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08/03/2011 | La responsabilidad de dimitir

Lluíz Foix

Cuatro figuras relevantes han dimitido en las últimas semanas por haber practicado la corrupción. La última es el ministro de Asuntos Exteriores de Japón, Seihi Maehara, por haber aceptado de una surcoreana una donación equivalente a 435 euros.

 

El ministro, estrella ascendente en el Partido Democrático, ha dimitido y ha pedido disculpas al pueblo japonés. Sarkozy provocó la semana pasada una remodelación de gobierno para justificar el cese de su ministra de Asuntos Exteriores, Michèle Alliot-Marie, que había viajado varias veces a Túnez, todo gratis, invitada por un ricachón amigo del depuesto dictador Ben Ali.

 

El director de la London School of Economics, escuela que ha conocido 17 premios Nobel en sus aulas y que ha tenido como alumnos a 34 jefes de Gobierno, tuvo que dimitir al conocerse un programa de adiestramiento de varios centenares de libios que tenían que acceder a las élites directivas de Gadafi. El hijo mayor de Gadafi, para más sonrojo, había obtenido su doctorado en la LSE sin los requisitos académicos establecidos. El director, sir Howard Davis, ha dimitido.

 

Ahí está el caso de Karl-Theodor zu Guttenberg, ex ministro de Defensa alemán, el personaje más popular, más atractivo y más fotografiado del Gobierno Merkel. Casado con una descendiente de Bismarck, con sólo 40 años, ha abandonado el Gobierno por haber copiado partes sustanciales de su tesis doctoral, leída en la Universidad de Bayreuth hace cinco años.

 

Todos son casos de poca monta que en nuestras latitudes habrían levantado una gran polvareda pero sin consecuencias personales. La democracia no es sólo una cuestión de procedimientos, sino también y principalmente un conjunto de ideas, de ideales y de compromisos con la moralidad de los actos públicos. Una democracia sin transparencia, sin decencia, sin coraje y sin inteligencia, es frágil y es una caricatura de un sistema libre.

 

En ninguno de los casos expuestos ha intervenido ningún juez. En nuestro país se trazó un peligroso precedente cuando Felipe González dijo algo así como que hasta que la justicia se pronunciase no había consecuencias políticas. Por eso ahí están los Camps, las Munar mallorquinas y los ERES adulterados por los socialistas andaluces. Es lo que hace Berlusconi en Italia. ¿Qué harían muchos políticos si perdieran su cargo? Seguramente, ir al paro

La Vanguardia (España)

 



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