y decapitaciones.
Hace apenas unos días Al Shabab llegó a un acuerdo con líderes de los piratas, a quienes protegen en tierra y les facilitan el puerto de Harardhere por ellos controlado a cambio de jugosas comisiones por las recompensas obtenidas. En otras palabras, las grandes multinacionales petroleras y de seguros financiarán con los rescates a terroristas islámicos radicales.
